La religiosa franciscana Angela Musolesi acaba de publicar Tú eres mi ruina, un libro en el que cuenta sus vivencias junto al padre Gabriel Amorth, el célebre exorcista instituido por Juan Pablo II
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Sor Angela Musolesi, autora de 'Tú eres mi ruina'. |
Entrevista a
la hermana Angela Musolesi
Durante casi
30 años, la religiosa franciscana Angela Musolesi se mantuvo
al lado del padre Gabriel Amorth, el exorcista de la Santa Sede, en
su lucha contra el demonio. Ahora acaba de publicar Tú eres mi ruina (San
Pablo) para recordar que Dios tiene poder sobre Satanás, pero que éste también
tiene la capacidad de atormentarnos de muchos modos aunque el mundo («y tantos
sacerdotes y obispos», dice) cada vez crea menos en su existencia.
Habla con
una fuerza y una energía que desmienten su aparente fragilidad, y aunque se
toma muy en serio el sufrimiento de las cientos de personas a las que ha
ayudado (tal vez sean miles, incluso), se ríe de él cuando habla del demonio:
«Él ha perdido, pero como es un orgulloso, no lo quiere reconocer, aunque lo
sabe», dice. «El poder de Dios es inmenso, el Espíritu Santo es liberador, pero
hay mucha gente jugando con fuego con el demonio», alerta. Y da una lista de
«puertas abiertas», cada vez más frecuentes: rituales de «ataduras», vudú,
reiki, yoga, maldiciones de padres a hijos, incluso divorcios y sexualidad
desordenada. Lo explica todo en esta entrevista con El Debate:
–Empecemos
por el principio: ¿Existe realmente el diablo o es solo una alegoría del mal?
–Existe. Yo
he visto al diablo varias veces.
–¿Perdone?
–El diablo
es un espíritu, pero puedo decir que lo he visto porque he tenido experiencia
de estar ante él. Por ejemplo, en los casos de posesión, cuando le hemos
molestado por rezar oraciones de exorcismo, he visto cómo aparece duplicando la
fuerza corporal de una persona, deformando o inflamando su rostro, elevando a
la persona por encima del suelo y formando una especie de pátina de vidrio en
los ojos. Cuando hay una posesión, no sólo aparece una enorme fuerza física, es
que aparece 'algo' diferente en los ojos de la persona, que surge sólo a
causa de la oración y que te mira con odio y te empieza a insultar. No es la
persona quien lo hace: es el demonio.
–La
teología católica habla del diablo como de un ser personal, pero también de
«los demonios». ¿Hay un solo ser diabólico o una categoría de ellos?
–En el
Evangelio, Jesús mismo habla del demonio como de un ser personal, aunque muchos
sacerdotes parezcan haberlo olvidado, por orgullo. Deberíamos creer más en
Jesús y en el Evangelio. ¿Cómo respondieron a Jesús los demonios? Somos
«legiones». Y ¿qué oímos los exorcistas? Somos «legiones». No hay uno o dos.
Hay diferentes legiones de demonios, igual que los hay de ángeles buenos, como
dice San Pablo a los Colosenses: tronos y dominaciones, principados y
potestades, serafines, querubines, ángeles, arcángeles… También hay legiones
inmundas, diabólicas, formadas por demonios y almas malditas que terminaron en
el infierno.
–¿Y
Satanás es su líder?
–Exactamente.
Satanás es el jefe de sus batallones, pero cada una de esas legiones tiene su
general. Cuando hay un problema grave, no suele haber una sola legión
implicada, sino varias.
–¿Y
cuáles serían esas diferentes legiones, según su experiencia junto al padre
Amorth?
–Están las
legiones de Lucifer, el espíritu de la confusión mental, de oscurecimiento de
la inteligencia, de incapacidad para decidir, de locura, de suicidio y de
muerte. Cuando, por ejemplo, hay una posesión que separa a un esposo de una
mujer, hay legiones de Lucifer, pero también hay legiones de Asmodeus y Ali
Mai. El padre Amorth siempre decía que esas son legiones que se usan para
separar matrimonios, y también legiones de impureza, mala sexualidad, de
homosexualidad, perversión, pornografía... las que hacen daño a través de la
sexualidad. También se usan para que dos personas que no deberían estar juntas
lo estén, pero el 90 % de las veces es para separar matrimonios. Luego hay otra
legión muy particular, la de Belcebú, que ataca a la cabeza, y es un espíritu
de odio y de destrucción de la salud y también de la familia a través de la
venganza. Junto a Astaroth, ataca a través de las enfermedades y sobre todo de
los tumores.
–¿Tumores?
–El demonio
nos envidia, porque nos considera inferiores y no necesarios, pero sin embargo
Dios nos ha creado por amor. Dios mismo se ha hecho carne en Cristo, mientras
que Satanás es un ser sólo espiritual. Por eso usa todo para atormentar a las
personas, no por nosotros, sino para intentar dañar a Dios, que nos ama. Y en
alguna ocasión, cuando oraba por una persona con un tumor físico y oraba sobre
esa zona, Lucifer me dijo: «No me toques, ahí estoy, no la toques, ahí estoy».
–¿Cómo se
diferencia una enfermedad mental de una acción diabólica?
–Por lo
general, cuando es una acción diabólica, nunca hay solo un problema. Hay
legiones que actúan con enfermedades físicas o mentales pero que también causan
odio. Por lo tanto, está la enfermedad física y la enfermedad psicológica, pero
si el demonio intenta meterse a hurtadillas ahí, entonces genera un dolor
espiritual. Por eso, cuando vienen personas a pedirnos ayuda que también tienen
un problema psicológico, siempre decimos que sigan yendo al médico y que no se
quiten los medicamentos. Y cuando nada funciona, a veces la persona se curan
cuando combatimos el sufrimiento espiritual.
