COMENTARIO AL EVANGELIO DE NUESTRO OBISPO D. JESÚS VIDAL: "DIOS CUIDA"

En el contexto de las comidas con los fariseos y los publicanos nos encontramos, de nuevo, con una parábola de Jesús que tiene como escenario unos grandes y copiosos banquetes.

El hombre rico y el pobre Lázaro/PubHist

En este caso, la enseñanza se dirige a los fariseos y, por lo tanto, a todos nosotros, en cuanto al riesgo que nos amenaza de dejar endurecer el corazón.

Los protagonistas son un hombre rico y un mendigo sentado a su puerta. Del primero, no se nos dice ningún nombre; tan solo que se viste de púrpura y lino, signos respectivos del poder secular y del religioso, y que banqueteaba “cada día”. Del segundo, sin embargo, sí se nos da un nombre, Lázaro, que en su raíz hebrea significa “Dios cuida”.

Este está echado en el portal del hombre rico (lo que nos asegura que se toparía con él cada vez que saliera y entrara de casa). Está cubierto de heridas y desea, no participar en los banquetes diarios del hombre rico, sino tomar lo que sobra de su mesa, con lo cual se saciaría. Encontramos ya una importante enseñanza. Trasladando esta situación a nuestra época, el hombre rico sería muy famoso, todo el mundo le conocería y todos pugnarían por ser invitados a su mansión o a su yate; en el mendigo, sin embargo, nadie se fijaría ni conocería su nombre. En la parábola, paradójicamente, se da el nombre del mendigo y no el del hombre rico, que queda en el olvido. Dios no mira lo mismo que los hombres.

A ambos les llega el final de su vida terrena. Lázaro el mendigo lleno de heridas es llevado por los ángeles, como si de camilleros se tratara, al “seno de Abraham”, que parece ser una especie de posada de recuperación y alivio. El hombre rico, en cambio, es sepultado. Posiblemente en un gran mausoleo con grandes oropeles, pero lo que hay dentro es solo el tormento de la propia soledad. ¿Pensamos que es indiferente lo que hagamos en esta vida, nuestro modo de vivir y de tratar a los demás? Si uno cree que esta vida consiste sólo en disfrutar del poder alcanzado, incluso a costa de pisar o despreciar a los demás, está cargando su vida de un inaudito sufrimiento que se desvelará al final. En cambio, aquellos cuya vida está llena de heridas, si confían en un “Dios que cuida” y le invocan, pueden esperar que no dejarán de ser auxiliados a su tiempo.

Una última enseñanza viene de la petición del hombre rico a Abraham para que envíe a Lázaro como mensajero a sus hermanos para advertirles de que llevan su mismo camino. Es una petición muy paradójica. Él tuvo a Lázaro todos los días a su puerta y no se conmovió. ¿Cómo pensar que poniéndolo de nuevo a la puerta de sus hermanos estos se convencerían? Y es paradójica porque ciertamente sigue habiendo muchos Lázaros que Dios ha puesto en nuestro portal, en el lugar por donde se desarrolla nuestra vida cotidiana: mendigos, enfermos, personas sin trabajo, presos privados de libertad, ancianos en soledad no deseada, inmigrantes en búsqueda de integración…

Realmente en la parábola Jesús no pide a todos que repartan todos sus bienes entre los más pobres. Esto lo dejará para aquellos que queramos seguirle por el camino (y al escribirlo, soy consciente de ser el primer reo de juicio). Pero el mensaje de la parábola va dirigido a todos, creyentes y no creyentes: mira a quien tienes al lado y está necesitado. Puedes saciarle “solo” con lo que “cae de tu mesa”.

Al Papa Francisco le gustaba mucho repetir que al ayudar a alguien que lo necesita, lo más importante no es “solucionar” todos sus problemas. Lo primero es reconocer la dignidad que Dios le ha dado: mirarle al rostro, preguntarle su nombre, no tener miedo a darle la mano y a dejarse tocar. Que cada uno escuchemos la llamada de Dios que se cuela por las rendijas de nuestra alma para abrir nuestro corazón y no dejarnos endurecer cada vez más por la indiferencia. No se trata de arranques sentimentales a los que tan acostumbrados estamos con tantas causas, se trata de un verdadero cambio del corazón que abra nuestros ojos y mueva nuestros pies y manos.

+ Jesús Vidal 

Obispo de Segovia

Fuente: Diócesis de Segovia