En su
reciente encíclica sobre el Sagrado Corazón de Jesús, el Papa
Francisco nos recuerda la llamada intemporal a una espiritualidad basada en el
amor, una llamada que resiste a las distorsiones antiguas y contemporáneas de
la fe. Sus palabras abordan la preocupación de que, dentro de la Iglesia
actual, nuevas formas de dualismo, que recuerdan al jansenismo, amenazan el
tierno corazón del cristianismo.
¿Qué es el
jansenismo?
El jansenismo,
un movimiento teológico del siglo XVII, se basó en gran medida en la gracia
divina a expensas de la libertad humana, reduciendo la fe a doctrinas rígidas y
a una visión dura de la salvación.
Esta
perspectiva, dice el Papa, aún persiste, no en su forma original, sino a través
de un omnipresente sentido de obligación religiosa carente de alegría e
intimidad con Dios.
Para
contrarrestar esto, el Papa pide una devoción renovada al Sagrado Corazón de
Jesús, una devoción que contrarreste estas espiritualidades rígidas y abra a
los creyentes al amor y la misericordia ilimitados de Dios.
El jansenismo
se originó en la Francia y los Países Bajos del siglo XVII como una
interpretación intensa y rigurosa de la doctrina católica basada en las ideas
teológicas de Cornelius Jansen, obispo y teólogo holandés.
La obra de
Jansen Augustinus, publicada póstumamente, se basaba en las enseñanzas de San
Agustín, especialmente en sus doctrinas sobre la gracia y la naturaleza humana,
que Jansen interpretaba como una casi negación del libre albedrío humano.
Esta
interpretación se difundió rápidamente y ganó influencia en los círculos
intelectuales franceses, sobre todo a través de la abadía de Port-Royal, que se
convirtió en un centro del pensamiento jansenista.
Creencias y
prácticas fundamentales
En su esencia,
el jansenismo hacía hincapié en la total dependencia de los seres humanos de la
gracia de Dios, pero también presentaba una visión sombría de la salvación,
llegando a afirmar que solo un pequeño grupo predestinado podía alcanzarla.
Esta visión
disuadió a muchos católicos de acercarse libremente a los sacramentos, ya que
llegaron a ver su propia indignidad como un obstáculo casi insuperable.
La devoción y
la observancia religiosa pasaron a estar marcadas por una rígida
autodisciplina, la sospecha de la alegría y la falta de confianza en la
misericordia y el amor de Dios, una espiritualidad que contrastaba fuertemente
con el énfasis católico en el libre albedrío y la llamada universal a la santidad.
Decadencia y
legado
A medida que el
movimiento se extendía, atrajo fuertes críticas de la jerarquía católica.
El Papa Inocencio X condenó las enseñanzas jansenistas
como heréticas en 1653, subrayando que las doctrinas de la gracia de Jansen
contradecían la doctrina católica.
Durante el
siglo siguiente, los papas posteriores condenaron el jansenismo, y su
influencia fue disminuyendo gradualmente.
Sin embargo,
sus efectos perduraron, especialmente en ciertas formas de excesiva
escrupulosidad y rigidez moral dentro de algunas comunidades católicas.
Hoy, la encíclica del Papa Francisco sobre el Sagrado Corazón
reafirma el rechazo de la Iglesia al jansenismo.
Recuerda a los
fieles los peligros de una espiritualidad sin alegría, desencarnada y
divorciada del corazón vivo y compasivo de Cristo.
La llamada del
Papa a redescubrir una fe viva en la gratitud, la humildad y la intimidad con
Dios ofrece un camino más allá de los dualismos y las divisiones dejadas por el
jansenismo.
Daniel Esparza
Fuente: Aleteia