El cristianismo no va de apetencias ni emociones, sino de valores, decía
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Foto: Miriam Alonso / Pexels. |
El
jesuita Jorge Loring, que fallecido el día de Navidad de 2013 a los 92 años de edad,
se hizo famoso por sus respuestas directas a preguntas directas.
A lo largo de
su vida vio cómo se reducía el porcentaje de personas que asistían a Misa los
domingos. En su opinión, tenía más que ver con la ignorancia que
con la pereza o la falta de fe.
En su libro Anécdotas de una vida apostólica (De
Buena Tinta), explica cómo respondía a la pregunta "¿por qué me piden ir a
misa, si no tengo ganas?"
Lo reproducimos aquí.
Por qué hay
que ir a misa
Es de pena la
tremenda ignorancia religiosa que hay sobre el valor de la Santa Misa.
Muchos dicen que no van a Misa porque no sienten nada. Están en un
error.
El cristianismo no es cuestión de emociones, sino de valores. Los
valores están por encima de las emociones y prescinden de ellas.
Una madre prescinde de si tiene o no ganas de cuidar a su hijo, pues su hijo es
para ella un valor.
Quien sabe lo que vale una Misa, prescinde de si tiene ganas o no. Procura no
perder ninguna, y va de buena voluntad.
La voluntad no coincide siempre con el tener ganas. Tú vas al dentista
voluntariamente, porque comprendes que tie nes que ir; pero puede que no tengas
ningunas ganas de ir.
Por
ignorancia
Algunos dicen
que no van a Misa porque para ellos eso no tiene sentido. ¿Cómo va a tener
sentido si tienen una lamentable ignorancia religiosa?
A nadie puede convencerle lo que no conoce. A quien carece de
cultura, tampoco le dice nada un museo. Pero una joya no pierde valor porque
haya personas que no saben apreciarla. Hay que saber descubrir el valor que
tienen las cosas para poder apreciarlas.
Un vídeo
producido por ReL sobre lo que es la misa, algo que muchos católicos en
realidad ignoran.
Otros dicen que no van a Misa porque no les apetece, y para ir de mala gana, es
preferible no ir.
Si la Misa fuera una diversión, sería lógico ir sólo cuando apetece. Pero las
cosas obligatorias hay que hacerlas con ganas y sin ganas.
No todo el mundo va a clase o al trabajo porque le apetece. A veces hay que ir
sin ganas, porque tenemos obligación de ir.
Que uno fume o deje de fumar, según las ganas que tenga, pase. Pero el ir a
trabajar no puede depender detener o no ganas. Lo mismo pasa con la Misa.
El cumplimiento de las obligaciones no se limita a cuando se tienen ganas. Lo
sensato es poner buena voluntad en hacer lo que se debe.
Ni por mil
millones
Muchos
cristianos no caen en la cuenta del valor incomparable de la Santa
Misa.
El valor de
la misa, explicado verbalmente por el padre Loring.
Durante la comida nos dijo el padre Pardo:
—Hoy les he
dicho a los estudiantes una cosa que les ha hecho impacto.
—¿Qué?
—Hablando del valor de la Misa les he dicho que si a mí me dieran un millón de
pesetas para que dejara la Misa, dejaría el millón, no la Misa. ¡Pusieron
unas caras de admiración!
Y yo le dije:
—¡Magnífica
idea!
Yo haría lo mismo. Unos días después al decir yo esto en unas
conferencias que estaba dando en Écija, el millón me pareció poco, y dije:
diez, cincuenta, cien, mil millones, ni por todo el oro del mundo dejaría
yo de decir una sola Misa.
Repartiendo mil millones de pesetas yo podría hacer mucho bien: pues ayudo más
a la humanidad diciendo una Misa; pues los mil millones de pesetas
tienen un valor finito, y la Santa Misa es de valor infinito.
Cuando sabes lo que vale una Misa, no te importan los sacrificios
que tengas que hacer por no perderla.
En el tren
En una ocasión
viajaba yo de Barcelona a Sevilla en el tren expreso que en
Barcelona llamaban "el sevillano" y en Sevilla "el
catalán".
Salimos de Barcelona a las once de la noche. Se llegaba a Sevilla a las
seis de la tarde del día siguiente. Por la mañana la gente del departamento
sacaba sus bocadillos para desayunar. Yo con mi libro,
sin levantar cabeza.
Llegó el mediodía y la gente volvió a sacar sus bocadillos. Y yo, nada. Al ver
la gente que yo no tomaba nada, me ofrecían:
—Padre, ¿quiere
un bocadillo?
—No. Muchas gracias.
—Pero si no ha tomado nada desde que salimos de Barcelona.
—Es que al llegar a Sevilla quiero decir Misa.
En aquel tiempo el ayuno eucarístico había que guardarlo desde las
doce de la noche anterior. No se podía tomar ni un vaso de agua antes
de la Misa. Los del departamento se quedaron admirados. Pero yo prefería no
tomar nada y poder decir Misa al llegar.
En Sevilla, mientras llegué a mi casa, me duché y dije Misa, me dieron la nueve
de la noche. Entonces desayuné, comí y cené, todo junto. Me sacrifiqué
un poco, pero dije Misa que vale mucho más.
¡Más que la
oración de la Virgen!
Lo que vale una
misa lo expresa el padre Royo Marín, O.P., diciendo: "Una sola misa
glorifica a Dios más que toda la gloria que le dan todos los santos del cielo, incluida
la Santísima Virgen, por toda la eternidad".
Esto parece exageración, pero cuando te lo explica lo comprendes. La
gloria que dan los santos y la Virgen es gloria de criatura. La Santísima
Virgen es la joya de la humanidad, la perla de la creación, pero
criatura. Y en la Santa Misa es Cristo-Dios quien se sacrifica;
y esto vale mucho más.
Fuente: Religión en Libertad