El Papa Francisco, este 24 de octubre, ha publicado la cuarta encíclica de su pontificado, titulada Dilexit Nos, dedicada a la devoción del Sagrado Corazón de Jesús, más en concreto «al amor humano y divino del Corazón de Jesucristo«.
La Virgen con el Niño, sosteniendo el corazón del Niño, es Nª. Sª. del Sagrado Corazón. Dominio público |
La encíclica tiene 220 puntos y 227
notas. Se menciona a la
Virgen María en 3 puntos y una nota. El importante papel de María en
esta devoción queda claro en esos textos.
Sin
embargo, la encíclica no
menciona nunca el Inmaculado Corazón de María (aunque sí la «devoción
al corazón de María»). Tampoco habla de la devoción conjunta a los Dos
Corazones.
María mira con el corazón e ilustra lo
que hace un corazón
Lo
leemos en el párrafo 19: «El corazón también es capaz de unificar y armonizar
tu historia personal, que parece fragmentada en mil pedazos, pero donde todo
puede tener un sentido. Es lo
que expresa el Evangelio en la mirada de María, que miraba con el corazón.
Ella era capaz de dialogar con las experiencias atesoradas ponderándolas en el
corazón, dándoles tiempo: simbolizando
y guardando dentro para recordar«.
Y
sigue el texto: «En el Evangelio, la mejor expresión de lo que piensa un
corazón son los dos pasajes de san Lucas que nos dicen que María “atesoraba (syneterei)
todas estas cosas, ponderándolas (symballousa) en su corazón” (cf.
Lc 2, 19. 51) . El verbo symballein (del que
proviene “símbolo”) significa ponderar, reunir dos cosas en la mente y
examinarlas con uno mismo, reflexionando, dialogando interiormente. En Lucas 2,
51 dieterei es
“guardaba cuidadosamente”, y lo que ella conservaba no era sólo “la escena”
que veía, sino también lo que no entendía todavía y aun así permanecía presente
y vivo en la espera de unirlo todo en el corazón».
De María, Jesús aprendió a mirar con atención
El
texto señala que si Jesús estaba atento al sufrimiento de los demás (la viuda
pobre, por ejemplo) es porque aprendió
a mirar así de María. Lo comenta en el párrafo 41 y 42.
«Qué
hermoso es saber que si los demás ignoran nuestras buenas intenciones o las
cosas positivas que podamos hacer, a Jesús no se le escapan, y hasta se admira. Él, como
ser humano, había
aprendido esto de María, su madre. La que contemplaba todo con cuidado
y “lo guardaba en su corazón” (cf. Lc 2, 19. 51), le enseñó desde pequeño, junto con san José, a prestar
atención«. Es la única mención a San José en el texto.
María, intercesora subordinada al papel
de Jesús
El
párrafo 176 busca reconocer la importancia de María pero evita la palabra «corredentora»,
insiste en que Jesús es «el único Redentor» y que la función de María
es subordinada.
«En
el seno de la Iglesia, la
mediación de María, intercesora y madre, sólo se entiende «como una
participación de esta única fuente que es la mediación de Cristo
mismo», el único Redentor, y «la Iglesia no duda en confesar esta función
subordinada de María». La
devoción al corazón de María no pretende debilitar la única adoración debida al
Corazón de Cristo, sino estimularla: «La misión maternal de María para con
los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo,
antes bien sirve para demostrar su poder». Gracias al inmenso manantial que
mana del costado abierto de Cristo, la
Iglesia, María y todos los creyentes, de diferentes maneras, se convierten en
canales de agua viva. Así Cristo mismo despliega su gloria en nuestra
pequeñez».
El Corazón, solo, no puede estar sobre
el altar
El
texto recuerda que el símbolo del Corazón en llamas debe entenderse ligado a
todo el ser de Jesús, y a su cuerpo: sus ojos y boca que invitan, sus manos que
nos buscan. La nota 33 detalla: «Se comprende así por qué la Iglesia ha prohibido que se coloquen sobre el altar
representaciones del solo corazón de Jesús o de María (cf. Respuesta
de la S. Congregación de Ritos al sacerdote Charles Lecoq, P. S. S., 5 abril
1879: Decreta Authentica Congregationis Sacrorum Rituum ex actis ejusdem
Collecta, vol. 3, n. 3492, Ex typographia polyglotta S. C. de Propaganda Fide,
Roma 1900, 107-108). Fuera de la Liturgia, “para la devoción privada” (ibíd.) puede utilizarse el
simbolismo de un corazón como expresión didáctica, figura estética o “emblema”
que invita a pensar en el amor de Cristo, pero se corre el riesgo de tomar el
corazón como objeto de adoración o de diálogo espiritual separadamente de la
persona de Cristo».
Pablo J. Ginés
Fuente: Cari Filii