Obispo de Jerusalén. Presidió un consejo en donde se decidió que la fiesta de celebración de la Pascua debía ser siempre en Domingo
Conmemoración de San Narciso, obispo de Jerusalén, con una santidad ejemplar, paciencia y fe de que, en total acuerdo con el Papa San Víctor en la fecha de la celebración de la Pascua, dijo que el misterio de la Resurrección del Señor sólo podía celebrarse el día Domingo y en la madurez de su vida, a los ciento dieciséis años, pasó felizmente a la Gloria del Señor.
San Narciso desde su juventud se dedicó con gran cuidado al estudio de las disciplinas religiosas y humanas. Él luego, decidió ingresar a la vida eclesiástica, y en él se vieron todas las virtudes sacerdotales en su perfección; fue llamado el santo sacerdocio.
Estuvo rodeado de gran estima en su pueblo, pero fue consagrado obispo de Jerusalén alrededor del año 180, cuando ya era un octogenario.
Gobernó la Iglesia con un vigor que era como el de un hombre joven, y su vida austera y penitente estuvo totalmente dedicada al bienestar de la iglesia.
En el año 195, con Teófilo de Cesarea, presidió un consejo sobre la fecha de la celebración de la Pascua; se decidió entonces que esta gran fiesta siempre se debería celebrar el día domingo y no en el día de la antigua Pascua.
Los milagros en su vida
Dios le hizo testigo de sus méritos con muchos milagros, los cuales, los cristianos de Jerusalén, celebraron en su memoria por largo tiempo.
Un sábado Santo los fieles fueron puestos en apuro, porque no se podía encontrar aceite para las lámparas de la iglesia que iban a ser utilizados en la vigilia pascual. San Narciso ordenó que extrajeran agua de un buen vecino y después de que él la bendijera, la pusieran en las lámparas. Inmediatamente el agua se transformó en aceite. Mucho tiempo después, algunos de estos aceites aún se conservan en Jerusalén en memoria de este milagro.
El momento de la prueba
La virtud de este Santo, con el tiempo le trajo enemigos. Tres hombres miserables, afanados por el poder, lo acusaron de un crimen atroz. Alimentaron su falso testimonio con imprecaciones terribles. Los tres de ellos juraron ante Dios que lo que decían era cierto y cada uno se impuso un castigo si las acusaciones contra el obispo eran encontrada falsas.
El primero rogó a Dios que lo dejase morir por el fuego, el segundo juró que se muriera infestado por la lepra y el tercero dijo que quedase ciego. El santo obispo, quien desde hacía tiempo había deseado una vida de soledad, tomó esta prueba con humildad y decidió que lo mejor era retirarse al desierto y dejar a la Iglesia en paz.
Poco tiempo después, Dios intervino en nombre de Su amado siervo, cuando los tres acusadores del obispo sufrieron las penalidades que ellos mismos habían invocado.
Desde ese entonces, Narciso no pudo resistir las peticiones de su pueblo; quienes lo llamaban con gran vehemencia para que regresara a Jerusalén y volviera a tomar las riendas de la Iglesia. Y así lo hizo por muchos años, hasta que, ya entrado en años, murió en la vejez extrema
Oración
Dios, Tú hizo San Narciso un ejemplo sobresaliente de amor divino y la fe que vence al mundo, y lo agrega al papel de pastores santos. Concesión por su intercesión para que podamos perseverar en la fe y el amor y ser partícipes de su gloria. Amén
Fuente: PíldorasdeFe