Federica optó por salvar su matrimonio y ahora difunde el Rosario en Instagram
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Tras veinte
años de mantras, reiki y sesiones de psicoterapia que rayan el
espiritismo, Federica Tognacci, una experta en comunicación, se
convirtió y ahora reza el rosario a través de las redes sociales. Raffaella
Frullone habla con ella en el número 244 (noviembre de 2024) del
mensual católico de apologética Il Timone:
"Federica,
diario de una new entry en Cristo: veinte años en
la Soka Gakkai y luego ¡bum! Jesús vino a
buscarme". Federica Tognacci, nacida en 1980, de la región de
las Marcas de nacimiento y boloñesa de adopción, se presenta así en Instagram,
donde es conocida por el apodo de @fede_prega_il_rosario,
porque después de haber estado en una psico-secta budista durante
más de dos décadas, hoy esta redactora divulga la oración mariana más suave, en
italiano y también en latín. Nos ponemos en contacto con ella por teléfono
y empezamos aquí mismo a contar su historia.
"La página
nació porque cuando me convertí estaba completamente sola, no conocía a
ningún católico. En un momento dado me acordé de que cuando era pequeña, en
el campo, delante de los tabernáculos de la Virgen, en mayo, había
gente rezando el rosario por las tardes, así que decidí ir a la iglesia para
ver si eso seguía existiendo. Y me di cuenta de que la gente sí que
rezaba, pero la media de edad de los presentes era altita y yo quería
conocer a gente de mi edad, así que decidí probar con Instagram, ya que trabajo
en comunicación y mi edad está perfectamente en target".
-¿Cómo es
posible que estuvieras completamente sola?
-Mis conocidos
siempre han estado en el mundo de la New Age, los católicos que conocía se remontaban a
mi época de la escuela primaria, sólo tenía amigos budistas...
-Cuando
dices que estabas en el mundo New Age, ¿a qué te refieres exactamente y cómo
llegaste allí?
-La mayoría de
la gente vive inmersa en los cultos de la New Age pero no lo sabe, es
parte de nuestra cultura neo-gnóstica. Yo era una chica con cierta
sensibilidad y me encontraba en una búsqueda, me hacía preguntas sobre el
sentido de la vida y las respuestas que ahora tengo de la Iglesia estaban
entonces fuera de mi radar, diría que escondidas, mientras que las
del mundo se me presentaban constantemente, por todas partes: esta
sociedad neopagana te las ofrece en bandeja de plata.
»Era atea
cuando, a los 19 años, me trasladé de Osimo, en la provincia de Ancona, a
Bolonia; un día, a los 23, un amigo me invitó a una reunión budista,
y ese fue el principio. Lo que encontré en esta práctica -considerada laica,
pero que es de todo menos laica- respondía a mis valores de
entonces: en el centro se ponía el ego.
»El principio
básico es sencillo: mi dios soy yo, yo decido sobre mi vida, me
fijo unos objetivos y los logro. Luego los voy tachando. No hay moral, todo
vale, matrimonio entre dos mujeres o dos hombres, divorcio, fluidez sexual,
gestación subrogada. El lema es hacer lo que la persona siente en ese
momento. Esto se declinaba en una serie de prácticas: meditación con
repetición de mantras, psicología llevada a un nivel que raya el espiritismo,
la medicina alternativa, la cristaloterapia, el reiki.
-¿Cuándo
despertaste del hechizo?
-Cuando empecé
a ver que me estaba derrumbando, sobre todo en la relación con mi
marido, con el que me casé hace diez años. Básicamente, en algún momento
empecé a darme cuenta de cuál sigue siendo el aspecto sobre el que estoy
intentando que Cristo me ablande el corazón, que es el egoísmo.
Empecé a darme cuenta de que anteponer siempre el ego a todo, los
propios objetivos al resto, avanzando como un tren, me estaba llevando a
descarrilar.
»Hay que tener
en cuenta que mi marido no me siguió en este camino, siempre ha sido católico,
y esto no "ayudaba a mi evolución" según los que promueven esta forma
de pseudo-budismo, y en un momento dado empecé a entrar en crisis, también por
lo que veía a mi alrededor. Casi todo el mundo en mi círculo acudía a
un psicoterapeuta, mis amigas al cabo de un año empezaron a separarse
de sus maridos. A mí me pasaba lo mismo. Incluso me fui de casa. Y me
impresionó mucho su reacción. Se mantuvo firme en su matrimonio,
siguió llevando la alianza, tenía una gran dignidad sentimental y me dijo:
"Este es tu sitio, te espero"; fue un momento fundamental en mi
conversión.
-¿Hubo otros
pasos?
-Muchísimos.
Una vez, de repente, me acordé de mi abuela materna, que tenía tres
características: una ética fuerte, orgullo y un buen corazón. Y sentí
la necesidad de transformar mi corazón, de convertirlo en más parecido a Jesús.
No sé de dónde venía esto, ya que hasta entonces el orgullo siempre me había
parecido algo bueno; pero luego, al comprender lo que era el combate
espiritual, me di cuenta de que era algo sobre lo que tenía que trabajar. Mi
abuela no había dejado que el orgullo convirtiera su corazón en egoísta y
sentí que ese era el camino que yo también tenía que emprender: convertir mi
corazón.
-Con la
página de Instagram, sin embargo, se te ha abierto otro tipo de mundo...
-Fue casual,
porque cuando murió el Papa Benedicto, mientras hacía scroll,
me topé con un post que se había hecho viral: era del
grupo Mienmiuaif, que yo no conocía.
»A partir de
ahí se me abrió una visión del mundo católico on line. Me di cuenta
de que era gente que se relacionaba de otra manera, que había ganas reales de
conocerse y encontrarse. Conocí a mujeres de mi edad que se reunían
para rezar el rosario, luego descubrí la realidad del Monasterio Wi-Fi de Costanza Miriano y asistí al capítulo romano el
año pasado: las catequesis fueron una propuesta absolutamente nueva para mí, lo
cual me hizo enfadar mucho porque estoy convencida de que un chico joven
necesita desesperadamente escuchar esas palabras. A partir de ahí descubrí que
la Iglesia también estaba presente en Bolonia -evidentemente- y que había una
Iglesia viva, rica, de la que antes no sabía nada y que puede aportar
muchísimo.
Sí, a veces lo
virtual se convierte en real. Y sí, la fe también pasa por Instagram.
Y reza el Rosario.
Traducción
de Verbum Caro.
Fuente: Religión en Libertad