El testimonio de Lester Loh, presbiteriano, retó a su suegra luterana... y se hicieron católicos
ReL |
Lester Loh hoy
es un diácono permanente en la diócesis de Palm Beach (Florida),
pero durante años fue un agnóstico muy alejado de Dios y de la Iglesia
Católica. Ha querido contar su historia a JonMarc Grodi, en Journey Home (EWTN)
y CHNetwork.org.
A la iglesia
presbiteriana los domingos... a veces
Fue el más
pequeño de los tres hijos de sus padres. Sus hermanos tenían 8 y 9 años más que
él. Su madre era protestante presbiteriana, una rama protestante que no tiene
obispos. Fue bautizado como presbiteriano y de niño iba a la
iglesia y a la escuela dominical (similar a la catequesis, para niños
protestantes). Al crecer ya no insistían mucho en que fuera.
Su padre no
estaba interesado en cosas espirituales. Lester admiró a su padre siempre,
hasta que murió, y fue un gran modelo en muchas cosas, pero nunca le enseñó
nada a nivel religioso.
Tenía alguna
idea de cosas católicas. En en instituto jugaba a deportes con amigos
católicos. Uno le dijo que tenía que ir a misa por la mañana, le
invitó y Lester le acompañó. "No tenía ni idea de cuando levantarme, ni
cuando sentarme ni nada más", recuerda.
Muchos de sus
amigos se apuntaron a universidades católicas, así que también él acabó
yendo a Georgetown y el Boston College, universidades de los jesuitas. Su
hermana mayor se casó con un católico, y así él acudió a su boda católica.
Agnóstico en
la universidad
En la
universidad no le interesaba nada la religión ni acudía a ninguna iglesia.
Parece que en la universidad católica nadie le invitó a una experiencia
católica. Una vez entró en la capilla por equivocación pensando que era la
biblioteca "y no repetí nunca ese error". Cuando le
preguntaban por su religión, empezó a responder "agnóstico".
Se graduó en
Empresariales y empezó a trabajar para Eastman Kodak, la gran empresa de
fotografía. En una cita a ciegas conoció a una chica. Enseguida
vieron que tenían en común que no iban a la iglesia, aunque ella era católica.
Empezaron a salir y se casaron en 1982, según el sacramento católico.
Hace ya 42 años que son matrimonio.
Cuatro años
después de casarse, nació su hijo y empezaron a pensar que entre sus
responsabilidades estaba la de presentar la fe al niño. Así empezaron a ir
a la iglesia católica, al Sagrado Corazón en Georgetown, Connecticut, una
iglesita de campo, donde hicieron muchos amigos. Allí adoptaron a una niña de
Paraguay. En el año 2000 toda la familia se mudó a Florida.
Un comprador
lento... a misa sin comulgar
Durante 15
años Lester fue a misa cada domingo con su esposa e hijos, sin comulgar.
Como experto en ventas, él se define como un "cliente lento". Es el
que tarda mucho en tomar la decisión aunque la pondere y examine. Y también en
lo religioso.
"Yo no
quería necesariamente comprar de inmediato algunos temas no-negociables, que
hoy son importantes para mí", apunta. Por ejemplo, dice, "crecí
durante la revolución sexual de los 70, había un campo abierto con cosas
que la Iglesia veía como no negociables. Los temas de defensa de la vida, la
eutanasia, el aborto... hoy son muy importantes para mí".
Otro ejemplo
son los sacramentos de la Iglesia. La enseñanza católica de que la
Eucaristía contiene al Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo, que hoy es
importante en su espiritualidad, le resultaba difícil de aceptar. En su
infancia, ir a la Iglesia era algo de lo que podía escaparse. Pero la
fe católica insiste en ir a misa cada semana. Eran cambios que debía
asumir.
La suegra
luterana en el Domingo de Pentecostés
Su esposa
estaba creciendo mucho en la fe, incluso empezaba a servir como catequista de
adultos. Y ahora hasta sus suegros venían a misa con ellos. El
suegro era católico, pero la suegra era de origen luterano. "En cierto
sentido, no quería que mi familia me adelantara mucho", considera. En esa
época Lester se habría definido como un cristiano sin denominación concreta.
Un día, al
salir de misa de Pentecostés, planteó a su suegra luterana: "¿si
voy a la catequesis RCIA, de iniciación de adultos, vendrías conmigo?" Ella
llevaba 4 o 5 décadas yendo a misa cada domingo sin comulgar.
"Yo
pensaba en mi interior: 'que diga que no, que diga que no'. Pero dijo
que sí. Y la reacción de mi esposa, a mi lado, no tenía precio: '¿qué
es lo que acabo de oír?' Casi se cae de la acera". Y la esposa de Lester
le dijo: 'justo acababa de decirle a Jesús que ya me había rendido contigo'.
Lester cree que
ese Domingo de Pentecostés, simplemente, el Espíritu Santo le sacudió y
despertó de su parálisis. La catequesis, a cargo de dos monjas dominicas, fue
buena y acogedora. Esa Vigilia Pascual de 2002, Lester y su suegra
entraban juntos en plena comunión con la Iglesia Católica, con sus cónyuges
como acompañantes.
El llamado
al diaconado
En 2003 pensó
en ser diácono permanente. Llevaba años sirviendo en distintas organizaciones,
como la Cruz Roja, los Rotarios... siempre le gustó hacer esas cosas. Su esposa
no estaba muy convencida del diaconado y se lo desaconsejó.
Pero él empezó
a servir como lector, como ministro extraordinario de la Eucaristía, como
catequista... preparar la catequesis y responder a los niños y
adolescentes le ayudó a conocer mejor la fe. Para 2005 su esposa
aceptó la vocación de Lester. Un hombre casado necesita el permiso explícito de
su esposa para ser ordenado diácono permanente, y ahora ya contaba con ello.
Estudió
Historia de la Iglesia, Biblia, Teología, y conoció otros hombres con la misma
vocación. Fue un proceso de 4 años. De los 10 que empezaron esa formación, 7 se
ordenaron en 2011. Una de las personas que más le animaron en esta
vocación fue, curiosamente, un ministro evangélico, capellán del equipo de
fútbol americano de los Detroit Lions, llamado Billy Zeoli, que le animaba a
tomarse en serio la fe. Mientras tanto, su esposa empezó a colaborar en la
oficina episcopal de matrimonio y Familia.
Su servicio
diaconal: provida, prisiones, familia...
"Los
diáconos decimos que bautizamos, casamos, y enterramos. No hacemos unción de
los enfermos, no escuchamos confesiones. Somos testigos en matrimonios.
Presidimos en bautizos. Visitamos hospitales. Estoy implicado en el
ministerio de prisiones, en el de Defensa de la Vida, en
muchos ministerios fuera de la parroquia", detalla. Alaba la Teología del Cuerpo de Juan Pablo II, la visión cristiana del sexo que ha sabido responder bien
a los errores de la Revolución Sexual. A veces la expone a protestantes
abiertos a los temas profamilia, que se admiran con ella.
En la lucha
provida, defiende la vida de todos: los bebés por nacer, las madres,
los enfermos frente a la eutanasia y los presos frente a
la pena de muerte. "He escrito muchas cartas a gobernadores
pidiéndoles que dejen de firmar penas de muerte", detalla. Hoy intenta ir
a misa diaria, y casi siempre lo consigue. Es devoto de San José: lo tomó como
patrón de su confirmación con casi 50 años, siendo padre y esposo y buscando un
buen modelo.
P.
J. Ginés
Fuente: ReligiónenLibertad