La
cosecha de alcachofas
Hola,
buenos días, hoy Matilde nos lleva al Señor. Que pases un feliz día.
Hace
unos días, íbamos una hermana y yo dispuestas a dar un paseo por los caminos de
la huerta del convento. Y, al pasar por el huerto, de lejos, vimos las matas de
alcachofas, que estaban llenas de fruto… Lo pensamos un poco y dejamos nuestro
proyecto de pasear, y bajamos a coger las alcachofas, que estaban muy crecidas.
Y es que la hermana que recoge los frutos de la huerta no había podido hacerlo,
y allí estaban, esperando a ser recolectadas.
Recoger
el fruto siempre es muy gozoso, porque sabemos que se planta una semillita y,
sin saber cómo, aparece primero la mata, después la flor, y por último el
fruto, que va engordando hasta hacerse suculento y sabroso. Entonces ya está
para cortarlo.
Y,
con la mayor destreza que pudimos, cogimos cuatro cestos de alcachofas.
¡Estábamos contentas y agradecidas a Dios que hace cosas tan buenas para
alimentar a sus amadas criaturas!
Pensaba
en la Palabra de Dios, cuando Jesús urgía a sus discípulos a recolectar los
frutos que el Padre del Cielo nos da con exuberancia. “La mies es abundante y
los obreros pocos. Rogad pues, al Dueño de la mies, que mande obreros a su mies…”
¡Así
que el haber bajado al huerto y coger las alcachofas era una inspiración del
Señor, que previamente había orado alguien por nosotras, para que fuéramos
generosas! ¡Y es verdad que “el Señor realiza en nosotros el querer y la
actividad, según le parece! ...”
Salí
de allí muy decidida a seguir la moción interior del Espíritu para ayudar donde
vea una necesidad, y también a “orar por los obreros que recogen la cosecha” de
los que se entregan a hablar de Jesús y de su Amor y ven el fruto de una vuelta
alegre y confiada al amor del Padre.
Jesús
quiere la cosecha copiosa de su amor entregado y repartido.
Hoy
el reto del amor es escuchar al Espíritu, que seguro me susurra dónde puedo
ofrecer mi ayuda en algo o a alguien.
VIVE
DE CRISTO
Fuente:
Dominicas de Lerma