El Papa Francisco recibió este jueves en audiencia a los participantes en el congreso sobre el martirio y la entrega de la vida organizado por el Dicasterio para la Causa de los Santos en Roma, a quienes indicó que “sólo el amor puede dar sentido a la cruz”.
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Precisó
que para beatificar a un mártir “no se requiere un milagro”, ya que con el
martirio es suficiente, “así ahorramos algo de tiempo… y de papeleo y dinero”,
dijo el Santo Padre en tono de broma.
“Sólo el amor puede dar sentido a la cruz”
Para
el Pontífice, “sólo el amor puede dar sentido a la cruz: un amor tan grande que
asume todo pecado y lo perdona, entra en nuestro sufrimiento y nos da la fuerza
para soportarlo, entra también en la muerte para vencerla y salvarnos. En la
Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia”.
“Para
ser santos no se requiere solo el esfuerzo humano o el sacrificio personal de
sacrificio y de renuncia. Ante todo, hay que dejarse transformar por la
potencia del amor de Dios, que es más grande que nosotros y nos capacita para
amar más allá de lo que pensábamos que éramos capaces de hacer”, destacó el
Papa Francisco.
Remarcó
asimismo que el martirio de quien entrega su vida por Dios “supera los límites
de la muerte, por muy cruel y sufrida que sea”.
En
el mártir —continuó— “se encuentran las características del discípulo perfecto,
que ha imitado a Cristo al renunciar a sí mismo y tomar su cruz y, transformado
por su caridad, ha mostrado a todos el poder salvador de su Cruz”.
A
modo de ejemplo citó el martirio de los mártires coptos de Libia, decapitados
por miembros de Estado Islámico (ISIS) en 2015, y los mártires anglicanos de Uganda,
ejecutados porque se negaron a renunciar a su fe. Aclaró que “con el martirio
hay igualdad”, por lo que “la Iglesia los considera mártires”.
Elementos fundamentales para que el martirio sea
válido
A
continuación, el Santo Padre recordó los 3 elementos fundamentales para que el
martirio sea válido. En primer lugar, indicó que el mártir es un cristiano que
para no renunciar a su fe, “acepta conscientemente una muerte violenta y
prematura”.
“Incluso
un cristiano no bautizado, que es cristiano en el corazón, confiesa a
Jesucristo con el Bautismo de sangre”, añadió.
En
segundo lugar, explicó que “la muerte es causada por un perseguidor, movido por
el odio a la fe o a alguna otra virtud relacionada”. Y, por último, “la víctima
adopta una actitud inesperada de caridad, paciencia, mansedumbre, a imitación
de Jesús crucificado. Lo que cambia, en las diversas épocas, no es el concepto
de martirio, sino las modalidades concretas con las que ocurre en un contexto
histórico determinado”, precisó.
Como
en ocasiones anteriores, el Papa Francisco reiteró que “también hoy, en muchas
partes del mundo, hay numerosos mártires que dan su vida por Cristo”. “En
muchos casos el cristianismo es perseguido porque, impulsado por su fe en Dios,
defiende la justicia, la verdad, la paz y la dignidad de las personas”, añadió.
El
Santo Padre hizo referencia también a la importancia de conocer el contexto y
el conjunto de indicios que llevaron a esa persona a dar su vida por Cristo, a
lo que se refirió como la “armonía del conocimiento”.
Recordó
que en la bula del Jubileo 2025, Spes non confundit,
definió a los mártires como el testimonio “más convincente de la esperanza” e
hizo referencia a la Comisión Nuevos Mártires – Testigos de la Fe del
Dicasterio de las Causas de los Santos, que instituyó en julio de 2023 para
incluir “la memoria de aquellos que, también en otras confesiones cristianas,
supieron renunciar a la vida para no traicionar al Señor”.
A este respecto también citó su motu
proprio Maiorem hac
dilectionem, con el que quiso “expresar el sentir común del
Pueblo fiel de Dios respecto al testimonio de santidad de quienes, animados por
la caridad de Cristo, han ofrecido voluntariamente su vida, aceptando una
muerte cierta y próxima”.
“También
en este extraordinario testimonio de santidad brilla la belleza de la vida
cristiana, que sabe darse sin medida, como Jesús en la cruz”, concluyó el Papa
Francisco.
Por Almudena
Martínez-Bordiú
Fuente: ACI