ASÍ SUENA LA CANCIÓN DE AMOR QUE SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ QUISO QUE LE CANTARAN EN EL MOMENTO DE SU MUERTE

Aprite le finestre fue la pieza con que la cantante Franca Raimondi venció el popular Festival de Sanremo del 1956. Unos miembros del Opus Dei se la cantaron en 1966 y a partir de ahí sugirió que le gustaría escucharla al final de su vida, justo después de recibir los últimos sacramentos

San Josemaría. Foto: Opus Dei. Dominio público
Hace exactamente 50 años, san Josemaría Escrivá falleció en Roma como siempre había deseado: «Sin dar la lata», dijo en muchísimas ocasiones él mismo. Así se lo concedió el Señor, pues el 26 de junio de 1975 murió de un infarto repentino tras llegar a su casa. Entró en su habitación de trabajo, miró al cuadro de la Virgen de Guadalupe e inmediatamente se desplomó. Al día siguiente fue sepultado en la cripta del oratorio de Santa María de la Paz.

El que fuera fundador del Opus Dei murió, sin embargo, sin ver cumplida una de las sugerencias que les había dado a los miembros de la prelatura de cara a su muerte. A Escrivá de Balaguer le hubiera gustado que en el momento de su muerte sonara la canción Aprite le finestre, después de recibir por supuesto los últimos sacramentos.

Así se lo transmitió a unos hijos espirituales suyos durante una tertulia en 1966. Estos interpretaron el tema, que por aquel entonces estaba de moda en Italia. Aprite le finestre fue la pieza con que la cantante Franca Raimondi venció en el popular Festival de Sanremo del 1956, lo que le valió para que todo el mundo la cantara.

A san Josemaría le agradó mucho la canción y, entonces, comentó a los presentes que le gustaría que se la cantaran con alegría en sus últimos momentos de vida en esta tierra. Pero no fue posible interpretar el tema en ese instante. La melodía sí que resonó pocas horas después en España, cerca de Torreciudad, donde se encontraba pasando unos días Severino Monzó. Al enterarse del fallecimiento, recordó aquellas palabras que el fundador del Opus Dei le había dicho una década atrás en Roma sobre esa canción: «Tú me la cantarás…sin lágrimas».

Entonces, Monzó se dirigió al tocadiscos y este empezó a girar bajo los acordes de Aprite le finestre. Intentó cantar la canción sin lágrimas, pero no logró cumplir esta indicación de Escrivá. Aunque finalmente se repuso y logró acabar la interpretación.

Según un artículo preparado por el Opus Dei de cara al aniversario de la muerte de su fundador, «la canción celebra la alegría de la primavera, cuando las flores vuelven a brotar, las aves regresan de su migración, y el sol entra por las ventanas y llena de luz los hogares. Sus versos invitan a abrirse a nuevos sueños y a una vida que comienza de nuevo».

La anécdota es un ejemplo más de la simpatía que Escrivá sentía por el canto. El fundador solía recordar una frase de san Agustín: «El que canta, reza dos veces». También decía que le gustaban «todas las canciones del amor limpio de los hombres, que son para mí coplas de amor humano a lo divino». Por eso, según el Opus Dei, no es extraño que viera en esta canción algo más que una sencilla imagen de la primavera. «Al desear que se le cantase al final de su vida, puede intuirse que la leía como una metáfora del paso hacia la vida eterna: la muerte no como final, sino como un despertar sereno y luminoso».



José Calderero de Aldecoa

Fuente: Alfa y Omega