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Alicia Latorre Cañizares, presidente de la Federación Española de asociaciones Provida. Dominio público |
Reproducimos íntegramente su
reflexión.
¿En qué parte de la
historia quieres estar?
Lo más grave de un mal es no reconocerlo, tolerarlo, justificarlo
o, peor aún, quererlo convertir en un bien, en un derecho. Hace 40 años que el
aborto entró en España con máscara de excepción, de compasión y ayuda, entre
mentiras e intereses y, de manera letal, ha ido empoderándose y destruyendo
vidas, derechos y conciencias.
Fue un 5 de julio de 1985, y ese mismo día, tras 25 años de
impunidad, mordaza y manipulación, otra ley pretendió que fuera un derecho,
aunque matar nunca pueda serlo. Son en torno a tres
millones, según las cuestionables cifras oficiales, las vidas humanas que ha
segado el aborto, vidas valiosas, insustituibles,
inocentes. Vidas arrancadas de las entrañas de sus madres por procedimientos
crudelísimos que se ocultan o dulcifican.
Mujeres destrozadas y con
secuelas mucho más graves que los problemas a los que entonces debían hacer
frente. Hombres, familias enteras, sociedad envejecida e insuficiente. Todos
damnificados hasta un grado difícil de imaginar. Y, peor aún, con
muchas conciencias anestesiadas o confundidas al pretender convertir el mal en
bien, un acto intrínseca y objetivamente malo en una opción
válida, en un derecho.
Pero al hablar de estos 40 años no se puede presentar solo la cara
de los que han promocionado y se han enriquecido del aborto, de los que han
sembrado e impuesto contravalores. Es importante agradecer y valorar
a las asociaciones que, desde antes que existiera la ley
canalla, se “arremangaron” para ayudar a las mujeres que se
vieron solas, señaladas o abandonadas por su embarazo, a
aquellos que las pusieron en marcha y a quienes se han ido incorporando y
siguen al pie del cañón a pesar de 40 años de dificultades, presiones e
incomprensiones.
No son asociaciones o personas sólo antiaborto o anticultura de la
muerte, que por supuesto, lo son. Son algo más, son PROVIDA, están a favor de
toda vida humana, desde el primer momento de su existencia hasta su fin natural
y en cada momento, sin excepción. Valoran TODAS las vidas humanas, investigan y
promueven una medicina ética, verdaderamente avanzada y al alcance de todos,
proporcionan recursos efectivos en los momentos de mayor vulnerabilidad,
divulgan la cultura de la vida, ayudan a sanar heridas… ¡Cuántas vidas
literalmente salvadas y cuántas otras acompañadas, cuidadas, recuperadas!
Es momento de reflexión y de posicionamiento activo. La tibieza o
indiferencia consolidan la cultura de la muerte. Apostar por la vida es abrir
los ojos y construir, sembrar el bien y hacer cuanto está en nuestras manos. Y
no bajar los brazos. Cada uno decide en qué parte de la historia quiere
estar.
Fuente: ReligiónConfidencial