La hija que ofreció la
vida por salvar a la madre
Dominio público |
Su padre es un alto
militar y jefe político de Chile. Una revolución derroca al gobierno y la
familia Vicuña tiene que salir huyendo, desterrados a 500 kilómetros de la
capital. Allá muere el papá y la familia queda en la miseria. Laura tiene
apenas dos años cuando queda huérfana de padre.
La mamá, con sus dos
hijas, Laura y Julia, emprende un larguísimo viaje de ocho meses hacia las
pampas de Argentina. Allá encuentra un ganadero brutal y matón, y movida por su
gran miseria, la pobre Mercedes se va a vivir con él en unión libre. El hombre
se llamaba Manuel Mora.
En 1900 Laura es
internada en el colegio de las Hermanas Salesianas de María Auxiliadora en el
colegio de Junín de los Andes.
Allí, en clase de
religión, al oír que la profesora dice que a Dios le disgustan mucho los que
viven en unión libre, sin casarse, la niña cae desmayada de espanto. En la
próxima clase de religión, cuando la religiosa empieza a hablar otra vez de
unión libre, la niña empieza a palidecer. La profesora cambia de tema pero
consulta el caso con la hermana directora del colegio: "¿Por qué será que
Laura Vicuña se asusta tanto cuando se habla del pecado que es el vivir en
unión libre?". La superiora le aconseja: "Vuelva a tratar de ese
tema, y si ve que la niña se asusta, cambie de tema". Así lo hace.
Laurita se ha dado
cuenta de un gravísimo mal: su madre, el ser que ella más ama en el mundo,
después de Dios y la Virgen, su mamá Mercedes, vive en pecado mortal y está en
grave peligro de condenación eterna. ¡Es terrible!.
Y Laura hace un plan:
ofrecerá su vida a Dios, con tal de que la mamá abandone a ese hombre con el
cual vive en pecado. Comunica el plan al confesor, el Padre Crestanello,
salesiano. El le dice: "Mira que eso es muy serio. Dios puede aceptarte tu
propuesta y te puede llegar la muerte muy pronto". Pero la niña está
resuelta a salvar el alma de la mamá a cualquier costo, y ofrece su vida al
Señor Dios, en sacrificio para salvar el alma de la propia madre.
En el colegio es
admirada por las demás alumnas como la mejor compañera, la más amable y
servicial. Las superioras se quedan maravilladas de su obediencia y del enorme
amor que siente por Jesús Sacramentado y por María Auxiliadora.
El día de su primera
comunión ofrece su vida en sacrificio a Jesús, y al ser admitida como "Hija
de María", consagra su pureza a la Sma. Virgen María.
Va a pasar vacaciones a
donde vive su madre. Manuel Mora trata de irrespetarla pero ella no lo permite.
Prefiere ser abofeteada y azotada brutalmente por él pero no admite ningún
irrespeto a su virtud. Manuel aprende a respetarla.
En una gran inundación
que invade el colegio, Laura por salvar la vida de las más pequeñas, pasa
largas horas de la noche entre las friísimas aguas sacando niñas en peligro, y
adquiere una dolorosa enfermedad en los riñones. Dios empieza a aceptar el
sacrificio que le ofreció por salvar el alma de su mamá.
Laura empieza a
palidecer y a debilitarse. Siente enorme tristeza al oír de los superiores que
no la podrán aceptar como religiosa porque su madre vive en concubinato. Sigue
orando por ella. Cae a cama. Dolores intensisimos. Vómitos continuos. Se
retuerce del dolor. La vida de Laura se está apagando. "Señor: que yo
sufre todo lo que a Ti te parezca bien, pero que mi madre se convierta y se
salve".
Va a entrar en agonía. La
madre se acerca. "Mamá, desde hace dos años ofrecí mi vida a Dios en
sacrificio para obtener que tu no vivas más en unión libre. Que te separes de
ese hombre y vivas santamente". Mamá: ¿antes de morir tendré la alegría de
que te arrepientas, y le pidas perdón a Dios y empieces a vivir santamente?
"¡Ay hija mía!
Exclama doña Mercedes llorando, ¿entonces yo soy la causa de tu enfermedad y de
tu muerte? Pobre de mí ¡Oh Laurita, qué amor tan grande has tenido hacia mí! Te
lo juro ahora mismo. Desde hoy ya nunca volveré a vivir con ese hombre. Dios es
testigo de mi promesa. Estoy arrepentida. Desde hoy cambiará mi vida".
Laura manda llamar al
Padre Confesor. "Padre, mi mamá promete solemnemente a Dios abandonar
desde hoy mismo a aquel hombre". Madre e hija se abrazan llorando.
Desde aquel momento el
rostro de Laura se torna sereno y alegre. Siente que ya nada le retiene en esta
tierra. La Divina Misericordia ha triunfado en el corazón de su amadísima mamacita. Su misión en este mundo ya está cumplida. Dios la llama al Paraíso.
Recibe la unción de los
enfermos y su última comunión. Besa repetidamente el crucifijo. A su amiga que
reza junto a su lecho de moribunda le dice: ¡Que contenta se siente el alma a
la hora de la muerte, cuando se ama a Jesucristo y a María Santísima!.
Lanza una última mirada
a la imagen que está frente a su cama y exclama: "Gracias Jesús, gracias
María", y muere dulcemente. Era el 22 de enero de 1904. Iba a cumplir los
13 años.
La madre tuvo que
cambiarse de nombre y salir disfrazada de aquella región para verse libre del
hombre que la perseguía. Y el resto de su vida llevó una vida santa.
Laura Vicuña ha hecho
muchos milagros a los que le piden que rece por ellos ante Nuestro Señor. Y el
Papa San Juan Pablo II la declaró Beata en 1988.
Señor Jesús: Tú que
concediste a Laura Vicuña la gracia de ofrecer su vida por la salvación del
alma de su propia madre, concédenos también a todos nosotros la gracia de
obtener buenas obras, la conversión y salvación de muchos pecadores. Amén
Fuente: EWTN