LOS EREMITAS: EL ORIGEN DE LA VIDA MONÁSTICA

El estilo de vida de los eremitas cristianos se remonta al siglo III, donde tomó forma porque los ascetas buscaron espacios solitarios para entregarse a Dios

Desierto del Sinaí (Egipto).Kochneva Tetyana I Shutterstock

La historia de la Iglesia es fascinante. En ella encontramos la raíz de la institución que es actualmente. Por eso es interesante conocer sus orígenes para entenderla y amarla. Y uno de esos casos es el de los eremitas.

Eremitas, ermitaños o anacoretas

La Enciclopedia católica explica que los "Ermitaños (eremites, “habitantes de un desierto”, del griego eremos), también llamados anacoretas y eremitas, fueron hombres que huyeron de la sociedad de sus semejantes para vivir solos en retiro. 

Estos hombres habían sido seducidos por Dios y buscaban tener un encuentro más profundo con Él, apartados de la civilización. Por eso, se refugiaban en lugares lejanos, aunque, a veces, no era precisamente en el desierto.

Fray Julián Cos, sacerdote dominico, explica en su libro Historia de la espiritualidad cristiana estos hombres fueron los primeros religiosos. Era mal visto que las mujeres salieran de la ciudad para ir a vivir solas en medio del campo, ya que "Eso solo lo hacían las prostitutas, las delincuentes, las brujas o las «endemoniadas»".

El sacerdote español escribe que, para entender el monacato antiguo primitivo, hay que tomar en cuenta que en el mundo antiguo se distinguían cuatro espacios concéntricos:

"En el centro estaba la polis: donde vivía la gente;
en torno a ella se encontraba el agro: la zona agrícola, donde se cultivaban los campos;
después estaba la jorá: la zona forestal y ganadera, donde se cortaba madera y se pastoreaba el ganado;
y por último, se hallaba el amplio éremos: la pura naturaleza, una zona 'vacía', inhabitada, donde no regían las leyes de la polis, y en la que vivían las bestias, los bandidos y los 'demonios'".

Se identifica al éremos con el desierto porque es la tierra de nadie, un lugar deshabitado y vacío. Pero también porque en Egipto y otras zonas donde surgió el monacato primitivo existe un clima desértico.

Inicia la vida monástica

Esta decisión de alejarse de las ciudades fue en gran parte porque deseaban entregarse a Dios en cuerpo y alma, y apartarse del mundo de pecado y las tentaciones.

Y lo mejor: daban un valioso testimonio a los cristianos de las ciudades sobre la verdad del Evangelio predicado por Jesús. Por eso, la distancia física no representaba un obstáculo para que los eremitas influyeran en la Iglesia, ya que, por su fama santidad, muchas personas acudían a ellos para pedirles consejo o ayuda espiritual.

Con el tiempo, se transformó la vida en solitario en comunidades. Dice Fray Julián Cos que:

"Poco a poco se fueron uniendo a ellos otros cristianos que buscaban vivir su modo de vida, creándose las primeras colonias de eremitas en torno a ellos, los cuales pasaban a ser abbas, es decir, padres espirituales".

Y finalmente, estos padres del desierto vivieron bajo una regla:

"Llegado el siglo IV, algunos anacoretas decidieron vivir en comunidad bajo una Regla de vida, naciendo así la vida cenobítica o comunitaria. El primer impulsor de esta forma de vida fue san Pacomio Tabenense (290-346)".

San Pacomio después fundó otros monasterios masculinos y femeninos que estaban bajo el cuidado de un abad - o abadesa - que es el encargado del monasterio y padre espiritual de los monjes.

Mónica Muñoz

Fuente: Aleteia