VIVIR LA FE EN LO ORDINARIO
II. Fe y «visión
sobrenatural».
III. Fe y virtudes humanas.
“En aquel tiempo, entró
Jesús de nuevo en la sinagoga, y había allí un hombre que tenía la mano
paralizada. Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle.
Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio». Y les dice:
«¿es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de
destruirla?».
Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la
dureza de su corazón, dice al hombre: «extiende la mano». Él la extendió y
quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon
con los herodianos contra Él para ver cómo eliminarle” (Mc 3,1-6).
I. El Evangelio nos habla
del hombre que tenía una mano seca (Marcos 3, 1-6), a quien Jesús cura;
solamente le dijo: extiende tu mano. La extendió, y su mano quedó curada. Todo
es posible con Jesús. La fe nos permite lograr metas que siempre habíamos
creído inalcanzables, resolver viejos problemas personales o de una tarea
apostólica que parecían insolubles, echar fuera defectos que estaban
arraigados.
La
fe es para vivirla, y debe informar las grandes y pequeñas decisiones; y, a la
vez, se manifiesta de ordinario en la manera de enfrentarse con los deberes de
cada día. No basta con asentir a las grandes verdades del Credo, tener una
buena formación quizá; es necesario vivirla, practicarla, ejercerla, debe
generar una “vida de fe” que sea, a la vez, fruto y manifestación de lo que se
cree. Dios nos pide servirle con la vida, con las obras, con todas las fuerzas
del cuerpo y del alma.
II. El ejercicio de la
virtud de la fe en la vida cotidiana se traduce en lo que comúnmente se conoce
como “visión sobrenatural”, que consiste en ver las cosas, incluso las más
corrientes, lo que parece intrascendente, en relación con el plan de Dios sobre
cada criatura en orden a su salvación y a la de otros muchos. La vida
cristiana, la santidad, no es un revestimiento externo que recubre al
cristiano, ignorando lo propiamente humano.
De
ahí que las virtudes sobrenaturales influyan en las humanas y hagan del
cristiano un hombre honrado, ejemplar en su trabajo y en su familia, lleno de
sentido del honor y de la justicia. La fe está continuamente en ejercicio, y la
esperanza, y la caridad... Ante problemas y obstáculos, el Señor nos dice:
extiende tu mano. Examinemos hoy cómo vamos de “visión sobrenatural” ante los
acontecimientos diarios.
III. La fe nos llevará a
imitar a Jesucristo, que fue “perfecto Dios y perfecto hombre” (Symbolo
Quicumque), a ser hombres y mujeres de temple, sin complejos, sin respetos
humanos, veraces, honrados, justos en los juicios, en los negocios, en la
conversación... La vida cristiana se expresa a través del actuar humano, al que
dignifica y eleva al plano sobrenatural. Por otra parte, lo humano sustenta y
hace posibles las virtudes sobrenaturales.
En
San José encontramos un modelo espléndido de varón justo, vir iustus (Mateo 1,
19), que vivió de fe en todas las circunstancias de su vida. Pidámosle que
sepamos ser lo que Cristo espera de cada uno en el propio ambiente y
circunstancias.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
Fuente: Almudi.org