En el acto de contrición nos acusamos de pecar de pensamiento. Tal vez somos escrupulosos o indulgentes por no saber hasta dónde es pecado o deja de serlo
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El pensamiento
es una facultad propia de la mente. Todos tenemos la capacidad de pensar, lo
que nos hace distintos de los animales, porque si no fuera así no podríamos
distinguir entre el bien y el mal. Ahí es donde estriba la cuestión del pecado.
Por eso, cuando
hacemos el acto de contrición nos acusamos de haber "pecado mucho de
pensamiento", porque desde ahí comenzamos a planear las palabras, las
obras y las omisiones.
¿Cómo se
peca de pensamiento?
Encontramos en
el Catecismo de la Iglesia católica que la variedad de pecados es grande y
menciona una lista hecha por san Pablo:
"La carta
a los Gálatas opone las obras de la carne al fruto del Espíritu: 'Las obras de
la carne son conocidas: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría,
hechicería, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones,
envidias, embriagueces, orgías y cosas semejantes, sobre las cuales os prevengo
como ya os previne, que quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de
Dios'".
CEC 1852
Agrega el
Catecismo la manera de distinguir los pecados:
"Se pueden
distinguir los pecados según su objeto, como en todo acto humano, o según las
virtudes a las que se oponen, por exceso o por defecto, o según los
mandamientos que quebrantan. Se los puede agrupar también según que se refieran
a Dios, al prójimo o a sí mismo; se los puede dividir en pecados espirituales y
carnales, o también en pecados de pensamiento, palabra, acción u
omisión".
CEC 1853
La intención
determina la malicia
Ahora bien, si
estamos hablando de que el pecado de pensamiento comienza en la mente, debemos
tomar en cuenta qué tanto lo consentimos, y, sobre todo, la intención con la
que lo elaboramos.
Porque si es
momentáneo y en seguida lo rechazamos, sin darle cabida, no hay pecado. Pero si
volvemos a recordarlo una y otra vez, entonces la intención cambia la gravedad.
Sobre todo porque puede dar pie a realizarlo.
Por ejemplo, si
pensamos en cometer un robo y planeamos cuidadosamente los pasos a dar, pero el
día en que vamos a hacerlo se nos atraviesa un imprevisto, por la pura
intención ya hemos robado.
El mismo
Catecismo nos alerta:
"La raíz
del pecado está en el corazón del hombre, en su libre voluntad, según la
enseñanza del Señor: 'De dentro del corazón salen las intenciones malas,
asesinatos, adulterios, fornicaciones. robos, falsos testimonios, injurias.
Esto es lo que hace impuro al hombre' (Mt 15,19-20). En el corazón
reside también la caridad, principio de las obras buenas y puras, a la que
hiere el pecado".
CEC 1853
Por eso debemos
cuidar lo que vemos, hablamos, escuchamos y hacemos para que nuestra mente
permanezca limpia y nuestro corazón derrame únicamente rectas intenciones para
con el prójimo, por amor a Dios.
Mónica Muñoz
Fuente: Aleteia