JUAN PABLO II INSTÓ AL MUNDO MODERNO A VALORAR A LOS ABUELOS

La sociedad moderna tiende a descuidar a los mayores y a los abuelos, sin ver en ellos ningún valor que pueda beneficiar a la economía

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En el vertiginoso mundo actual se hace mucho hincapié en los jóvenes, ya que son los que aportan el beneficio más inmediato a los intereses económicos mundiales. Son el futuro, y las empresas se centran en satisfacer sus necesidades y deseos. Los ancianos, los abuelos, en cambio, suelen ser descartados por la sociedad, ya que se les considera individuos que no producen nada que merezca la pena. Se trata de un punto de vista erróneo, que todos los papas recientes, desde san Juan Pablo II hasta León XVI, han comentado.

Una riqueza de valor

San Juan Pablo II habló de ello en varias ocasiones, como durante un mensaje del Ángelus en 1999. En primer lugar, explica cómo ve el mundo moderno a los abuelos:

"En las sociedades industrializadas y tecnológicamente avanzadas, la condición de los ancianos es ambivalente: por una parte, están cada vez menos integrados en el tejido familiar y social; pero, por otra, su papel es cada vez más importante, sobre todo para el cuidado y la educación de los nietos".

Y añade:

"De hecho, las parejas jóvenes encuentran en los abuelos una ayuda indispensable". Así pues, por un lado, se margina a los ancianos y, por otro, se les busca. Todo esto revela el desequilibrio típico de un modelo social dominado por la economía y el beneficio, que tiende a penalizar a los grupos "no productivos", considerando a las personas más por su utilidad que por sí mismas".

Abuelos: fuente de sabiduría

En lugar de verlos bajo esta luz, san Juan Pablo II instó a la sociedad moderna a valorar sus aportaciones, especialmente como fuente de sabiduría:

La llamada 'tercera edad' es ante todo un valor en sí misma por el hecho mismo de que la vida se prolonga y la vida es un don de Dios. También aporta algunos 'talentos' especiales debido a la riqueza de experiencias, conocimientos y enseñanzas que poseen los ancianos. Por eso, en todas las culturas, la vejez es sinónimo de sabiduría y sentido común".

Los ancianos son personas humanas, y tienen un valor inherente por el hecho de ser hijos de Dios. Además, su riqueza de años puede proporcionar agudas percepciones de las que la siguiente generación puede aprender.

Como católicos, es vital que mantengamos la dignidad de los abuelos y les apoyemos en su vejez. Aunque la sociedad esté dispuesta a descartarlos, debemos honrarlos y valorar sus vidas.

Philip Kosloski

Fuente: Aleteia