"Para
el mundo contemporáneo, hundido por completo en la exaltación y la búsqueda del
placer, cualquier acto que implique renunciar a la comodidad no sólo resulta
«oscurantista», pasado de moda, sino hasta patológico
Absolutamente
escandalizados se mostraron los medios de comunicación que a mediados de 2010
reprodujeron una nota del diario argentino MdZ que sacó a la luz las «prácticas
retrógradas» que se practican en el seminario del Instituto del Verbo
Encarnado, una de las comunidades religiosas que más vocaciones sacerdotales
atrae en ese país. Penitencia en cuaresma.
Todo
empezó cuando un ex seminarista decidió hacer del conocimiento secular cómo
viven los futuros sacerdotes; resulta que en el instituto los jóvenes hacen
penitencia: «Más allá de las vocaciones y la proliferación de esta fe, las
prácticas medievales persisten en esta institución y el día en el que más se
aplican son los viernes», se lee en el periódico. Los sacrificios que ahí se hacen
pueden desde incluir ayuno de una de las principales comidas hasta la
autoflagelación con un látigo de tres cuerdas con nudos en el extremo, o el uso
de un cinturón de piedras durante la Misa.
Otras
cosas vividas en esa institución dedicada a la solidaridad con los más
necesitados y no a la propia comodidad, y que disgustaron al ex seminarista en
cuestión, son éstas: «No hay radio ni televisión. Todos duermen en literas
triples, no hay dónde poner las cosas personales ni roperos. Nos bañamos con
agua fría, cocinamos a leña».
MOTIVO DE ESCARNIO
La
verdad es que desde tiempos de la primitiva Iglesia los cristianos han sufrido
la burla intolerante ante la mortificación cristiana. Basta recordar los
dibujos que el paganismo romano hacía de un burro crucificado para insultar a
los seguidores de Cristo.
Para
el mundo en general, particularmente el contemporáneo, donde lo que impera es
la búsqueda del placer, la penitencia es masoquismo, oscurantismo, peligrosa
patología que hay que combatir.
SE
TOLERA SI NO ESTÁ CRISTO
Pero
si bien todo lo que implica renuncia por motivos cristianos suele causar
asombro y oposición, hay otros casos en los que las mortificaciones son bien
vistas y hasta aplaudidas.
Así,
se aclama a quienes más dietas hacen para estar delgados, e igual a quienes lo
consiguen por medio de la anorexia. Penitencia por Cuaresma La belleza externa
ha tomado tal importancia que varones y mujeres se someten a dolorosas cirugías
estéticas a fin de verse más hermosos y más jóvenes.
Lo
mismo hay que decir de los vegetarianos y veganos, que se privan de
determinados alimentos y productos, ya sea por motivos de salud física, apoyo a
los supuestos «derechos» de los animales, o por influencias religiosas
hinduistas o budistas, las cuales incluyen ayunos y otras mortificaciones. En
todo esto está ausente Cristo, por eso no sólo es bien tolerado sino presentado
como positivo e imitable.
EN
EL AMOR ESTÁ EL MOTIVO
La
diferencia de una mortificación para perder peso o para alcanzar el nirvana
budista respecto de una mortificación cristiana radica en el amor; en las
primeras el esfuerzo y las privaciones tienen su fuente en el «yo» —verse mejor
o alcanzar la conciencia de ser «dios»—, en la última la motivación es el amor
a Cristo: el creyente hace penitencia no porque le guste sufrir y hacerse daño,
sino para unirse más estrechamente con Jesucristo sufriente.
Si
no hay suficiente amor, las privaciones serán motivo de desdicha, no de
crecimiento. Es por eso que las penitencias han de practicarse de manera libre;
por ejemplo, cuando un feligrés se acerca al sacramento de la Confesión lo hace
voluntariamente tanto para recibir el perdón como para dar alguna satisfacción
o reparación por sus faltas a través de la penitencia que el sacerdote le
indica.
Los
santos siempre han sido asiduos practicantes de la penitencia, no sólo por sus
propios pecados sino por los de los demás. Conforme se avanza en la relación
con Dios, se puede ir entendiendo mejor el valor de la mortificación y su
práctica de manera correcta. Y quien la ha llevado a cabo en algún grado y en
alguna ocasión, seguramente ha podido entrever al menos algo de su grandeza;
hasta el ex seminarista del Instituto del Verbo Encarnado confiesa que, tiempo
después de marcharse, «quise volver»; aunque la institución no lo consideró
conveniente."
Diana
R. García B.
Fuente: fraynelson.com