Él está ahí esperando a que le cuentes cómo fue tu día, qué te roba la paz, qué te ilusiona o te aterra
![]() |
CatholicLink |
Hay días en que
llegamos casi corriendo a visitar al Santísimo, nos falta el aire, nos persigue
el agobio o nos oprime el dolor. Otros días acudimos con más calma, serenos,
con gusto, con una lista interminable de temas para compartir con Dios.
Mientras que otros días, simplemente nada nos sale, ni un Padre Nuestro.
Nos
arrodillamos o nos sentamos frente a Él sin saber por dónde empezar. Sin
ganas de hablar tal vez, con la ilusión de encontrar paz o silencio, huyendo
del ruido y los problemas. De pronto estamos ahí frente a todo lo bueno y santo
que hay en el universo y empezamos a pensar en los pendientes que tenemos.
En las cuentas
por pagar, en el compromiso al que debemos asistir, en la invitación que nos
hicieron, en las tareas de los niños. En los arreglos que hay que hacerle a la
casa, en la enfermedad de algún familiar, en la reunión de trabajo que
tendremos al día siguiente. En mil y un cosas que creemos no le importan a Dios
en lo absoluto.
Nada es
insignificante para Él
¡Pero sí que le
importan! Él está ahí esperando a que le cuentes cómo fue tu día, qué te roba
la paz, qué te ilusiona o te aterra. Qué maravilloso es compartir con
Dios hasta lo más insignificante. No sé de qué modo lo harás tú, pero
yo no voy directo a las oraciones que se leen, empiezo dando gracias frente al
Santísimo.
Ser agradecidos con Dios es muy importante y me parece
una forma muy linda de empezar el diálogo con Dios. Luego suelo ofrecer un
Avemaría, un Padre Nuestro y un Gloria. También me refugio en el Santo
Rosario (puedes ofrecer uno o dos misterios si tu visita es corta).
Si tienes una
oración predilecta este sería el momento de ofrecerla (preferiblemente de
rodillas). Te comparto tres oraciones de algunos santos que inspirados por el
ardiente amor a Dios, han escrito lo siguiente:
1. Oración
de santa Teresa de Lisieux «Al amor de los amores Jesús Sacramentado»
Sagrario del
Altar el nido de tus más tiernos y regalados amores. Amor me pides, Dios mío, y
amor me das; tu amor es amor de cielo, y el mío, amor mezclado de tierra y
cielo; el tuyo es infinito y purísimo; el mío, imperfecto y limitado.
Sea yo, Jesús
mío, desde hoy, todo para Ti, como Tú los eres para mí. Que te ame yo siempre,
como te amaron los Apóstoles; y mis labios besen tus benditos pies, como los
besó la Magdalena convertida. Mira y escucha los extravíos de mi corazón
arrepentido, como escuchaste a Zaqueo y a la Samaritana.
Déjame reclinar
mi cabeza en tu sagrado pecho como a tu discípulo amado San Juan. Deseo vivir
contigo, porque eres vida y amor.
Por solo tus
amores, Jesús, mi bien amado, en Ti mi vida puse, mi gloria y porvenir. Y ya
que para el mundo soy una flor marchita, no tengo más anhelo que, amándote,
morir.
Amén.
2. Oración
de san Ambrosio ante el Santísimo
Señor mío
Jesucristo, me acerco a tu altar lleno de temor por mis pecados, pero también
lleno de confianza porque estoy seguro de tu misericordia.
Tengo
conciencia de que mis pecados son muchos y de que no he sabido dominar mi
corazón y mi lengua. Por eso, Señor de bondad y de poder, con mis miserias y
temores me acerco a Ti. Fuente de misericordia y perdón, vengo a refugiarme en
Ti que has dado la vida por salvarme, antes de que llegues como juez a pedirme
cuentas.
Señor no me da
vergüenza descubrirte a Ti mis llagas. Me dan miedo mis pecados, cuyo número y
magnitud solo Tú conoces, pero confío en tu infinita misericordia.
Señor mío
Jesucristo, Rey eterno, Dios y hombre verdadero, mírame con amor, pues quisiste
hacerte hombre para morir por nosotros. Escúchame, pues espero en Ti. Ten
compasión de mis pecados y miserias, Tú que eres fuente inagotable de amor.
Te adoro,
Señor, porque viste tu vida en la cruz y te ofreciste en ella como redentor por
todos los hombres y especialmente por mí.
Adoro Señor, la
sangre preciosa que brotó de tus heridas y ha purificado al mundo de sus
pecados. Mira Señor, a este pobre pecador, creado y redimido por Ti. Me
arrepiento de mis pecados y propongo corregir sus consecuencias.
Purifícame de
todas mis maldades para que pueda recibir menos indignamente tu sagrada
comunión. Que tu cuerpo y tu sangre me ayuden Señor, a obtener de Ti el perdón
de mis pecados y la satisfacción de mis culpas; me libren de mis malos
pensamientos, renueven en mí los sentimientos santos, me impulsen a cumplir tu
voluntad y me protejan en todo peligro de alma y cuerpo.
Amén.
3. Oración
de san Alfonso María de Ligorio
Señor mío
Jesucristo, que por amor a los hombres estás noche y día en este sacramento,
lleno de piedad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a cuantos vienen a
visitarte: creo que estás presente en el sacramento del altar.
Te adoro desde
el abismo de mi nada y te doy gracias por todas las mercedes que me has hecho,
y especialmente por haberte dado Tú mismo en este sacramento, por haberme
concedido por mi abogada a tu amadísima Madre y haberme llamado a visitarte en
esta iglesia.
Adoro ahora a
tu Santísimo corazón y deseo adorarlo por tres fines: el primero, en acción de
gracias por este insigne beneficio. En segundo lugar, para resarcirte de todas
las injurias que recibes de tus enemigos en este sacramento; y finalmente,
deseando adorarte con esta visita en todos los lugares de la Tierra donde estás
sacramentado con menos culto y abandono.
Amén.
Espero que en tu próxima visita al Santísimo estas oraciones puedan ayudarte a unirte al amor de Cristo. Los salmos también nos permiten unirnos en oración con Dios de una manera muy especial.
Nory Camargo
Fuente: CatholicLink