EL PAPA PIDE ORACIÓN POR LA JOVEN MADRILEÑA MARÍA COBO EN LA VIGILIA DE TOR VERGATA

Durante la ceremonia, el Papa hace un alto en la escaleta y cita a la joven, que falleció en Madrid, donde tuvo que retornar tras encontrase mal en Los Alpes, durante la peregrinación al Jubileo

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A las cuatro de la tarde ya había casi medio millón de jóvenes congregados en la explanada romana de Tor Vergata, como ocurrió hace 25 años, esperando juntos a encontrarse con el Santo Padre. Francisco los congregó. León los acoge. Se esperaba que, a la llegada del Pontífice, a las 19:30 horas, rondasen el millón de asistentes. La magnificencia de las imágenes aéreas no se alejan de esta cifra.

Tras llegar desde el Vaticano en helicóptero y saludar, durante 45 minutos, a los jóvenes de todo el mundo, León XIV bajó desde el papamóvil en el pasillo central para portar la cruz de la esperanza, que llevó hasta el altar rodeado de jóvenes. Durante la ceremonia, el Papa hace un alto en la escaleta y cita a María Cobo, una joven madrileña que falleció en Madrid, donde tuvo que retornar tras encontrase mal en Los Alpes, durante la peregrinación al Jubileo —el cardenal Cobo pidió por ella durante las dos Eucaristías con españoles en Roma; María ha estado presente durante todo el viaje—, y a Pascale Rafic, egipcia que sufrió un infarto en un traslado en Roma. «La muerte las ha visitado en estos días, oremos juntos por ellas, por sus familiares, amigos, comunidades. Que Jesús resucitado las acoja en la paz y en el gozo de su reino». A continuación, pide oración por un joven murciano, Ignacio González, internado en el Bambino Gesú también durante la peregrinación a causa de una enfermedad.

La primera pregunta al Pontífice fue sobre la amistad. Una joven mexicana de 23 años. «Somos hijos de nuestro tiempo», le dijo el joven al Papa. «Vivimos en una cultura que nos pertenece y que, sin darnos cuenta, nos va moldeando; está marcada por la tecnología, especialmente en el ámbito de las redes sociales». Frecuentemente, asegura, «nos ilusionamos de tener muchos amigos y de crear relaciones cercanas, mientras que, cada vez, más seguido, experimentamos diversas formas de soledad. Estamos cerca y conectados con tantas personas y, sin embargo, no son relaciones verdaderas y duraderas, sino efímeras y comúnmente ilusorias».

«¿Cómo podemos encontrar una amistad sincera y un amor genuino que nos lleven a la verdadera esperanza? ¿Cómo la fe puede ayudarnos a construir nuestro futuro?», pregunta.

«Las relaciones con otras personas son indispensables para cada uno de nosotros, empezando por el hecho de que todos los hombres y mujeres del mundo nacen como hijos de alguien. Nuestra vida comienza con un vínculo y es a través de los vínculos que crecemos», responde el Papa. En este proceso, «la cultura juega un papel fundamental: es el código con el que nos entendemos a nosotros mismos e interpretamos el mundo».

Entre las muchas conexiones culturales que caracterizan nuestra vida, «internet y las redes sociales se han convertido en «una extraordinaria oportunidad de diálogo, encuentro e intercambio entre personas, así como de acceso a la información y al conocimiento» (Papa Francisco, Christus vivit)». Sin embargo, —estos instrumentos resultan ambiguos cuando están dominados por lógicas comerciales e intereses que rompen nuestras relaciones en mil intermitencias». Entonces «nuestras relaciones se vuelven confusas, ansiosas o inestables. Cuando el instrumento domina al hombre, el hombre se convierte en un instrumento: sí, un instrumento de mercado y a su vez en mercancía. Sólo relaciones sinceras y lazos estables hacen crecer historias de vida buena».

Y aquí cambia el idioma y el tono. En italiano, sintetiza su respuesta: «Queridos jóvenes, quereos entre vosotros y quereos en Cristo; ved a Jesús en los otros. La amistad puede cambiar verdaderamente el mundo, la amistad es el camino para la paz».

