Tal vez no lo entendamos, pero de vez en cuando las sacudidas que llegan a nuestra vida son permitidas por Dios, con el propósito de que lo miremos a Él
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A todos nos ha
pasado algo semejante: cuando todo parece ir bien en nuestra vida, de repente
nos llegan situaciones imprevistas. En ocasiones, son de poca importancia y de
fácil solución, pero en otras se aparecen como fuertes sacudidas que nos
cambian por completo la manera en la que vivíamos hasta ese momento.
Una vida
cómoda, pero sin Dios
Sucede que
quizá nuestra vida se ha convertido en una rutina cómoda. Solo nos preocupamos
por solventar nuestras necesidades materiales, pero a Él lo hemos dejado en el
olvido, tal vez para más adelante, cuando no tengamos tantas actividades y
compromisos. Como si quisiéramos reservarlo para nuestra vejez. Pero, ¿quién
nos asegura que llegaremos a ella?
Dice el padre Rubén
Darío García que quizá estamos tan acostumbrados al pecado que nos
hemos vuelto ciegos. El corazón se ha convertido en un árido desierto y no
deseamos salir de él. Entonces, en medio de esta hiperactividad, de esta
comodidad sin Dios, nos encontramos de frente con la insatisfacción y la
infelicidad
El Señor nos
sacude
Por eso, puede
ocurrirnos lo que dice el salmo
28:
Dios nos habla
con su voz potente para que despertemos de nuestra abulia. Por eso el Señor
sacude nuestro desierto de Cadés, ¿y cómo lo hace? dice el padre Rubén Darío
que puede sacudirnos con una enfermedad, un fuerte problema económico, una
situación difícil con algún hijo, una dificultad en tu hogar.
Te está
sacudiendo para que lo mires a Él. Para que te fijes en Él. Para que vuelvas
tus ojos y tu alma a Él y supliques que te saque de ese desierto espiritual,
que te ayude a soportar la carga y que recuerdes que nada en este mundo te
llevarás a la eternidad.
Pero tengamos
la certeza de que todo pasará, y que el alma que se entrega a Dios sabe, como santa
Teresa, que no debe temer:
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia