Leo Patalinghug es un sacerdote singular. De origen filipino y criado en Baltimore (Estados Unidos), tras dedicarse con éxito al break dance y al taekwondo (es cinturón negro y ganó algún campeonato), iba a dedicarse al periodismo o a las leyes cuando sintió la llamada de Dios.
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Leo Patalinghug. Foto: captura EWTN. Dominio público |
Empezó haciendo algún plato para los fieles que le invitaban a
comer, y acabó ganando un concurso de cocina en 2009, escribiendo libros de recetas para la
vida familiar y matrimonial y siendo invitado a numerosos programas
de televisión, hasta tener el suyo propio en EWTN, además de un portal,
un canal de Youtube (The Father Leo Show) y un food truck con el
que recorre las zonas desfavorecidas de su ciudad utilizando sus habilidades
culinarias para ayudar y evangelizar.
Y ahora, además, un restaurante. Lo ha abierto en Baltimore bajo el nombre Gastro Social y con una
intención: auxiliar a personas con problemas de exclusión social, para que puedan encontrar una formación y
un empleo permanente y salir del círculo de la pobreza y/o la delincuencia.
Según explicó en EWTN, "la comida es un gran regalo, y
por eso Jesús se
mostró alimentando a la gente". Así que él intenta unir dos mundos, el de
los clientes, a quienes satisfacer con el menú, y el de los trabajadores, a
quienes selecciona entre personas que necesitan una segunda oportunidad en la vida.
"El padre Leo es divertido... ¡a veces!", bromea Emmanuel, uno de los
cocineros, aludiendo al carácter hiperactivo y enérgico -imprescindible entre fogones-
del sacerdote. Este joven ayudante, de 22 años, se crio en un barrio peligroso
y reconoce que fue "problemático"
y se metió en drogas hasta adquirir la convicción de que acabaría muerto o en
la cárcel.
El padre Leo recorre con su camión-cocina, atendido por antiguos reclusos, las
calles donde se acumulan las personas sin techo, y ahora quiere ampliar
las oportunidades que les ofrece con un puesto de trabajo. Es consciente de que
la situación social no mejora, e incluso empeora, y de que él se limita "a
poner una tirita en la herida", pero su esperanza va más allá: "Si
solo uno de nuestros trabajadores puede llegar al fondo de su herida y sanarla, eso puede cambiar su
vida".
¿Y cuáles son esas heridas? Son muy diferentes, pero "en
última instancia todas se reducen a la experiencia de no ser amado".
En las mesas de su restaurante se trata ahora de "congregar a
personas [trabajadores y clientes] de todas las procedencias, para festejar en
torno a la comida: nuestra misión es aprovechar el potencial de la comida para hacer el bien".
C. L.
Fuente: ReL