La fecha de celebración de esta festividad tan significativa ha ido cambiando con el tiempo, pero la adoración a la Virgen María se ha mantenido
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Archidiócesis de Madrid |
El
próximo viernes 11 de abril se celebrará el Viernes de Dolores
en honor a la Virgen María. Cada año se conmemoran los duelos y dolores que
atravesó la Virgen como madre de Dios a lo largo de su vida, recogidos en la
práctica litúrgica del «Viernes de los Dolores» o «Viernes de Concilio» del
viernes previo al Domingo de Ramos. Pero esta fecha no siempre fue
la misma.
Historia del
festivo
Desde los
inicios de la Iglesia los devotos cristianos han dedicado tiempo de
reflexión y de dolor en honor a la Virgen, pero no sería hasta el siglo
XV cuando el Papa Benedicto XIII institucionalizaría en
el viernes previo a la Semana Santa. El fácil seguimiento que se podía hacer de
la celebración y la fácil empatía con el sufrimiento de la Virgen harían de la
consolidación de la fiesta como una de las más importantes en la religión
cristiana una mera consecuencia.
Más tarde,
en 1814, el Papa Pío VII provocó un primer cambio
importante: no se celebraría en efecto de la Semana Santa, sino que se
fijaría el día 15 de septiembre para su conmemoración. Pero, entre los
años 1962 y 1965, el Concilio Vaticano II, en un intento de
reforzar la relación entre la Iglesia y el mundo moderno, suprimió las
celebraciones duplicadas, por lo que el Viernes de Dolores desaparecía como
fiesta católica y únicamente se mantendría el 15 de septiembre.
No obstante, en
la piedad popular persistió el afecto especial hacia la Virgen el viernes
anterior al Domingo de Ramos, por lo que en el Misal romano renovado
en el año 2000 se introdujo la memoria dedicada a la
Santísima Virgen de los Dolores. Este cambio, efectuado por San
Juan Pablo II, devolvió al pueblo católico la posibilidad de celebrar los
dolores de la Virgen el viernes anterior a Semana Santa con todas las
prerrogativas que le son propias.
Esencia de
la celebración
La devoción a
la Virgen Dolorosa invita a la contemplación de los siete dolores de
María. La importancia de la celebración antes de Semana Santa cobra vida
detrás del momento tan significativamente doloroso que fue para la Virgen María
la muerte de su hijo, celebrado cada Viernes Santo. No está de más,
por tanto, recordar que las profecías que se hacían sobre la
muerte y sufrimiento de Jesús en el Antiguo Testamento están
cerca de cumplirse, y reflexionar sobre ellas a través de la Virgen.
Además,
la tensión espiritual que sufre el Mesías se
hace presente en el evangelio de la Semana de Pasión (quinta de la Cuaresma) al
aproximarse el momento de su muerte. Esta tensión es admirada por los
católicos debido a que se sienten profundamente agradecidos de haber
pasado por ello voluntariamente para salvar las almas de la humanidad.
En la liturgia
de la misa se relatan los sufrimientos de la Virgen María, que
se resumen en los siguientes siete:
- La profecía de Simeón, en la que le
dice a María que Jesús sería crucificado y que muchos no aceptarían la
señal de Dios que el Mesías era. En la misma conversación Simeón le
advierte que ella misma sufriría de estos escepticismos en sus propias
carnes, y aún así, se convertiría en la fiel cooperadora de su Hijo para
la salvación del género humano.
- La huida a Egipto con Jesús y José
al poco de nacer el Mesías por el miedo a que le matasen en Belén
- La pérdida de Jesús. Este episodio
bíblico narra la desaparición de Jesús por tres días en Jerusalén y su
posterior hallazgo en el Templo conversando con los maestros. La angustia
de este dolor la transmite explícitamente la propia Virgen pero, por
primera vez, el Mesías manifiesta conscientemente su condición divina
- El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino
del calvario. La Virgen lloraba al ver a su propio hijo cargando el
instrumento de su propio suplicio de muerte
- La crucifixión y la agonía de
Jesús mientras le clavaban los clavos en los pies y en las manos
- La lanzada en el corazón que terminó de matar a su
hijo y el recibir en brazos a Jesús ya muerto
- El entierro de Jesús y la soledad
de María tras ver arrebatadas injustamente la suprema inocencia y la
bondad infinita
Todos ellos son
testimonio de una madre bondadosa que colaboró con Dios para traer al Mesías al
mundo a pesar de las angustias que le provocaría.
Mafalda
Hernández-Rubio
Fuente: El Debate