Dominio público |
Terminadas las obras en el año 1100, la
consagra D. Bernardo, el primer Arzobispo de Toledo. Está construida sobre roca
escarpada, como cortada a pico, a orillas del río Duratón, afluente del Duero.
En ese nuevo lugar se depositan las reliquias de los tres santos.
Restaurada
Segovia y restituida a su dignidad episcopal, se pasan a su catedral la mitad
de las reliquias desde el monasterio de Silos, con autorización y mandato del
Arzobispo de Toledo, en el 1125.
Tan
celosamente se guardan que se pierde el sitio donde fueron depositadas hasta
que se encontraron milagrosamente, en tiempos del celoso obispo D. Juan Arias
de Ávila.
En
el año 1558 se depositaron finalmente en la nueva catedral. Allí, en el
trascoro, reposan los restos del Patrono de la Ciudad, teniendo por fondo el
retablo que trazó Ventura Rodríguez para el palacio de Riofrío y que Carlos III
donó para la catedral segoviana.
¿Quién
fue el hombre que desde catorce siglos atrás es polo de atracción de tantas
generaciones de segovianos?
Nació
Frutos, en el año 642, en el seno de una familia rica que tuvo otros dos hijos
con los nombres de Valentín y Engracia. Debió ser una familia de profundas convicciones
cristianas que supieron, con la misma vida, inculcarlas a sus hijos. Sin que se
sepa la causa, murieron los dos. Ahora los tres jóvenes son herederos de unos
bienes y comienzan a conocer en la práctica la dureza que supone el ser fieles
a los principios.
Parece ser que tanto tedio provocó en ellos
los vicios, maldades, desenfrenos, asechanzas y envidias de su entorno humano,
que Frutos les propone un cambio radical de vida. Los tres, con la misma
libertad y libre determinación deciden vender sus bienes y los dan a los
pobres. Dejaron la ciudad del acueducto romano y quieren comenzar una vida de
la soledad, oración y penitencia por los pecados de los hombres. A la orilla
del río Duratón les pareció encontrar el lugar adecuado para sus propósitos.
Hacen tres ermitas separadas para lograr la deseada soledad y dedicar el tiempo
de su vida de modo definitivo al trato con Dios.
A
partir de aquí se tiene noticias de Frutos cuando el estallido de la invasión
musulmana y su rápida dominación del reino visigodo. Frutos, en su deseo de
servir a Dios, intervino de alguna manera —y con vivo deseo de martirio- en
procurar la conversión de algunos mahometanos que se aproximaron a su entorno;
defendió a grupos de cristianos que huían de los guerreros invasores; dio
ánimos, secó lágrimas y alentó los espíritus de quienes se desplazaban al
norte; fue protagonista de algunos sucesos sobrenaturales y murió en la paz del
Señor, con el halo de santo, el año 715.
La
misma historia refiere que sus hermanos Valentín y Engracia fueron de los
mártires decapitados por los sarracenos y sus cuerpos colocados con el del
Santo.
Lo
que se sabe hoy del entorno en que viven y mueren estos santos facilita cubrir
las lagunas o los interrogantes que pueden presentarse. La invasión musulmana,
su rápido avance por el reino hispano-visigodo y el martirio de cristianos
tuvieron su génesis.
La unidad del reino tan lograda por la
conversión del arrianismo a la fe católica de Recaredo en el 589 presentaba
ahora una falsa cohesión por su fragilidad. Los clanes de nobles, civiles y
eclesiásticos, con intereses políticos y económicos contrapuestos, tratan de
controlar cada uno alternativamente el trono de Toledo y son una fuente
continua de conflictos.
La nobleza que en un principio recibió unos
territorios para ejercer en ellos funciones administrativas, fiscales y
militares, al hacerse hereditarias, quedan prácticamente privatizadas con
detrimento progresivo de las funciones públicas características de un estado
centralizado y llevan a la fragmentación del poder del monarca. La clase
aristócrata asienta aún más la diferencia social con el pueblo cada vez más
pobre, indefenso, desorientado, abandonado y hastiado del lujo de sus señores.
Hay que añadir desastres naturales que asolan el país especialmente desde el reinado de Kindasvinto (642-653) como epidemias que diezmaban a la población, plagas de langostas, sequía, pestes y despoblamiento. El vicio, la amoralidad y desenfreno reina en la sociedad al amparo de lo que sucede en las casas de la nobleza. A la muerte de Witiza, los partidarios de Akhila, su hijo primogénito, no consiguen ponerlo en el trono ocupado por D. Rodrigo, duque de la Bética, y piden ayuda a los bereberes.
El
desastre de Guadalete del 711 hizo que lo que fue una simple ayuda de los moros
capitaneados por Tariq se convirtiera en toda una invasión y conquista
posterior que colma los planes estratégicos del Islam por la decrepitud que se
había ido gestando en el interior del reino visigodo.
Fuente: ACI