Sobre el valor de decidir

Otra peregrina, italiana de 19 años, le habla de los sueños. Esperanzas y dudas. «Nuestros años están marcados por las decisiones importantes que estamos llamados a tomar para orientar nuestra vida futura». Sin embargo, «por el clima de incertidumbre que nos circunda, la tentación de ir posponiendo tales decisiones y el miedo a un futuro desconocido nos paraliza». Sabemos, recalca, «que optar equivale a renunciar a algo y esto nos bloquea, a pesar de ello percibimos que la esperanza nos muestra objetivos alcanzables por más que estén marcados por la precariedad del tiempo actual».

«¿Dónde podemos encontrar el valor para decidir? ¿Cómo podemos ser valientes y vivir la aventura de la libertad auténtica, tomando decisiones radicales y cargadas de significado?», pregunta.

Responde León XIV que «la decisión es un acto humano fundamental. Observándolo con atención, entendemos que no se trata solo de elegir algo, sino de optar por alguien. Cuando elegimos, en sentido profundo, decidimos qué queremos llegar a ser». La opción por excelencia «es la decisión sobre nuestra vida: ¿qué tipo de hombre quieres ser?, ¿qué clase de mujer quieres ser?»

«Se aprende a elegir a través de las pruebas de la vida, y en primer lugar recordando que hemos sido elegidos» y «para ser libres, es necesario partir de un fundamento estable, de la roca que sostiene nuestros pasos. Esta roca es un amor que nos precede, nos sorprende y nos supera infinitamente: el amor de Dios. Por eso, ante Él la decisión es un juicio que no nos quita ningún bien, sino que siempre nos lleva a lo mejor», explica.

Recordando a san Juan Pablo II en aquel mismo lugar 25 años antes, afirma que «es a Jesús a quien buscáis cuando soñáis la felicidad; es Él quien os espera cuando no os satisface nada de lo que encontráis; es Él la belleza que tanto os atrae». El miedo «deja entonces espacio a la esperanza, porque estamos seguros de que Dios lleva a término lo que comienza». Y concluye esta respuesta: «Las opciones radicales y llenas de significado: el matrimonio, el orden sagrado y la consagración religiosa, expresan el don de uno mismo, libre y liberador, que nos hace auténticamente felices».

Última cuestión: la llamada al bien

En la última intervención, el peregrino señala que los jóvenes, a primera vista, «somos juzgados como una generación superficial e irreflexiva«, pero «en lo más profundo de nuestro ser, nos sentimos atraídos por lo bello y lo bueno como fuentes de verdad».

¿Cómo podemos encontrar verdaderamente al Señor Resucitado en nuestras vidas y estar seguros de su presencia incluso en medio de las pruebas y las incertidumbres?, pregunta.

«Nuestra comprensión de lo que es bueno refleja cómo nuestra conciencia ha sido moldeada por las personas que forman parte de nuestra vida; aquellas que fueron amables con nosotros, que nos escucharon con amor y que nos ayudaron», explica León. «Esas personas contribuyeron a modelarte en la bondad y, por lo tanto, a formar tu conciencia para buscar el bien en tus decisiones de cada día».

«Jesús es el amigo que siempre nos acompaña en la formación de nuestra conciencia. Si realmente quieren encontrar al Señor resucitado, escuchen su palabra, que es el Evangelio de la salvación. Reflexionen sobre su forma de vivir y busquen la justicia para construir un mundo más humano. Sirvan a los pobres y den testimonio así del bien que siempre nos gustaría recibir de nuestros vecinos. Adoren a Cristo en el Santísimo Sacramento, fuente de vida eterna. Estudien, trabajen y amen siguiendo el ejemplo de Jesús, el buen Maestro que siempre camina a nuestro lado».

Tras citar de nuevo a san Agustín, el Papa concluye: «¡Cuánto necesita el mundo misioneros del Evangelio que sean testigos de justicia y paz! ¡Cuánto necesita el futuro hombres y mujeres que sean testigos de esperanza! Queridos jóvenes, ¡esta es la tarea que el Señor resucitado nos confía a cada uno de nosotros!». Su oración, constata, «es que perseveren en la fe, con gozo y valentía».

Cristina Sánchez Aguilar

Fuente: Alfa y Omega