La sociedad moderna tiende a descuidar a los mayores y a los abuelos, sin ver en ellos ningún valor que pueda beneficiar a la economía
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De Visu | Shutterstock |
En el
vertiginoso mundo actual se hace mucho hincapié en los jóvenes, ya que son los
que aportan el beneficio más inmediato a los intereses económicos mundiales.
Son el futuro, y las empresas se centran en satisfacer sus necesidades y
deseos. Los ancianos, los abuelos, en cambio, suelen ser descartados por la
sociedad, ya que se les considera individuos que no producen nada que merezca
la pena. Se trata de un punto de vista erróneo, que todos los papas recientes,
desde san Juan Pablo II hasta León XVI,
han comentado.
Una riqueza
de valor
San Juan Pablo
II habló de ello en varias ocasiones, como durante un mensaje del Ángelus en 1999. En primer lugar, explica cómo ve el mundo
moderno a los abuelos:
"En las
sociedades industrializadas y tecnológicamente avanzadas, la condición de los
ancianos es ambivalente: por una parte, están cada vez menos integrados en el
tejido familiar y social; pero, por otra, su papel es cada vez más importante,
sobre todo para el cuidado y la educación de los nietos".
Y añade:
"De hecho,
las parejas jóvenes encuentran en los abuelos una ayuda indispensable".
Así pues, por un lado, se margina a los ancianos y, por otro, se les busca.
Todo esto revela el desequilibrio típico de un modelo social dominado por la
economía y el beneficio, que tiende a penalizar a los grupos "no
productivos", considerando a las personas más por su utilidad que por sí
mismas".
Abuelos:
fuente de sabiduría
En lugar de
verlos bajo esta luz, san Juan Pablo II instó a la sociedad moderna a valorar
sus aportaciones, especialmente como fuente de sabiduría:
La llamada
'tercera edad' es ante todo un valor en sí misma por el hecho mismo de que la
vida se prolonga y la vida es un don de Dios. También aporta algunos 'talentos'
especiales debido a la riqueza de experiencias, conocimientos y enseñanzas que
poseen los ancianos. Por eso, en todas las culturas, la vejez es sinónimo de
sabiduría y sentido común".
Los ancianos
son personas humanas, y tienen un valor inherente por el hecho de ser hijos de
Dios. Además, su riqueza de años puede proporcionar agudas percepciones de las
que la siguiente generación puede aprender.
Como católicos,
es vital que mantengamos la dignidad de los abuelos y les apoyemos en su vejez.
Aunque la sociedad esté dispuesta a descartarlos, debemos honrarlos y valorar
sus vidas.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia