¿CÓMO HACER UNA BUENA CONFESIÓN? 10 IDEAS ÚTILES DEL PADRE CÁRDENAS SOBRE EL SACRAMENTO DEL PERDÓN

El más interesado en no perdernos es Él... solo somos culpables de lo que nosotros hacemos

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El sacerdote Álvaro Cárdenas ha dado una charla, de la que se hace eco el canal Mater Mundi, en la que ofrece una serie de reflexiones y tips sobre la verdad de la confesión en la Iglesia católica. Consejos muy útiles para acercarse en profundidad al sacramento de la reconciliación, especialmente en el tiempo de Cuaresma. 

Cárdenas (párroco de Colmenar del Arroyo, en la diócesis de Getafe, Madrid) impartió esta charla magistral sobre el Sacramento del Perdón en el XV Congreso Iberoamericano Reina de la Paz, organizado este año por Fundación Centro Medjugorje en El Escorial (Madrid, España). 

1- Preguntarse, ¿qué actitud tengo ante mis debilidades?

En la vida espiritual nunca hay derrotas definitivas. No hay nada que esté perdido. No hay mal que sea definitivo. Si el Señor permite un mal, no es porque lo quiera, pero sí porque Él quiere sacar un bien de ello. Incluso de mis faltas y debilidades puedo sacar un bien enorme. 

¿Cómo afronto yo mis culpas? ¿desde un narcisismo espiritual?, en el que me estoy 'autocontemplando' cada día, y que sueño con ser lo que no puedo ser, ¿o descanso en la verdad de lo que soy?, pequeño, frágil, pobre... cómo un pobre pecador infinitamente amado por mi Padre del cielo. Si tengo esta visión de mí mismo, como un débil, herido, enfermo... que necesita los cuidados de su padre, cada vez que me encuentre con mi debilidad, correré a los brazos de mi Padre

No importa que no seas perfecto, lo que importa es que seas hijo, que tengas esta audacia filial para confiar en el amor de tu Padre del cielo y para confiar en el amor de Jesús. ¿Me voy a confesar como una fatalidad, porque no me queda más remedio? o ¿me voy a confesar para encontrarme con el abrazo de mi Padre del cielo?

2- Conocer siempre el plan que Dios me ofrece

Dios nunca se deja ganar en generosidad. Mis caídas no son algo definitivo, lo definitivo es el amor misericordioso de Dios, que no solo me perdona sino que nos abraza y se une más a nosotros. Juan Pablo II decía que la confesión no solamente es el sacramento de la reconciliación sino de una unión más profunda y estrecha con Dios.

Ese es el misterio de la confesión, el misterio de la reconciliación que Dios quiere hacer con nosotros, pero, para que esto suceda, tenemos que hacerlo con fe. El hijo pródigo descubrió el amor del padre cuando estaba entre los cerdos. Cuanto más ha sido la caída, más descubrirás el amor que Dios tiene por ti. Y más podrás hacer de tu culpa 'una feliz culpa', que te recordará cuánto nos ama Aquel que murió y resucitó por nosotros.

3- Saber que el más interesado en no perdernos es Él

Dios tiene un ansia insaciable de perdonarnos y sufre cada vez que le hacemos esperar. Su anhelo es reintegrarnos a su comunión. Está lleno de ansia de perdonar, de amar, de abrazarnos en nuestra debilidad, de curarnos y de salvarnos del pecado. No te olvides que, después de cada caída, Él te está esperando. Y que, cuando regresas a Él, y le pides perdón, le causas un gozo inimaginable, porque, a través de ese perdón, le permites amarte.

4- Descubrir que se trata de volver continuamente

Nuestra vida es un retorno continuo al Padre, una conversión continua al Padre, una vuelta continua al Padre. Jesús vivió permanentemente en esa actitud de hijo y de hermano nuestro. Nosotros no podemos vivir así, porque tenemos la herida del pecado original, entonces, nuestro modo de realizar nuestra afiliación divina no es en la impecabilidad sino que se expresa en un retorno continuo a Dios

La conversión es que nuestro corazón se vaya adecuando al corazón de Cristo, que nuestros pensamientos se hagan semejantes a los de Cristo. Cambiar nuestra mente. Esto es un camino continuo que termina el día de nuestra muerte, y, si todavía ha quedado algo por purificar, está el purgatorio.

5- No olvidar que es necesaria una reparación

La conversión requiere reparación. Si tú has ofendido a un hermano tienes que reparar esa herida, si no la reparas, el daño sigue actuando, el mal sigue actuando. El mal te ha herido a ti y tienes que reparar esas heridas. Ha debilitado tu entendimiento, tu voluntad, tu libertad. Necesitamos restaurar el orden que el pecado desordena.  

