¿Será este un
signo de una verdadera renovación de la vida consagrada?
Hace poco salió publicado
un artículo en la revista TIME sobre
un fenómeno que cada vez es más común en los Estados Unidos: el aumento
del número de seminaristas y sacerdotes millennials.
Para quienes no estén
familiarizados con lo que es un millennial, es el adjetivo que se
usa para aquellos nacidos entre los 80 y mediados de los 90. Son los que se
hicieron adultos con el cambio de milenio en una época de auge económico y un
desarrollo tecnológico vertiginoso. Sus características son las propias de
quien vive en la época de las nuevas tecnologías y las comunicaciones. Suelen
tener cuentas en distintas redes sociales, sus relaciones están mediadas por
dispositivos móviles, suelen estar atentos a varias cosas al mismo tiempo,
quieren flexibilidad para no tener que cumplir horarios, quieren tiempo para
viajar, para hacer vida social, para la diversión, para el ocio, y cuando
llegan a un lugar que les elimina esta posibilidad se sienten frustrados,
infelices.
Y estos jóvenes, presentes
en tantos ámbitos de la sociedad, también va llegando a los seminarios y a las
comunidades religiosas, sin dejar de sorprender y llamar la atención, pues
rompen paradigmas de los perfiles tradicionales. Así no es raro encontrarlos en
Facebook, en YouTube, incluso en realitys poniendo a relucir
sus talentos, etc. Pareciera que hay un afán por publicitar que haya sacerdotes
de este perfil y de esta generación, como si fuera algo utópico, novedoso o
extraño.
¿Qué dice este “fenómeno”
de la vocación sacerdotal y religiosa hoy? ¿Será este un signo de una verdadera
renovación de la vida consagrada?
Ciertamente tiene que ver
con una renovación y diría también una revolución, pero no como la esperan
muchas personas que están atentos al momento en que los sacerdotes sean más
flexibles, más liberales, que no estén apegados a las normas que les resultan
anacrónicas y arcaicas, entre ellas por ejemplo el aspecto del celibato.
Definitivamente quien piensa así, no entiende la vocación como un don de Dios,
sino como una construcción del ser humano. Ser sacerdote no es una mera
profesión, no es un oficio que está de moda por temporadas, no es una carrera
más entre muchas que se pueden escoger de acuerdo a cuáles son las capacidades,
gustos e inclinaciones.
Recordemos que la vocación
tiene que ver con llamado y que hoy no es muy distinto con lo que experimentaron
los apóstoles o los santos tiempo atrás. La vocación viene de Dios y gracias a
Él y a su misericordia es que hoy, a pesar de que los tiempos presenten cambios
que parecen no encajar con la vida religiosa, Dios sigue eligiendo y
convocando personas que anuncien con alegría su Palabra. Y dentro de
la Iglesia el Señor suscita con su Espíritu un viento que es renovado, que se
ajusta a los tiempos modernos; por eso es que los sacerdotes pueden vivir hoy,
siendo millennials, con gustos por el Instagram, la Internet y los
smartphones. Éstas son cosas accesorias que incluso pueden ayudar en una
evangelización más encarnada, lo que no cambia es que el hombre sigue siendo
hombre y que su corazón es de Cristo, que su vida está consagrada para hacer
presente a Cristo en medio de los hombres.
Lo que esta realidad
corrobora es que la vocación es obra de Dios y que es significativo que aún
existan sacerdotes y consagrados en medio de una cultura que se apega a lo
superficial, que está atenta a tantas cosas a la vez y no a lo que es esencial;
una cultura del zapping y del descarte. A pesar de ello, Dios
conquista corazones de jóvenes que trascienden estos aspectos que no llenan su
hambre de infinito y felicidad.
Damos gracias al Señor que
cumple su promesa de estar siempre con nosotros y de ofrecernos su presencia
permanente y renovada a través de sus sacerdotes, que son testimonio de su amor
en medio del mundo.
Algunas
frases que pueden servir:
«Sirvan a Dios, sean buenos
y háganlo con alegría, con constancia, con humildad. No se trata de aprender un
oficio, sino de llevar a Cristo en el corazón para poderlo ofrecer sin reservas
a los demás, especialmente a quienes más lo necesitan» (Papa Francisco a
los sacerdotes).
«Queridos seminaristas,
ustedes no se están preparando para realizar una profesión, para convertirse en
funcionarios de una empresa o de un organismo burocrático. ¡Estén atentos a no
caer en eso! Ustedes se están convirtiendo en pastores a imagen de Jesús el
Buen Pastor, para ser como Él y en persona de Él en medio de su rebaño, para
apacentar a sus ovejas» (Papa Francisco a los seminaristas).
«El sacerdote es sustraído
a los lazos mundanos y entregado a Dios, y precisamente así, a partir de Dios,
debe quedar disponible para los otros, para todos» (Benedicto XVI a los
sacerdotes).
«¡Actuad como faros de
esperanza, irradiando la luz de Cristo en el mundo y animando a los jóvenes a
descubrir la belleza de una vida entregada enteramente al Señor y a su Iglesia!»
(Benedicto XVI a los sacerdotes).
Por: Alvaro Díaz
Fuente:
Catholic-link.com
