COMENTARIO AL EVANGELIO DE NUESTRO OBISPO D. JESÚS VIDAL: "TENTACIONES"

De forma habitual pensamos que una tentación es provocada por algo bueno pero que, por alguna razón, no debemos o no podemos tomar.

Dominio público
En este sentido es definido el término tentación en la primera acepción del Diccionario de la Real Academia: “Instigación o estímulo que induce el deseo de algo”; algo que yo deseo, que veo como bueno y atrayente, pero que, por desgracia, no puedo coger. Pero este sentido de la tentación es tremendamente equívoco, pues nos presenta la advertencia de la tentación como un límite impuesto a nuestro deseo, un fastidio que nos separa de lo realmente bueno, que es lo que queremos.

Aristóteles define el bien como aquello por lo que somos atraídos. En este sentido, lo que nos impide alcanzar este bien calificándolo como tentación, se nos revela como una entidad que nos coarta y nos frustra en el deseo de plenitud, que aparece representado en alcanzar dicho bien. Así es el médico que me prohíbe comer algo apetitoso, o el código de circulación que me impide conducir a voluntad o cualquier ley o norma que me imposibilita hacer lo que me apetece. Así se percibe generalmente a la Iglesia. Muchas veces la vida cristiana es presentada en la esfera pública como una vida mermada, mutilada por infinidad de normas que no dejan desarrollar al hombre todos sus deseos. Y cada vez que aparece la palabra tentación, pensamos: «¡Qué fastidio!, ya están estos cristianos aguándonos la fiesta».

En realidad, no es así. La tentación es un bien mentiroso. La comprensión moralista y legalista de la fe, que la presenta como un conjunto de normas que se han de cumplir sin una razón clara, impuestas por Dios a través de la jerarquía de la Iglesia, no hace en absoluto honor a la verdad. La vida cristiana es, sobre todo, ¡VIDA!, es decir, plenitud de bien. Pero, precisamente porque es vida verdadera, ha de reconocer que en esta vida se nos presentan muchos caminos de verdad aparente, pero falsa.

Para entender esto, hemos de descubrir que la vida es relación. La vida no es principalmente la vida biológica (siendo esta punto de partida necesario). La VIDA se reconoce en las relaciones que tenemos y su calidad. Somos hijos, hermanos, padres, madres, novios, esposos, amigos, compañeros de trabajo, clientes, proveedores, profesores, alumnos, vecinos, conciudadanos… Todo son relaciones. Si repasamos estas relaciones en nuestra vida, veremos que si son buenas relaciones, que nos hacen crecer, seremos tremendamente felices. Pero si, en cambio, no son buenas, nuestra felicidad se ve amenazada.

El bien es lo que une las relaciones, lo que permite la comunicación entre nosotros. Las relaciones se forjan en la búsqueda del bien mutuo. Esto genera confianza y va tejiendo la comunión. La tentación es todo aquel bien aparente, que en realidad está fundado en una mentira y, por lo tanto, quiebra la confianza y va, poco a poco, rompiendo la comunión.

Esto es lo busca Satanás con Jesús en el conocido pasaje de las tentaciones. A través del alimento, del reconocimiento y del poder propone a Jesús quebrar la confianza en su Padre, buscar un camino alternativo al que el Padre le ha preparado para salvar a los hombres. Pero nada puede separar a Jesús de su Padre, por el infinito amor que los une. Jesús libra el combate y nos da la clave de la lucha: la confianza en el Padre y en su amor infinito por nosotros, sus criaturas. Nosotros, en cambio, dudamos del amor de Dios, desconfiamos de él y rompemos así el vínculo de confianza.

Tentaciones, todos las padecemos. Es todo aquello que nos incita a ponernos en el centro, rompiendo las relaciones que nos constituyen: primero con Dios, después con los hombres. Pero Dios ha enviado a su Hijo para que podamos seguirle en este camino que restaura la confianza, aprendiendo de Jesús que Dios no dará cosas malas a sus hijos, nosotros, a quienes tanto ama.

 + Jesús Vidal 

Obispo de Segovia

Fuente: Diócesis de Segovia