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Jóvenes de la diócesis de Tarrasa. |
La
diócesis de Tarrasa… arrasa! Así se
refería el anterior obispo de Tarrasa, y ahora arzobispo de Sevilla, José Ángel Sáiz Meneses, a la vitalidad de
esta diócesis relativamente pequeña y nueva. Vitalidad que se traduce en la
capacidad para movilizar a los más jóvenes y también las vocaciones, porque el
seminario de esta diócesis es el único que funciona de forma independiente
entre las diócesis con sede en Cataluña y
cuenta este año con 20 seminaristas.
Este fin
de semana, por ejemplo, se ha celebrado el Har
Tabor, un evento organizado por la Delegación
de Juventud del obispado de Tarrasa que aglutina música cristiana y
oración y que ha vuelto a ser un éxito rotundo. Hasta Montmeló se llegaron a
desplazar un millar de jóvenes. Y tal ha sido el entusiasmo, que ya hay fecha
para la edición del año que viene: será el 3 de octubre.
Pero es
que, no hay que perder de vista, que de esta diócesis fueron 700 jóvenes a Roma para participar en el Jubileo de la Juventud este verano.
Solo fue superada por diócesis mucho más grandes, como Madrid, Getafe,
Valencia, Barcelona y Sevilla.
¿A qué
obedece este ‘éxito’? Desde la diócesis hay quien apunta al trabajo de base que
ya llevó a cabo Sáiz Meneses, con esa capacidad para «hipnotizar» a los más
pequeños en la fe, sabiendo transmitirla con ejemplos extraídos de películas
como Star Wars o de El Señor de los Anillos. «Los pequeños y los
jóvenes se quedaban anonadados y escuchaban atentamente las palabras del
Obispo». Y eso, apuntan, ese trabajo de base, se sigue haciendo.
Mosén Álex Serra, delegado de la Pastoral de
Juventud de esta diócesis, deja claro que ese éxito radica en la dinámica
comunitaria y en la unidad diocesana:
«la unidad hace la fuerza», apunta. Y también juegan un rol importante las
redes sociales que, en este caso, se usan de manera positiva, porque los jóvenes «llaman a los jóvenes». Y de
esta forma, se promueven propuestas atractivas, como encuentros de
adolescentes, el Har Tabor, Bartimeu (dirigido a jóvenes de 4º de ESO a 2º de
Bachillerato), campamentos o las peregrinaciones, una de las «claves» de ese
éxito.
Y es que
esas peregrinaciones son
lideradas por 40 «discípulos», jóvenes
«comprometidos» que, a su vez, pueden llegar a otros 700 jóvenes. «No
se trata de caminar por caminar, sino tener la experiencia de Dios», explica. Al
llegar a un lugar donde 40 jóvenes oran por la mañana, sirven a los demás y
dedican su tiempo al evento, los otros jóvenes sienten ese impacto: «¿Cómo es
que están rezando 40 jóvenes por la mañana? ¿Cómo es que nos están sirviendo?».
Esta vivencia auténtica genera un efecto multiplicador: Los jóvenes ven y
dicen: 'Yo también quiero esto e implicarme'".
Y mosén
Àlex, por otro lado, ve «brotes verdes»
entre la juventud, porque la situación actual así lo requiere, en un momento en
que «esta generación que ha perdido mucho de lo que había antes, en solo diez
años, le surge esa gran pregunta: ¿hay que tener esperanza?».
Y es en este contexto que ve esos brotes, un aumento en la implicación de los
jóvenes, que no es casual, sino una respuesta a la necesidad de un mensaje que
ofrezca propósito, esperanza y sentido.
El Seminario
Este
dinamismo juvenil se refleja directamente en el Seminario
de Tarrasa, que cuenta con 20 seminaristas este curso. Joan Hernández, su rector, rechaza medir el
éxito en términos mundanos: «Las vocaciones, especialmente la sacerdotal, son
un misterio». En cambio, atribuye la afluencia a la fidelidad al Evangelio y a una pastoral vocacional
activa que promueve «bastante».
Los
candidatos provienen mayoritariamente de familias
cristianas de la diócesis, con distintos grados de vinculación parroquial:
algunos con una conexión fuerte, otros menos, pero todos con raíces locales. La
formación sigue el marco establecido en el documento Formar
pastores misioneros, una aplicación de las directrices de la Congregación
para el Clero, adaptada a la realidad de Tarrasa.
Hernández
detalla que, en los últimos años, se ha puesto mayor énfasis en la dimensión
humana, reconociendo las «fragilidades» de los jóvenes actuales, que considera
«hijos de su tiempo» con «heridas personales» e «historias difíciles». «No
damos nada por supuesto», subraya, explicando que el seminario es un espacio de
maduración donde cada seminarista confronta su bagaje familiar y personal con
el de los demás. «Cada uno es hijo de su padre y de su madre, con dinámicas
familiares donde se pone más o menos énfasis en ciertos valores».
Esta
confrontación fomenta la apertura: al ser enviados a parroquias diferentes a la
de origen, aprenden a lidiar con realidades variadas. «No es lo mismo la
parroquia de tu barrio que otra con un entorno social diferente y necesidades
distintas», ilustra Hernández. En un contexto de «crisis de relevo» en las
iglesias, y donde las parroquias no están lo llenas que se desearía, el rector
define al sacerdote ideal como un «pastor
misionero».
Pero
además, añade, en la dimensión misionera, debe ser proactivo: «Si no tienes
gente en la parroquia, la tienes que ir a buscar fuera. Tienes que buscar
métodos y estructuras para cambiar esas parroquias acostumbradas a que la gente
viniera automáticamente: salir, invitar, conocer al Señor para que se enamoren
de Él», apunta.
Como
decíamos, Tarrasa es la única diócesis que ha decidido no integrarse en el
seminario conjunto de Cataluña, en el Seminario
Mayor Interdiocesano que se fundó en el año 1998 para unificar la
formación de los seminaristas de Gerona, Lérida, Tarragona, Solsona, Urgell,
Vic y Tortosa. Y ahora también se integran los seminaristas de Barcelona y Sant
Feliu. Y los de Tarrasa, 20, representan el 30 % de todos los de Cataluña.
Yolanda Canales
Fuente: El Debate