Todos sabemos lo que cuesta perdonar y valoramos a quien es capaz de hacerlo. Pero, ¿no es más grande llevar pacientemente los defectos de otros?
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En el día a
día, en la convivencia, tenemos comprobado que perdonar es una muestra
grande de amor. Perdonar a los demás por lo que nos han hecho requiere un
acto voluntario que a veces cuesta y mucho. Tanto, que lo consideramos heroico
cuando se trata de ofensas grandes. Lo mismo pasa con los defectos de los
demás.
Y en la vida,
todos -tarde o temprano- experimentamos el dolor de una ofensa: alguien que nos
ha fallado, que nos ha mentido, que ha sido una persona infiel o desleal...
Cuanto más próxima es esa persona y cuanta más confianza habíamos depositado en
ella, la ofensa duele más.
Otro
"campo de batalla": los defectos de los demás
En cambio,
existe otro "campo de batalla" que quizá no valoramos
suficientemente: es el trato que damos a los defectos de los demás.
La Iglesia
Católica es muy clara en sus enseñanzas: perdonar es una de obra de
misericordia espiritual. Pero a continuación nos dice que otra obra de
misericordia es soportar pacientemente los defectos del prójimo. Y esto es
superior a la de perdonar las ofensas.
¿Y por qué
iba a ser superior?
Fabio Rosini,
autor del libro Solo el amor crea, explica que "el perdón es
ocasional, y está circunscrito a un ámbito: puede ser muy grave y doloroso,
pero de todos modos es algo limitado".
En cambio,
soportar pacientemente los defectos del prójimo implica una
prolongación en el tiempo, "duración, continuidad".
El santo
modelo de Job
Job es
ejemplo de cómo soporta no solo las desgracias (enfermedad, pobreza, muerte de
los hijos...) sino también las frases hirientes de su esposa.
Esto se hace
extensible a la familia: los comentarios inoportunos, las bromitas,
las faltas de responsabilidad de un pariente... van minando la convivencia y
pueden hacer que no queramos ver a esa persona, que la evitemos en los
encuentros o que un día estallemos en sus narices y le digamos que basta.
Soportar un día
y otro y otro los defectos de los demás requiere fortaleza y mucho amor
hacia ellos. Fortaleza por lo menos para tres cosas
1 | Utilizar
siempre la corrección fraterna, diciendo las cosas con claridad
pero siempre con cariño. Y para hacerlo hay que ser fuerte.
2 |Tener
la paciencia para esperar a que la otra persona asuma su
defecto y vaya corrigiéndose.
3 | Soportar que
no se corrige al ritmo que nosotros queremos.
Soportar con
paciencia no es tolerar
Aunque esté muy
difundida la palabra "tolerancia" en nuestra cultura como base para
la convivencia, tolerar es un nivel muy bajo de comprensión y de empatía.
Soportar, en
cambio, viene del latín sub-portare, sostener. Y
"paciencia" viene de patior, padecer. Soportar
pacientemente es voluntad de asumir la carga del otro, de llevarla yo, de
llevar al otro con sus cargas.
Los defectos
de los demás nos ayudan
Cuando
"soportamos pacientemente", acompañamos al otro en el camino de la
vida y lo ayudamos a reconducir, pero también somos conscientes de la
fragilidad humana, de lo vulnerables que somos los demás y nosotros mismos.
Por eso
soportar los defectos de los demás nos ayuda a reconocer nuestra propia
limitación, porque vemos que nosotros no somos más que los demás. Los
defectos del otro se convierten en espejo para ver nuestra condición humana,
que es imperfecta, y al mismo tiempo que estamos llamados a la grandeza del
amor y de la eternidad.
Dolors Massot
Fuente: Aleteia