El Santo Padre culminó su peregrinación ecuménica a
Ginebra, Suiza, presidiendo una misa en la que alentó a todos los cristianos a
"caminar hacia la unidad guiados por el Espíritu del Padre"
La tarde del 21 de junio, el Papa Francisco culminó su
peregrinación ecuménica a Ginebra, Suiza; con motivo del 70° aniversario de la
Fundación del Consejo Mundial de las Iglesias; presidiendo una
celebración eucarística en el Palexpo; Palacio de Exposiciones ubicado cerca
del aeropuerto de la ciudad.
El Santo Padre desarrolló su homilía en torno a tres
palabras que propone el Evangelio del día y que, tal y como afirmó, "nos
llevan al corazón de la fe: Padre, pan, perdón".
No estamos
solos: Dios es nuestro Padre
«La palabra “Padre” es la llave de acceso al corazón
de Dios; porque sólo diciendo Padre rezamos en lenguaje
cristiano: no a un Dios genérico, sino a un Dios que es sobre todo Papá»,
explicó el Sucesor de Pedro subrayando que Jesús mismo nos enseñó a rezar así,
llamando Padre al Dios del cielo, que antes de ser infinito y eterno, es Padre.
«No nos cansemos de decir "Padre nuestro":
nos recordará que no existe ningún hijo sin Padrey que, por tanto,
ninguno de nosotros está solo en este mundo. Pero nos recordará también que no
hay Padre sin hijos: ninguno de nosotros es hijo único, cada uno debe hacerse
cargo de los hermanos de la única familia humana», añadió Francisco.
Jesús es el pan
de cada día
La segunda palabra “que regala el Evangelio” es Pan: «Jesús nos dice que pidamos cada día el pan al Padre. No hace falta
pedir más: solo el pan, es decir, lo esencial para vivir. El pan es sobre todo
la comida suficiente para hoy, para la salud, para el trabajo diario; la comida
que por desgracia falta a tantos hermanos y hermanas nuestros», dijo el Papa,
poniendo guardia sobre aquellos que especulan con el pan, con el
“alimento básico para la vida cotidiana de los pueblos que debe ser accesible a
todos”.
«Elijamos la sencillez del pan para
volver a encontrar la valentía del silencio y de la oración,
fermentos de una vida verdaderamente humana. Elijamos a las personas antes
que a las cosas, para que surjan relaciones personales, no virtuales. Volvamos
a amar la fragancia genuina de lo que nos rodea», fue la
exhortación del Pontífice alentando a no olvidar que el Pan de cada día,
es Jesús, ya que sin Él no podemos hacer nada (cf. Jn 15, 5).
«Él es el alimento primordial para vivir bien».
El milagro del
perdón
Por último, el Obispo de Roma profundizó sobre la
tercera palabra sugerida en su homilía: perdón.
“Es difícil perdonar, siempre llevamos dentro un poco
de amargura, de resentimiento, y cuando alguien que ya habíamos perdonado nos
provoca, el rencor vuelve con intereses”, aseguró Francisco haciendo hincapié
en que el Señor espera nuestro perdón como un regalo; ya que
Jesús mismo enseña, en su comentario sobre el Padre Nuestro; que si perdonáis a
los hombres sus ofensas, también os perdonará vuestro Padre celestial, pero si
no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas» (Mt 6,
14-15).
Asimismo, el Papa indicó que el perdón renueva
y hace milagros:
“Lo vemos en la historia cristiana. Perdonarnos entre
nosotros, redescubrirnos hermanos después de siglos de controversias y
laceraciones, cuánto bien nos ha hecho y sigue haciéndonos. El Padre es feliz
cuando nos amamos y perdonamos de corazón (cf. Mt 18, 35). Y
entonces nos da su Espíritu”.
El Santo Padre concluyó invitando a todos a pedir la
gracia “de no encerrarnos con un corazón endurecido, reclamando
siempre a los demás, sino a dar el primer paso, en la oración, en el encuentro
fraterno, en la caridad concreta”, porque actuando así, “seremos más semejantes
al Padre, que ama sin esperar nada a cambio y Él derramará sobre nosotros el
Espíritu de la unidad”.
Sofía Lobos - Ciudad del Vaticano
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