![]() |
El padre Tolton, revestido con alba y estola. Dominio público |
Cuando nació en Brush
Creek, Misuri, en 1854, sus padres eran esclavos, por lo que, automáticamente,
el bebé Augustus Tolton adquiría la misma condición de sus
progenitores. En 1862, en plena Guerra Civil, su madre escapó con él y otros
dos hijos, cruzando el río Misisipi hacia Quincy, Illinois, donde obtuvieron la
libertad. Atrás quedaba la familia católica que les había esclavizado durante
años...
Aunque su situación,
evidentemente, mejoró, Augustus y sus hermanos tuvieron que soportar las
burlas, los menosprecios y los insultos racistas, tanto en las
escuelas católicas como en otras a las que asistieron. Los que le conocieron le
definían como un niño cariñoso y sumamente inteligente, algo que no
pasó desapercibido para uno de los sacerdotes de la escuela, el padre Peter
McGirr, un inmigrante irlandés, que descubrió en él «unos dones
excepcionales y una posible vocación», como han explicado sus
biógrafos y recoge la publicación estadounidense OSV News.
A la espera de un milagro
El obispo auxiliar emérito de
Chicago, monseñor Joseph N. Perry,
que también es el vicepostulador de la causa del venerable Augustus Tolton,
aseguró durante la convención que «hablamos de una persona que vivió el
Evangelio de Jesucristo de manera extraordinaria en
las difíciles condiciones de su tiempo». Por eso instó a los presentes a rezar
para obtener un milagro por su intercesión «para que pueda ser declarado beato». El 12 de junio de 2019, el
Papa Francisco promulgó un
decreto que reconocía las virtudes heroicas del padre Tolton, otorgándole el
título de Venerable.
Pero regresemos a
Quincy, Illinois, donde vivía el joven Augustus, y donde tuvo que soportar una
humillación aún mayor. Ninguno de los seminarios católicos a
los que acudió estuvo dispuesto a aceptarle por el color de su piel. El padre
Peter McGirr, que seguía confiando en las capacidades y en el llamado al
sacerdocio de Augustus, logró que fuera admitido en un seminario en Roma y allí
fue ordenado sacerdote en 1886.
Regresó a Estados
Unidos convertido en el primer cura negro del país, pero no por eso
se diluyeron los prejuicios. Destinado a su ciudad, Quincy, «pronto se hizo
evidente que las dotes pastorales y las homilías del padre Tolton eran
excepcionales», refieren sus biógrafos. Fue asignado a la iglesia de San
José, una pequeña comunidad negra extremadamente pobre. Al poco tiempo,
católicos blancos de toda la ciudad también asistían a San José, entusiasmados
con los sermones del padre Tolton y con su don para acoger a todos. Eso provocó
la envidia de algunos sacerdotes católicos, como él, y de numerosos pastores
evangélicos negros, que veían cómo muchos de sus feligreses abandonaban sus
iglesias para asistir a las misas del joven sacerdote. El obispo local
finalmente decidió trasladarle a la archidiócesis de Chicago en 1889.
Allí reinició su vida
y fundó la parroquia de Santa Mónica en el South Side de
Chicago, y desplegó un activo apostolado para evangelizar a los afroamericanos
de la ciudad. Era una época de profunda discriminación racial,
donde incluso en los trenes había vagones para negros.
«El agotamiento
personal, la pobreza de su parroquia perpetuada por la negación sistemática
de oportunidades para las familias negras debido a su raza y la falta de
cuidado de su propia salud fueron probablemente factores detrás de la trágica
muerte del padre Tolton el 9 de julio de 1897. Tenía solo 43 años, pero su
virtud y su ejemplo fueron recordados por muchos en su propia época y
hasta nuestros días», refieren sus biógrafos.
Ya está en marcha una
iniciativa para rodar una película que recoja la vida de este sacerdote
católico que, quizás pronto, veamos subir a los altares.