6- Tener claro que el fin de todo es la humildad

Tengo que confesarme con alguien que es igual de pecador que yo, incluso más. El Señor te da a alguien que sabe lo que es el pecado, que te va a comprender, te va a entender, sabe lo que es la debilidad humana. Si fuera un ángel, a lo mejor no te entendería, pero, como es semejante a ti y es igual que tú, y se confiesa también como tú... Los psiquiatras están llenos, porque el hombre no sabe qué hacer con su vida, porque no entiende su vida, no es capaz de aceptar su culpa y no hay nadie que lo libere, y tampoco el psiquiatra ni el psicólogo, porque nadie te puede librar de tu culpa más que Jesús, más que Dios.

Tampoco me debo sorprender de mis caídas, porque sorprenderme de mis caídas es orgullo. Sorprenderse de que un cojo se caiga es un poco estúpido. Que un paralítico se sorprenda de no poder correr es bastante ridículo. No debería sorprenderme de caer, lo que tendría que ser es la oportunidad para reconocer lo que soy y la necesidad profunda que tengo del amor de Dios. Correr a sus brazos, porque me quiere dar piernas nuevas, me quiere sanar.  

Podemos combatir solos y ser derrotados o podemos combatir con Jesús y con la Virgen y vencer con ellos. El combate es una cuestión de humildad, de renunciar al orgullo, al amor propio. Dejar que Dios venza en nosotros, y ¿cómo lo hacemos?, yendo a la confesión. 

7- Desear los frutos del perdón y la paz

También le llamamos sacramento del perdón porque la absolución del sacerdote concede al penitente realmente el perdón y la paz. Cuántas veces hemos escuchado la absolución y hemos experimentado una liberación, una paz profunda, una esperanza profunda, un comienzo nuevo. Me ha pasado miles de veces, miles de veces, de ir totalmente muerto a la confesión y salir totalmente resucitado, un hombre nuevo. El sacramento de la confesión es una verdadera resurrección espiritual.  

Nos devuelve el amor de Dios, que nos reconcilia con Él y nos permite reconciliarnos con los demás. Por eso, no podemos presentar la ofrenda al Señor si antes no estamos reconciliados con los hermanos. El sacrificio de la cruz de Cristo se actualiza en la Eucaristía, para el perdón de nuestros pecados. Dios nos perdona los pecados veniales, nos limpia de los pecados veniales, pero los pecados mortales los tenemos que confesar. 

8- Salir de la confesión con un corazón nuevo

Lo más importante es la conversión del corazón, si vamos a la confesión como algo mecánico no nos transformará. Si tenemos un verdadero dolor de nuestros pecados, de haber herido al corazón de Dios, de habernos separado de Él, entonces estamos en el camino de la conversión. Y este dolor interior, que llamamos contrición, también nos impulsa a gestos concretos exteriores visibles, a obras de penitencia.  

Si me voy a confesar con el 'gustirinin' del pecado, sin querer realmente romper con él, no me transformará. Para que me pueda transformar tengo que renunciar a él. Sé que yo solo no puedo pero con Jesús puedo. Deja tu orgullo a un lado y reconoce la necesidad que tienes de Dios, y de su ayuda, y serás invencible.

9- Hacer siempre un buen examen de conciencia

Primero, hemos de hacer un examen de conciencia, ver nuestra alma y ver en qué no hemos vivido conforme al Señor. Nos puede ayudar a un buen examen los mandamientos, las bienaventuranzas, los pecados capitales, las virtudes... Recomiendo que tengáis el Catecismo, uno de los libros imprescindibles de nuestra vida. 

10- No machacarse, solo somos culpables de lo nuestro

Nosotros no somos responsables de lo que hacen los demás, si nosotros perdonamos al que nos ha ofendido y este no nos quiere perdonar, nosotros estamos en paz, porque en nuestro corazón no tenemos nada contra él. Entonces tendremos que rezar para que esa reconciliación pueda venir. Hay que rezar y esperar el momento.

Si te olvidas en la confesión de algunos pecados, no pasa nada, si ha sido un despiste. Si te has olvidado porque no has hecho un examen de conciencia serio, puede haber ahí un olvido culpable.  Si no tienes culpa, si has hecho el examen de conciencia lo mejor que has podido y se te ha olvidado, queda perdonado. 

Muchas veces y, sobre todo, después de años de haber estado lejos de Dios, nos confesamos y se quedan muchos pecados sin confesar explícitamente. Pero, si el Espíritu Santo te los pone es porque te quiere sanar y porque te quiere liberar de las consecuencias que ha provocado ese mal en tu vida. No debemos vivir con ansiedad ni con escrúpulos.

Fuente: ReligiónenLibertad