A la luz del Espíritu Santo es posible reconocer que hemos pecado de algo que no nos permite ser felices y que quizá no sabíamos que era una falta grave
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Quizá
nunca te habías puesto a pensar en que la situación que te quita la paz es un
pecado. Por eso tu vida está inmersa en una oscuridad que te impide ser feliz.
¿Cómo identificar si eso es lo que ocurre en ti? Primero tendrás que buscar la
raíz del problema a la luz del Espíritu Santo, pues la causa puede estar
sepultada en tu conciencia.
Porque no lo olvidemos, todos somos pecadores:
Si decimos
que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en
nosotros (1 Jn 1, 8).
Jesús es el faro
El mundo nos
ha convencido de que el mal es relativo, por eso resulta más difícil reconocer
nuestras faltas, aunque estas sean graves. Pero basta con buscar el origen
mediante un minucioso examen, pidiendo a Cristo su ayuda. Él es el faro que
ilumina nuestra alma y nos permite ver con claridad lo que está mal en nuestra
vida.
Una anécdota del Padre Pío nos puede hacer
entender tres situaciones: la tristeza de no confesar bien, comulgar en pecado
y perder la alegría por no estar en paz:
Una señora
italo-inglesa, llegada por Inglaterra se presentó al confesionario del Padre
Pío pero en lugar de confesarla, cerró la taquilla del confesionario
diciéndole: "Para tì no estoy disponible". ¿Por cuál motivo el Padre
Pío no quiso confesarla? ¿Después de haber esperado un par de semanas durante
las que ella fue casi todos los días al confesionario? Un día la señora por fin
fue escuchada por el Padre Pío. La señora en la
iglesia le reclamó porque la hizo esperar
mucho tiempo y el Padre Pío le contestó: "¿Y tú cuánto has hecho esperar a
Nuestro Dios? Te tienes que preguntar como ahora Jesús pueda acogerte, después
de los muchos sacrilegios cometidos. Tú, por años, has comido tu condena; por
años, al lado de tu marido y tu madre, has hecho la santa comunión en pecado
mortal." La mujer, arrepentida, trastornada, suplicó llorando la
absolución. Cuando, tiempo después regresó a Inglaterra fue la
personificación de la alegría.
Ser humildes y confesarnos bien
El pecado
puede disfrazarse de muchas maneras. Tal vez se presente como justicia cuando
en realidad es rencor, resentimiento o maledicencia. Quizá creemos que hacemos
una obra de caridad cuando verdaderamente pecamos de soberbia. O puede ser algo
que todos hacen, creyendo que ya no es pecado.
Y el síntoma
constante es que, a pesar de confesarnos, caemos muchas veces porque no sabíamos
que guardábamos un pecado no reconocido. O no queríamos verlo.
Por eso, es
necesario hacer un examen de conciencia general, repasando
los mandamientos, las obras de misericordia los mandamientos de la Iglesia,
nuestras actitudes con Dios y con el prójimo, siempre con Jesús como nuestro
guía.
Una vez
descubierto el pecado que se negaba a salir, pidamos perdón con dolor y sincero
arrepentimiento. Y roguemos al Señor que sea Él quien nos ayude siempre porque
solos no podemos. Que Él tenga misericordia de nosotros, pobres pecadores.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia