A la madre de
esta joven numeraria, fallecida en mayo, le consuela pensar que se hizo todo lo
posible en lo médico y en lo espiritual, a pesar de este desenlace
 |
Belén (arriba centro) con su familia. Foto cedida por Susana Herrera |
—Belén, su
hija mayor, se fue en tres días.
—Todo empezó en noviembre con un ganglio inflamado. En abril le diagnosticaron
un desorden autoinmune y le pusieron tratamiento. Era numeraria del Opus Dei y
en Semana Santa se fue a Sevilla para un curso, con permiso médico. Al volver
el domingo de Pascua, 20 de abril, le dolía mucho la cabeza. El lunes la
ingresaron diez días en el Hospital HM Sanchinarro para tratarle
preventivamente una posible meningitis. La noche del 2 al 3 de mayo ingresó
otra vez con mucho dolor. En cuatro horas se complicó todo y pasó a la UCI. Yo
estaba en Pamplona y cuando llegué el sábado ya no estaba consciente. El Día de
la Madre, domingo 4 de mayo, pensábamos que iba a salir. Pero el lunes me llamó
la jefa de Medicina Interna y me dijo que la analítica era catastrófica y veían
improbable que lo superara. Vino un sacerdote amigo a rezar allí con
nosotros.
El 6 se
fue. La causa fue una meningitis por una activación macrofágica [una
complicación de las enfermedades autoinmunes, N. d. R.].
Según nuestra
segunda hija, Paula, «los tiempos han sido perfectos». Con un accidente no
habríamos tenido el consuelo del despliegue médico que hubo con ella. Y Belén
no habría llevado bien algo más largo, como un cáncer. Era muy inquieta y le
encantaba ayudar.
—Se organizó
una gran cadena de oración. ¿En algún momento sintieron que todo eso se
había perdido?
—Por suerte, nunca. Ha sido un consuelo saber que se hizo todo lo posible. El
hospital se volcó, médicamente no podían haber hecho más. De hecho, nos
pidieron permiso para sacar muestras e intentar entender cómo era posible que
no saliera adelante con 20 años y sin patologías previas. La jefa de Medicina
Interna, una mujer de fe, nos dijo que sentía esa necesidad. Y en lo
sobrenatural, además de las cadenas de oración recibió dos veces la Unción y
nos trajeron y rezamos con varias reliquias de primer grado, aceite del Líbano,
agua bendita, sal exorcizada.
Ha sido una
oportunidad de ver que como el cielo se empeñe en llevarse a alguien para una
misión, nada se interpone. Nos alegra entenderlo así porque los planes de Dios
son un misterio, pero siempre para bien. Pensamos que urgía que estuviera allá
arriba, no entendemos por qué. Creo que ahora, sin la limitación del tiempo,
Belén está desatada. Nos han llegado noticias ya de varios favores.
—Tienen
otros seis hijos, de 4 a 20 años. ¿Cómo lo vivieron ellos?
—Les dije que teníamos que llorar mucho porque si no íbamos a enfermar. Ayudó
que el velatorio fuera largo, nos ayudó a tener tiempo después de que todo
fuera tan acelerado. En la Obra se suele velar a los célibes en sus
centros. Su otra
familia, la gente de su casa, se volcó. Fue bellísimo y muy especial,
dentro de lo doloroso. Incluso Álvaro, el pequeño, estuvo y la vio. El salón
estaba lleno de gente muy joven rezando con mucho fervor y de personas de todo
tipo de realidades eclesiales.
—¿Cómo están
ahora que han pasado ya dos meses y medio?
—Yo me he sentido con una fortaleza muy prestada. Al principio te confronta el
pensar: «Si teniendo fe me siento mal, ¿qué es la fe? ¿Una sugestión?». Pero
no, es real. Estamos viviendo el anhelo del cielo: creemos que Belén está allí
y tenemos que llegar como sea. Nos ayuda sostenernos entre nosotros y con los
niños. Nuestros otros seis hijos tienen derecho a unos padres fuertes y
felices.
La
doctora me dio una carta de san Luis Gonzaga a su madre cuando iba a morir que
me ha ayudado mucho. Le decía que desde arriba la iba a poder ayudar más y que
su separación era temporal. No te queda otra que aprender a reconstruir una
nueva relación con tu hija, que no es física pero sí real y sobrenatural.
Estamos aprendiendo a hablarle; tenemos fotos de ella por la casa, muchas
grabaciones. Sobre todo por Álvaro, que es muy pequeño. En su cumpleaños fuimos
al cementerio. Y nos consuela comprobar que la Iglesia tiene iniciativas que
responden a una situación tan tremenda.
—¿Sabe la
gente permanecer acompañando en un duelo, que es largo?
—Se sigue haciendo presente, organizando cosas, diciendo «nos acordamos»,
aunque sea por WhatsApp. La tecnología es un aliado. Pero no tan eficaz como la
oración. Incluso si físicamente no es posible estar, sentimos la comunión de
los santos. Y qué eficaz es. Nos hemos visto desbordados con tanto afecto. De
hecho, ahora necesitamos recogernos un poco. Nos vamos con los pequeños un par
de años a Estados Unidos. La posibilidad surgió cuando estábamos con las
pruebas de Belén y ella nos animaba.
Posibles
favores
Herrera y su
marido están en contacto con el postulador del Opus Dei para saber cómo
gestionar las noticias de posibles favores de Belén. «Son bastantes de gente
que ha aprobado cosas y de temas de salud; algo muy de Belén porque estudiaba
Medicina». Han habilitado el correo muchasgraciasbelen@gmail.com.
«Era una chica a la vez normal y extraordinaria, alegre y profunda». Si que se
abra su causa de canonización «y se difunda su entrega ayuda a que la gente
intensifique su relación con Dios, lo facilitaremos. Pero con la tranquilidad
de que no lo necesitamos».
María Martínez López
Fuente: Alfa y
Omega