DE CAMERÚN A GALICIA: LA HISTORIA DEL SACERDOTE QUE YA NO VIVE SIN PULPO NI PARAGUAS

Cyriaque Ndzana llegó desde África para atender una parroquia gallega. Ahora confiesa que se siente como en casa, entre lluvias, paraguas y tradiciones que ya hace suyas
Cyriaque Ndzana en A Estrada. La Voz de Galicia. Dominio público

El sacerdote camerunés Cyriaque Ndzana ha conquistado a los vecinos de A Estrada (Pontevedra) por su sencillez y cercanía. Llegó hace unos meses y ya habla como un gallego más: se declara amante del pulpo y reconoce que nunca falta un paraguas en su maletero.

Una vida nueva en A Estrada

El municipio de A Estrada, en la provincia de Pontevedra, recibió hace un año a un párroco muy especial. Se trata de Cyriaque Ndzana, sacerdote procedente de Camerún, que ha asumido la responsabilidad de varias parroquias de la zona.

Según explicó en una entrevista con La Voz de Galicia, vive en la casa rectoral de Moreira y es párroco de Codeseda, Souto, Arca, Meavía, Nigoi, Liripio y Ribela. Además, da misa en la capilla de Montillón, en la residencia de Amboage y todos los jueves en la parroquia de San Paio de A Estrada. 

Cuenta que domina varios idiomas —su lengua materna, inglés, francés, italiano y español— y que está empezando a aprender gallego. Sus años de estudios en Roma (teología) y su doctorado en Filosofía por la Universidad de Salamanca explican su perfil académico y su facilidad con las lenguas. 

"Ya estoy adaptado"

Lo que más ha sorprendido a sus feligreses es la rapidez con la que se ha integrado. “Ya estoy adaptado, me encanta el pulpo y llevo paraguas en el maletero”, declaró con humor. Una frase que lo ha convertido en un símbolo de la adaptación cultural de quienes llegan de lejos para echar raíces en Galicia.

También le gusta la empanada; en cambio, no come chorizo. Sobre el clima, admite que al principio le costó el frío y la lluvia pero que ahora consulta Meteogalicia antes de salir y siempre lleva paraguas en el coche

Su testimonio refleja el contraste entre su Camerún natal, donde creció en un entorno muy distinto, y la Galicia rural donde ahora ejerce su ministerio. Y sin embargo, asegura sentirse en casa.

El fenómeno de los sacerdotes extranjeros

La llegada de Cyriaque Ndzana no es un caso aislado. La falta de vocaciones en España ha abierto espacio a sacerdotes de África y Latinoamérica, especialmente en diócesis rurales. Según distintas fuentes eclesiales, en algunas diócesis españolas los sacerdotes extranjeros ya representan cerca del 20 % del clero activo, con una presencia notable en Galicia.

En su caso, más allá de cubrir una necesidad pastoral, su presencia ha aportado cercanía y vitalidad a comunidades que agradecen contar con un guía espiritual siempre disponible.

Pulpo, lluvia y sonrisa

Más allá de lo estrictamente pastoral, sus declaraciones han llamado la atención por lo cotidiano. Confiesa que el pulpo gallego es uno de sus nuevos platos preferidos y que el clima lluvioso no le resulta un obstáculo: “Siempre llevo un paraguas en el maletero”.

Ese detalle, anecdótico en apariencia, se ha convertido en símbolo de su integración: un gesto que lo acerca a la vida diaria de sus feligreses y que refuerza el vínculo con quienes lo acogen.

El sacerdote reconoce la nostalgia: lleva dos años sin poder volver a Camerún y echa de menos a sus siete hermanos, pero asegura que ha encontrado “una nueva familia” entre las comunidades que atiende en A Estrada. 

Enriquecer la vida comunitaria 

La historia de Cyriaque Ndzana es también reflejo de los retos de la Iglesia en Galicia. La falta de sacerdotes locales obliga a recurrir a clérigos extranjeros, pero su llegada no solo cubre un vacío: también enriquece la vida comunitaria con nuevas perspectivas y experiencias.

En A Estrada, la presencia de este párroco camerunés es vista como un regalo. Sus vecinos destacan su simpatía, su cercanía y su disposición para atender a todos.

De Camerún a Pontevedra, pasando por Moreira, Codeseda o San Paio, Cyriaque Ndzana ha demostrado que la fe y la cultura pueden unirse en un camino común. Su amor por el pulpo, su paraguas siempre a mano y su sonrisa constante son ya parte de la vida estradense.

Fuente: ReligiónConfidencial