La fe se transmite, entre otras cosas, en la compañía, en el servicio y en los pequeños gestos del trato con Dios
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Definitivamente
existe una gran importancia de transmitir la fe desde la infancia. Si alguien
pregunta ¿cómo?, podríamos decir que la fe se transmite, entre otras cosas, en
la compañía, en el servicio y en los pequeños gestos del trato con Dios. Por
supuesto que influyen muchos factores. Pero, al alcance de todos los
niños, hay un oficio precioso para los hijos: ser monaguillos.
Es curioso que
todos los que, en la infancia, fueron monaguillos atesoran esa época de su vida
con gran agrado y gratitud. Ya lo dijo el Señor: "Dejad que los niños se
acerquen a mí" (Mc 10, 14).
Y es que, para
un alma, también para la de un niño, no existe nada que produzca más
satisfacción que servir sin esperar nada a cambio. ¡Y cómo crece aún más
nuestro gozo cuando se trata de servir al mismísimo Dios en el altar! ¡Cómo lo
hacen los ángeles en el cielo!
San Tarcisio, patrono
de los monaguillos, era un ayudante de apenas once años de los
sacerdotes de la Roma del siglo III. Fue martirizado en actitud de servicio y
entrega en la Vía Apia cuando unos paganos lo descubrieron mientras llevaba la
sagrada comunión a los cristianos encarcelados. Le apedrearon hasta la muerte,
pero él no entregó la sagrada comunión.
Pero, ¿por
qué animar a nuestros hijos a ser monaguillos?
"Es una
tarea importante, que os permite estar muy cerca del Señor y
crecer en una amistad verdadera y profunda con él. Custodiad
celosamente esta amistad en vuestro corazón como san Tarsicio, dispuestos a
comprometeros, a luchar y a dar la vida para que Jesús llegue a todos los
hombres". (Benedicto XVI, 4 de
agosto de 2010).
Como padres, la
tarea de la educación a los hijos muchas veces nos es ardua y requiere de mucha
paciencia y perseverancia. Tal vez sean pocos los padres que verdaderamente se
hayan parado a reflexionar sobre las virtudes que sus hijos pueden adquirir a través
del servicio de monaguillo. Quizás nos sorprenderíamos al analizar los
beneficios que les aporta en su formación personal, espiritual y cultural.
¿Sabes cuáles son?
Beneficios
de ser monaguillo
- El oficio de monaguillo instruye a los niños en el
orden, cuidado y saber estar. Aprenderán a servir poniendo amor y buscando
la belleza en los pequeños detalles.
- El oficio de monaguillo enseñará a los niños a ser
responsables y puntuales. Adquieren desde pequeños sensatez y
compromiso con la Santa Misa.
- Ya lo dice el refranero popular: si quieres tener
un hijo pillo, mételo a monaguillo. Es evidente que todo
monaguillo se vuelve diestro y eficaz. Pues si algo falla o falta
durante la liturgia son ellos los encargados de resolverlo con habilidad y
rapidez.
- El oficio de monaguillo fomenta el
compañerismo entre los niños. Aprenderán a compartir y distribuir
las tareas. Los más mayores enseñarán y guiarán a los monaguillos más
pequeños.
- El oficio de monaguillo instruye a los niños en la
liturgia y en la rica cultura de la Iglesia.
- El oficio de monaguillo hace crecer en la
piedad (participación en la oración) y en la fortaleza (entrega
física y espiritual).
- El oficio de monaguillo enseña desde pequeño
a amar, reverenciar y alabar a Dios.
Camino de fe
Por tanto, si
tienes cerca a algún monaguillo, colabora a que se sienta orgulloso de lo que
hace, reza por él. Ayúdale para que aprenda poco a poco a convertir sus
acciones en oraciones y crezca en su camino de fe.
Miriam Esteban
Benito
Fuente: Aleteia