–Algo le
ocurrió a usted en un manicomio…
–En nuestras
oraciones, siempre llevo testigos conmigo, así que siempre somos un grupo de
personas, hombres y mujeres, y a veces también sacerdotes que rezan conmigo.
Incluso grabamos en vídeo porque debe quedar claro que todo es cierto. Y no una
vez, sino varias, hemos ayudado a personas que estaban internadas en un
manicomio. Hemos actuado con perseverancia para tratar de entender si realmente
sólo había un problema psicológico o algo más. Y en varias ocasiones hemos
descubierto a Satanás utilizando a personas con enfermedad mental, o en
personas que tenían el origen del problema en una maldición de un familiar o de
otra naturaleza. Ser descubierto así es algo que a él le enfada mucho. En una
ocasión, tuvimos que decirle a una persona en un manicomio que para sanar por
dentro tenía que invocar al Espíritu Santo. Lo hizo y se curó. Y todos lo
vieron, también los responsables médicos del internamiento. Pero tenemos que
tener cuidado con estas cosas, porque la gente tiende a ser un poco
supersticiosa.
–Dice que
el diablo no ataca solo mediante la posesión. ¿Cuáles son las formas de
agresión diabólica: posesión, influencia, infestación…?
–A todo eso
se les llama vejaciones. Un estado de vejación es un estado de pesadez
espiritual, física y acoso, que el diablo causa y que puede deberse a la
posesión física o mental, o por infestación de casas y objetos. La confusión
mental y el oscurecimiento de la inteligencia son las más amplias y las que
dañan más sin necesidad de posesión, porque debido a la confusión mental y al
odio, las personas cada vez más hacia el diablo. Te pongo un ejemplo: hace poco
hicimos una oración de liberación con un chico joven, guapo, católico y de unos
20 años. Yo le di una orden de autoridad para tratar de averiguar si el diablo
está ahí...
–¿Una
orden de autoridad?
–Sí, eso es
lo más difícil, porque Jesús mandaba con autoridad, no como el demonio que lo
hace con fuerza. Se trata de dar órdenes con convicción, y no una o dos veces
como hacen algunos exorcistas, sino varias, para que se manifieste si está. En
esa oración de liberación, en cierto momento, apareció un demonio. Que no era
especialmente violento, pero se burlaba del chico y de nosotros. Y le
preguntamos: ¿Qué haces aquí, con este buen chico?
–¿Y qué
les dijo?
–Que quería
llevarlo a una discoteca o a un club para que se hiciera daño. Aquel chico
estaba allí, y fue liberado, porque era un buen católico, pero, ¿Cuántos son
así? ¿A cuántos les hace creer que Jesús no existe a través del dolor que
sienten por el sufrimiento, o por ver a sus padres separados? Cuánto daño hacen
los padres separados... El divorcio genera un enorme sufrimiento en los niños,
que ya no pueden creer en nada, ni siquiera en Jesús, porque no creen en el
amor de sus padres. Y también está la consecuencia de los testimonios negativos
de la gente de la Iglesia...
–¿A qué
se refiere?
–A que
dejamos una puerta abierta al demonio a través del sufrimiento y de la
desilusión. El idiota de Lucifer tenía razón un día que dijo que somos los
cristianos los que creemos poco en él y no dejamos que Jesús reine en el mundo.
Porque es cierto que la sangre de Jesús reina en el mundo, y la culpa de que
otros lo hayan olvidado es que nosotros mismos tenemos miedo de que Jesús reine
en nuestra vida, que Dios tome las riendas de nuestra vida.
–¿La
Iglesia ha dejado de tomarse en serio al demonio?
–Hay muchos
laicos, y también sacerdotes, obispos y cardenales que, por orgullo, han dejado
de hablar del demonio y hasta de creer en él. Hace poco escuché al cardenal
Vallini, en una homilía sobre un pasaje del Evangelio en el que Jesús habla del
demonio, y no dijo ni una palabra del maligno, ni del mal. Muchos sacerdotes
vienen a decirme: «Mi obispo ya no cree en el demonio y me dice que no haga
oraciones de liberación, ¿Qué puedo hacer?».
–¿Y qué
se puede hacer?
–En esos
casos, por obediencia, no se puede orar en persona, aunque sea un abuso de
poder. Pero sí se puede hacer a distancia. Pero lo que hay que hacer es orar
por los propios católicos, que debemos combatir al demonio por amor a Dios y al
prójimo, y no lo estamos haciendo.
– ¿Qué
quiere decir para terminar esta entrevista?
–Hay que
tener el valor del Espíritu Santo, porque lo que no quiere el diablo es que
tengamos valor para liberarnos, liberar a nuestras familias, y liberar a la
sociedad. El coraje es lo que más le molesta. Tenemos el deber y el derecho de
liberarnos de la acción del diablo. Debemos creer más en los Evangelios, porque
en ellos está escrito que las oraciones de sanación nos liberan a todos. Y
verdaderamente también obtenemos curaciones físicas. Cualquier laico puede
hacer oraciones de sanación y liberación, porque sólo depende de su fe, incluso
para sus propios familiares. Lo que tenemos que hacer es creer más en la
Palabra de Dios, porque lo que más molesta al diablo es que leamos y oremos con
la Palabra de Dios, que es Dios en nosotros.
José Antonio Méndez
Fuente: El Debate