El cristiano “detenido” no es
un “cristiano verdadero”
No
sirven los horóscopos o los nigromantes para conocer
el futuro: el verdadero
cristiano no es el
que se instala y permanece quieto, sino aquel que se fía de Dios y se deja guiar en un camino abierto a
las sorpresas del Señor.
Lo afirmó el Santo Padre en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
El
cristiano “detenido” no es un “cristiano verdadero”. El Papa invitó
a no permanecer estáticos, a no “instalarse demasiado”, a la vez que exhortó a
“confiar en Dios” y seguirlo.
Inspirándose
en la Primera Lectura del día, tomada del libro
del Génesis, Francisco reflexionó sobre la figura de Abrahán en quien – explicó – “existe el estilo
de la vida cristiana, nuestro estilo como pueblo”, basado en tres dimensiones:
el “despojo”, la “promesa” y la “bendición”. Y recordó que el Señor exhortó a Abrahán a irse de su país, de su patria, de la
casa de su padre:
“Ser
cristiano lleva siempre esta dimensión de despojo que encuentra su plenitud en el despojo de Jesús en la Cruz.
Siempre
hay un ‘vete’, ‘deja’, para dar el primer paso: ‘Deja y vete de tu tierra, de tu
parentela, de la casa de tu padre’. Si hacemos un poco de memoria veríamos que
en los Evangelios la vocación de los discípulos es un
‘vete’, ‘deja’ y ‘ven’. También en los profetas, ¿no? Pensemos en Eliseo, trabajando la tierra:
‘Deja y ven’ – ‘Pero al menos, permíteme saludar a mis padres’ – ‘Pero, ve y
vuelve’. ‘Deja y ven’”.
Los
cristianos – añadió el Obispo de Roma – deben
tener la “capacidad” de ser despojados, de lo contrario no son “cristianos
auténticos”, como no lo son quienes no se dejan “despojar y crucificar con
Jesús”. Abrahán “obedeció por la fe”, partiendo hacia
una tierra que iba a “recibir en herencia”, pero sin conocer un destino
preciso:
“El
cristiano no tiene un horóscopo para ver el futuro; no va a ver al nigromante
que tiene una esfera de cristal, y quiere que le lea la mano… No, no. No sabe a
dónde va. Va guiado. Y esto es como una primera dimensión de nuestra vida
cristiana: despojarse. Pero, despojarse ¿para qué? ¿Para una ascesis firme?
¡No, no! Para ir hacia una promesa. Y ésta es la segunda. Nosotros somos
hombres y mujeres que caminamos hacia una promesa, hacia un encuentro, hacia
algo – una tierra, dice a Abrahán – que debemos recibir en herencia”.
Y sin
embargo – subrayó Francisco – Abrahán no construye una casa, sino que
“planta una tienda”, para indicar que “está en camino y que se fía de Dios”. De
modo que construye un altar “para adorar al Señor”. Después, “sigue caminando”,
está “siempre en camino”:
“El
camino comienza todos los días por la mañana; el camino de encomendarse al Señor, el camino abierto a las
sorpresas del Señor,
tantas veces no buenas, tantas veces graves – pensemos en una enfermedad, en
una muerte – pero abierto, porque yo
sé que Tú me llevarás
a un lugar seguro, a una tierra que Tú has preparado para mí: es decir, el
hombre en camino, el hombre que vive en una tienda, una tienda espiritual.
Nuestra alma, cuando se acomoda demasiado, se instala demasiado, pierde esta
dimensión de ir hacia la promesa y, en lugar de caminar hacia la promesa, lleva
la promesa y posee la promesa. Y esto no va, no es propiamente cristiano”.
En
“esta semilla del inicio de nuestra familia” cristiana – dijo el Papa al concluir – sobresale otra
característica, la de la bendición. Sí, porque el cristiano es un hombre, una
mujer que “bendice”. O sea: “dice bien de Dios y dice bien de los demás” y que “se
hace bendecir por Dios y por los demás” para ir adelante.
Éste
es el esquema de “nuestra vida cristiana”, porque todos, “también” los laicos,
debemos “bendecir a los demás, decir bien de los demás y decir bien a Dios de los demás”. Con frecuencia –
terminó diciendo el Pontífice – estamos acostumbrados “a no
decir bien” del prójimo, cuando – explicó – “la lengua se mueve un poco como
quiere”, en lugar de seguir el mandamiento que Dios encomienda a “nuestro padre” Abrahán, como “síntesis de la
vida”: a saber el de caminar,
dejarse “despojar” por el Señor, fiarse de sus promesas y
ser irreprensibles, puesto que, en el fondo, “la vita cristiana es tan sencilla”.
María
Fernanda Bernasconi
Radio
Vaticano