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| Foto: José Calderero de Aldecoa. Dominio público |
El presidente de la Conferencia Episcopal Española ha abierto la Asamblea Plenaria con un discurso amplio en el que ha citado a Rosalía y a Franco, aunque lo ha comenzado refiriéndose al Papa Francisco y rememorando la llamada a la comunión pronunciada por León XIV en la Misa de inicio de Pontificado. «Hermanos y hermanas, quisiera que este fuera nuestro primer gran deseo: una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado», ha parafraseado Argüello.
Sin salirse de la referencia al Pontífice, el presidente de la CEE ha citado su elección entre una lista de acontecimientos que han sido seguidos por millones de personas en el mundo y que «han llevado el debate sobre Dios y lo católico al debate mediático». Junto al resultado del cónclave, Argüello ha mencionado el jubileo de los jóvenes, las posiciones de la Iglesia en asuntos de gran interés y preocupación como las guerras y también el nuevo disco de Rosalía, Lux, el estreno de la película Los domingos, de Alauda Ruiz de Azúa o la concesión del premio Princesa de Asturias de Humanidades a Byung-Chul Han. «Existen señales que advierten de que lo católico está de moda o si se prefiere, de que hay una vuelta a coordenadas espirituales que parecían proscritas», ha asegurado el obispo.
No obstante, ha advertido de que «la escucha más intensa del rumor de Dios y el giro católico pueden ser una moda u objeto de manipulación ideológica» ante el «desconcierto y las dificultades que viven hoy los jóvenes». Por ello, más que acercarse a la Iglesia «por motivos emocionales o ideológicos» es preciso «recordar las fuentes de la fe de la Iglesia indivisa». En este sentido, se ha referido al 1.700 aniversario del Concilio de Nicea, que los obispos españoles, aprovechando su estancia en Madrid con motivo de la Asamblea Plenaria, celebrarán el jueves 20 de noviembre en la catedral de la Almudena.
«En la Almudena, profesaremos la fe que, con alegría, queremos seguir proponiendo y anunciando a todos, sin distinción. Intentando ser testigos alegres del Evangelio, proclamando nuestra fe no solo con palabras sino también con nuestras obras, buscaremos con creatividad nuevos lenguajes para que los hombres y mujeres de nuestro siglo puedan experimentar su encuentro personal con Jesucristo, y recibir el anuncio gozoso de la misericordia de Dios, convencidos —con Agustín de Hipona— de que “nos hiciste Señor, para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”».
Asimismo, ante «el cambio de época» actual, el presidente de la CEE ha instado a los católicos a «ofrecer su permanente marco de referencia»: Dios creador y Padre; la persona, su dignidad y relacionalidad constitutivas; la familia; el reino de verdad, justicia y paz para toda la familia humana. Y la importancia de los pobres: «La preocupación por la pureza de la fe ha de ir unida a la preocupación por aportar, con una vida teologal integral, la respuesta de un testimonio eficaz de servicio al prójimo, y particularmente al pobre y al oprimido, a los que se ha de ofrecer una atención religiosa privilegiada y prioritaria». En este sentido, Argüello se ha detenido en el IX Informe Foessa sobre exclusión social en España, recién publicado, que «nos ofrece datos, análisis, reflexiones y propuestas para hacer el ejercicio de su lectura desde el Evangelio y los pobres que explícita e implícitamente aparecen en el mismo».
Una relación singular con Franco
Durante su discurso, el presidente de la Conferencia Episcopal Española se ha referido a los cincuenta años de la muerte de Franco, cuyo aniversario, el 20 de noviembre, coincide con el desarrollo de la Asamblea Plenaria. «La Iglesia vivió con el régimen de Franco una relación singular», ha reconocido Argüello.
El trato «comienza con el agradecimiento ante la extraordinaria persecución religiosa sufrida con miles de muertos y represaliados por razón de su profesión católica». Este dio lugar a una «gran alianza del nacionalcatolicismo». La Iglesia en esta primera etapa «corre el peligro de no ver el sufrimiento de otros españoles también represaliados y tolera en silencio el exilio forzado de muchos españoles, los juicios sumarísimos y las condenas a muerte». Aunque pronto «aparecen movimientos de crítica y oposición», y surge la HOAC.
A partir de 1958 «se inicia un distanciamiento entre la Iglesia y el régimen del general Franco», y se viven algunos acontecimientos eclesiales, como el Concilio Vaticano II, «que chocarían frontalmente con la ideología del régimen». El punto de inflexión se dio en la Asamblea Plenaria de 1973, y treinta años después la CEE escribió, según ha rememorado el arzobispo de Valladolid, que «superando cualquier añoranza, [la Iglesia] colaboró decididamente para hacer posible la democracia, con el pleno reconocimiento de los derechos fundamentales de todos, sin ninguna discriminación por razones religiosas».
En la actualidad, cuando en 2028 se celebra los cincuenta años de la Constitución, el presidente de la CEE ha pedido «purificar la memoria contaminada por los sesgos ideológicos de las leyes de memoria histórica y democrática». Estas normas, si bien «quieren rehabilitar y honrar a víctimas de la dictadura y enterrar dignamente a quienes seguían en fosas y cunetas», son también «un instrumento de polarización ideológica al servicio de los intereses políticos del presente más que cauce para ahondar en la reconciliación que los años de la Transición lograron, en gran parte».
Al final, «los católicos, en el respeto a la conciencia y en la promoción de conciencia, estamos llamados a estar presentes en la vida pública para colaborar en la edificación de una vida social justa a través del elogio de la razón, la amistad social y la acción iluminada por la Doctrina Social de la Iglesia».
José Calderero de Aldecoa
Fuente: Alfa y Omega
