Más de la mitad de los fondos del Archivo Histórico Diocesano de la capital son expedientes matrimoniales, algunos de personas tan célebres como Goya
Fotos: María Pazos Carretero |
Adelaida, mujer de Andrés Segovia, era hija de un capitán del
Cuerpo de Ingenieros de la Armada. En el centro el documento sobre Valla Inclán
incluye el nombre con el que fue bautizado: Ramón Valle y Peña. A la derecha,
en el expediente de Goya, a mitad del texto el notario cambia de idioma y empieza
a escribirlo en latín.
El pintor zaragozano Francisco de Goya y Lucientes se casó en
1773, a los 25 años, con su paisana Josefa Bayeu, uno más joven. Era hermana de
Francisco Bayeu, de quien Goya fue discípulo. El gallego Ramón María del
Valle-Inclán, padre del esperpento, contrajo su primer matrimonio en 1907 con
la actriz leonesa Josefa Blanco Tejerina, 13 años más joven (tenían 41 y 28), a
la que había dedicado Sonata de invierno. 13 años después, el guitarrista
de Jaén Andrés Segovia se desposó con su primera mujer, Adelaida Portillo, hija
de un capitán y nacida en la Cuba española el mismo año que él, 1893.
Ni estos célebres artistas ni sus esposas eran madrileños. Pero
unieron sus vidas en la capital y el Archivo Histórico
Diocesano alberga sus expedientes matrimoniales. Su director adjunto,
Pedro Sabe, señala que son una muestra de «cómo Madrid ha sido un eje de
atracción cultural y económica». La ciudad «recibía a gente de todo el país»
que «construía su vida aquí». Los expedientes matrimoniales representan,
además, cerca del 60 % de sus fondos. «Tenemos desde el siglo XVII, casi desde
que empezaron a hacerse». Por aquel entonces Madrid pertenecía a la
archidiócesis de Toledo, como vicaría. El archivo de la misma es predecesor del
actual.
«Antes del Concilio de Trento, ni siquiera existía estrictamente
la obligación de que el matrimonio tuviera lugar de forma canónica», explica
Sabe. «Uno se podía casar en secreto, incluso sin sacerdote». En este concilio,
que se desarrolló entre 1545 y 1563, se «prohibió y declaró no válido cualquier
matrimonio que no se realizara ante el párroco o su delegado y ante dos
testigos y se estableció la obligación grave de inscribirlo». A esta nueva
norma eclesial se sumó en España el rey Felipe II, que promovió lo mismo en el
ámbito civil.
Otros ilustres
El Archivo Histórico Diocesano de Madrid alberga también
documentos relacionados con el matrimonio de personajes de la talla del pintor
Claudio Coello; del escritor Manuel Machado; de Jacobo Fitz-James Stuart y
Falcó, XVII duque de Alba de Tormes; de la escritora Rosalía de Castro (descubierto en 2021); de Simón Bolívar, líder de la
independencia de buena parte de Hispanoamérica; del fundador del diario ABC,
Torcuato Luca de Tena; del escultor Mariano Benlliure o de los padres del
filósofo José Ortega y Gasset.
Se empezó a exigir además un expediente matrimonial. Si bien el
contenido «no ha variado mucho desde entonces», matiza el director adjunto,
antes lo realizaba un notario eclesiástico —Valle-Inclán y Segovia recurrieron
al mismo— y luego se llevaba a la sede de la vicaría. Eso sí, aunque había que
pagar al notario, «nadie se quedaba sin casar por pobre»: en ese caso podían
tramitarlo «gratis o con tasas muy reducidas». En el proceso, «se daba mucha
importancia a verificar que los contrayentes estaban libres de matrimonios
anteriores y se hacía un examen de doctrina católica».
«Mucha gente viene al archivo buscando estos expedientes matrimoniales»
y los de otros famosos «por interés cultural», apunta Sabe. Además de que
incluyen la partida de Bautismo con datos de padres y abuelos, ver quiénes
ejercieron de testigos da pistas sobre los amigos íntimos. En el caso de Goya,
fueron el pintor Manuel de Eraso y el escultor Juan Adán. Ambos estaban en Roma
al mismo tiempo que Goya se formaba en la Ciudad Eterna, en torno a 1770, y
allí les tomaron testimonio. Valle-Inclán se lo pidió a Eduardo Lázaro,
secretario del también escritor Rubén Darío, y Andrés Segovia a su
representante artístico, Ernesto de Quesada. Por último, los expedientes «dan
acceso a la firma, que a todo el mundo le hace ilusión». De lo que no permiten
extraer apenas información es sobre la vida de fe de los contrayentes, pues las
fórmulas que contienen «son muy estereotipadas».
El más antiguo
Alfa y Omega |
Entre los casi 5.000 metros lineales de documentación, lo más
antiguo que custodia este archivo es un pergamino del siglo X sobre la
compraventa de un terreno en Galicia. Llegó dentro de una importante colección
(21 metros lineales) reunida por el sacerdote José García Armesto, capellán
real del rey Alfonso XIII. «Tenemos facturas del dinero que se gastaba en
comprarlos y eran auténticos sueldos», apunta el director adjunto. En ella había
también un permiso del rey Felipe II para vender una villa en Palencia (en la
imagen).
María Martínez López
Fuente: Alfa y Omega