Cada una de
estas no son eslóganes ni fórmulas devocionales, sino claves de lectura que
interpelan directamente al mundo contemporáneo
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Como ya ocurrió durante su primera aparición en el balcón de la Basílica de San Pedro, se ha visto al Papa agradecido y emocionado. |
Cada una de ellas, lejos de ser
simplemente vacíos ideales, invitan a una reflexión sobre el mundo
contemporáneo, la humanidad y el papel de la Iglesia en este tiempo de
transformación.
Paz: un don divino que llama a la acción
Quizás la más impactante de las tres palabras
fue la que León XIV usó al saludar al mundo en su primer discurso como Papa.
Con una frase que resonó en el corazón de los cristianos de todo el planeta, el
Pontífice recordó el saludo de Cristo resucitado: «La
paz esté con todos vosotros». Un mensaje entendido no solo en un plano
horizontal entre los pueblos, sino fundamentalmente en un nivel vertical entre
Dios y la humanidad, la base sobre la cual se cimentan todos los esfuerzos por
lograr los otros dos conceptos en los que el Pontífice ha insistido claramente:
la unidad y la misión.
Lo notable en su mensaje es que León XIV no
habla de la paz como un concepto abstracto, sino que la encarna en la certeza
de la victoria de Dios sobre el mal: «Dios
nos quiere, os quiere tanto a todos y el mal no prevalecerá». Así, la paz
no solo se presenta como un deseo de armonía, sino como un recordatorio de la
paz que Cristo resucitado, la del Buen Pastor, que ha dado la vida por el
rebaño.
Se
trata de una paz activa, «desarmada y desarmante, humilde y perseverante». En su audiencia con los periodistas este lunes, el Papa
reiteró este enfoque: «La paz comienza con cada uno de nosotros: con la forma
en que miramos a los demás, escuchamos a los demás, hablamos de los demás». En
este sentido, la paz no es solo un mensaje para el mundo, sino un compromiso
personal y colectivo, donde cada palabra y cada acción tienen un impacto en el
mundo.
Unidad:
una disposición a caminar en el complejo presente
León XIV ha dejado claro que su visión de la
unidad no se reduce a un ideal espiritual, sino que atraviesa la estructura
misma de la Iglesia y su papel en el mundo. El lema que ha escogido como guía
de su pontificado —In
Illo uno unum («En Aquel que es Uno, somos uno»)— no es
decorativo. Toma cuerpo en una afirmación de san Agustín que resume bien su
intención: «aunque los cristianos seamos muchos, en el único Cristo somos uno».
Con esta elección, el nuevo Papa no solo se remite a su tradición agustiniana,
sino que explica un mensaje teológico y pastoral: no hay unidad sin referencia
a Cristo, ni sin una comunidad reconciliada.
En una entrevista concedida en 2023, el
entonces cardenal Prevost ya adelantaba el eje que ahora articula su pontificado:
«Como se desprende de mi lema episcopal, la unidad y la comunión forman parte
del carisma de la Orden de san Agustín y también de mi forma de actuar y pensar». Más que una consigna,
la unidad es una convicción operativa. «Creo que es fundamental promover la comunión en la Iglesia», añadía.
Y esa misma exigencia que plantea no es evasión
ni repliegue, sino implicación en la historia. Lo expresó con firmeza al
señalar, en la misma audiencia con los periodistas, que «la Iglesia debe
aceptar el reto del tiempo y, del mismo modo, no puede haber comunicación y
periodismo fuera del tiempo y de la historia». En otras palabras, la unidad que
propone no es una consigna 'autoprotectora', sino una disposición a caminar
juntos en la complejidad del presente, una idea que quedó resumida cuando citó
a su maestro san Agustín: «Vivamos bien y los
tiempos serán buenos. Nosotros somos los tiempos».
La
misión: tarea urgente
Si la paz y la unidad han marcado los inicios
del Papa León XIV, la misión se perfila como la tarea urgente que corona su
visión del mundo y de la Iglesia. No es un término genérico repetido por
inercia. Desde su primera homilía como Pontífice dejó claro que «la misión es urgente», especialmente en un
contexto cultural que margina la fe o la ridiculiza.
«Hoy también son muchos los contextos en los
que la fe cristiana se retiene un absurdo, algo para personas débiles y poco
inteligentes», aseveró en su primera homilía. El Papa alertó sobre las nuevas
seguridades que ofrecen un sentido ilusorio de estabilidad: «la tecnología, el
dinero, el éxito, el poder o el placer», a las que definió como «refugios
vacíos». Y en esos escenarios, advirtió, no solo se silencia el mensaje del Evangelio, sino que se desprecia a quienes
aún lo viven con coherencia: «se les soporta y compadece», dijo con franqueza.
Por
eso, insistió, la misión no puede aplazarse ni diluirse. Para León XIV, solo el
anuncio del Evangelio puede devolver sentido a un mundo fragmentado por «la pérdida del sentido de la
vida, el olvido de la misericordia, la violación de la dignidad de la persona
[...] la crisis de la familia y tantas heridas más». León XIV está
trazando una senda que no pasa por el repliegue ni por el idealismo ingenuo,
sino por una implicación seria y serena en la historia. Una Iglesia presente,
que sabe escuchar, responder y ofrecer sentido allí donde parece haberse
perdido.
María Rabell García,
Fuente: El Debate