Cuando convives con una persona estás "obligado" a perdonar, a ser humilde, a ser generoso y atento.
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Aunque la idea podría tener ciertos inconvenientes, ReligiónEnLibertad analiza diversas fuentes y versículos de la Biblia y sugiere siete razones por las que los sacerdotes podrían beneficiarse de ello... y dos inconvenientes para llevarlo a la práctica.
1. Apoyo fraterno y emocional
La soledad es uno de los principales problemas de la vida de los
sacerdotes según todas las encuestas. Por lo que vivir en comunidad permitiría
a los curas acompañarse mutuamente en
los desafíos personales y ministeriales.
La vida sacerdotal puede ser en ocasiones muy solitaria. Fomentar la
fraternidad podría ayuda a reducir el
aislamiento y el agotamiento emocional.
"En esto conocerán todos que sois
mis discípulos: si tenéis amor los unos
por los otros" (Juan 13:35).
2.
Oración y vida espiritual compartida
Rezar juntos es algo a lo que los miembros de órdenes religiosas y los
laicos con familia están muy acostumbrados, sin
embargo es una escena rara entre los sacerdotes diocesanos –o que no
pertenezcan a ninguna comunidad religiosa–.
Compartir momentos de oración, la liturgia de las horas, la adoración o
retiros comunitarios podría fortalecer
la vida espiritual de cada sacerdote y, además, mantendría el sentido
último del llamado al ministerio. Cuando las debilidades humanas aparecen,
tener a alguien al lado, que te sostenga en la fe, puede ser un auténtico
salvavidas en medio de la marea.
"Donde
dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos"
(Mateo 18:20).
3.
Discernimiento y toma de decisiones más equilibradas
Aunque está claro que el gobierno de una parroquia no es algo
"mancomunado", sino que corresponde, en primer lugar, al párroco –y,
así mismo, con los diferentes cargos que ostenten lo sacerdotes que compartan
hogar–, viviendo en comunidad se podría compartir mejores perspectivas y
consejos sobre situaciones pastorales complejas, lo
que podría favorecer un discernimiento más sabio y prudente de las cosas.
El poder volver a casa y cambiar impresiones con un hermano en el
ministerio, que haya atravesado
experiencias similares, sería enormemente útil.
"Fieles son las heridas del amigo, pero engañosos los besos del enemigo" (Proverbios
27:6).
4. Mejor
testimonio de comunión eclesial
Una comunidad sacerdotal visible daría
un gran testimonio del ideal evangélico de unidad, lo que impactaría
positivamente en los fieles y en la vida parroquial. Que los fieles puedan ver
en sus sacerdotes el mandato evangélico de "mirad cómo se aman"
sería, sin duda, algo realmente evangelizador.
"Más
valen dos que uno... porque si uno cae, el otro lo levanta"
(Eclesiastés 4:9-10).
5.
Distribución más ecuánime del trabajo pastoral
Dependiendo de los cargos que tengan los sacerdotes que convivan, en
comunidad los curas podrían coordinar mejor la atención a distintas parroquias
o tareas ministeriales, evitando la
sobrecarga de unos y la inactividad de otros.
"Hay
diversidad de dones, pero un mismo Espíritu... y a cada cual se le da la
manifestación del Espíritu para el bien común" (1 Corintios 12:4-7).
6.
Crecimiento humano y madurez personal
El roce cotidiano con otra persona totalmente distinta ayuda a corregir
ciertas actitudes, y a cultivar virtudes como la paciencia o el diálogo, para
el fin último que no es otro que asemejarse mejor a Cristo. Cuando convives con una persona estás
"obligado" a perdonar, a ser humilde, a ser generoso y atento.
"¡Mirad
qué bueno y qué delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!"
(Salmo 133).
7.
Eficiencia económica y logística
Compartir gastos, recursos y responsabilidades (como el mantenimiento de
la casa, la alimentación, el transporte...) es
más eficiente y puede aliviar la carga individual, permitiendo una mayor
dedicación pastoral.
Además, una
comunidad sacerdotal ahorraría gastos a las diferentes parroquias a las que
pertenecieran estos sacerdotes. A su vez, cada parroquia podría aportar un porcentaje económico para el
mantenimiento de la vivienda común.
La gestión de un hogar común podría aparejar la creación de ciertos roles
en el día a día que darían una mayor
vocación de servicio a todos los miembros de la casa.
"Todos
los creyentes vivían unidos y tenían todo en común" (Hechos 2:44).
J. C. M.
Fuente: ReL