La liturgia tiene muchos signos que ayudan a la asamblea a entender cómo adorar a Dios. Uno de ellos es el incienso, que tiene un profundo significado
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Alexander Canas Arango |
La liturgia
católica tiene muchos ritos que impactan los sentidos de quienes asisten a sus
celebraciones. El uso de signos deja en claro a los fieles que se trata de
adorar a Dios con todo su ser, y que los elementos que la componen tienen un
origen muy antiguo, como es el caso de incienso.
Desde el
Antiguo Testamento
Encontramos, en
el libro del Éxodo, las instrucciones que Dios dio a Moisés para presentarle
sus ofrendas y sacrificios. Después de consagrar a Aarón y sus hijos como
sacerdotes y levantar el altar para el holocausto, en el capítulo 30 le pide un
altar exclusivo para el incienso:
"También
harás un altar para quemar el incienso [...] Todas las mañanas, al preparar las
lámparas, Aarón deberá quemar en él incienso aromático; y a la hora del
crepúsculo, cuando vuelva a arreglar las lámparas, lo hará nuevamente. Y
ustedes presentarán constantemente delante del Señor esta ofrenda de incienso
aromático, a través de las generaciones".
(Ex 30,
1; 7-8).
Y en el
Nuevo Testamento
La Iglesia
adoptó su uso en la liturgia porque es una manera de recordar nuestro deber de
adorar a Dios, a quien suben nuestras oraciones como el humo del incienso (Salmo
141).
Por eso los
magos de oriente regalaron incienso al Niño Jesús, Dios hecho hombre (Mt 2,
11).
También
encontramos su uso en el último libro del Nuevo Testamento, el Apocalipsis:
"Y vino
otro Ángel que se ubicó junto al altar con un incensario de oro y recibió una
gran cantidad de perfumes, para ofrecerlos junto con la oración de todos los
santos, sobre el altar de oro que está delante del trono. Y el humo de los
perfumes, junto con las oraciones de los santos, subió desde la mano del Ángel
hasta la presencia de Dios" (Ap 8,
3-4).
La liturgia
y las ocasiones solemnes
Es frecuente
ver que, cuando se trata de una ocasión solemne, se utilice el incensario.
Puede ser durante la Misa del pueblo, cuando preside algún obispo, en la toma
de posesión de un nuevo párroco, en un funeral, en la consagración de un nuevo
altar, en la exposición del Santísimo, en procesiones...siempre tendrá el mismo
significado: adoración, oración y ofrecimiento a Dios.
El obispo
mexicano Víctor Alejandro Aguilar explica que, al presentar los dones en la
santa Misa, se inciensa tres veces: la primera, que realiza el obispo o el
sacerdote, es al altar porque significa la presencia de Cristo, cabeza de la
Iglesia - y que es el único lugar que besan los sacerdotes, por cierto -.
En seguida, el
acólito o diácono toma el incensario y se dirige con el presidente de la
asamblea -sacerdote u obispo- quien preside en la Persona de Cristo -si hay
concelebrantes, se les inciensa después del celebrante principal- ; y
finalmente, da vuelta hacia el pueblo, cuerpo místico de Cristo. "Somos el
Cristo total", dijo el obispo.
Como nos damos
cuenta, nos unimos a la Iglesia universal para adorar a Dios en un sencillo
signo con el que le damos honor y gloria, y le rogamos que siempre escuche
nuestras súplicas.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia