Si no sabes cómo comenzar, pero te interesa hacerlo, te enseñamos varias formas de leer la Biblia para que no te desanimes en el primer intento
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| sav_an_dreas | Shutterstock. Dominio público |
La lectio divina
Pero la lectura
personal de la Biblia también es muy útil, porque en la Palabra de Dios, Él
mismo nos habla y nos guía en el camino de nuestra vida. En la tradición de la
Iglesia se ha desarrollado un método llamado lectio divina. Consta
de cuatro etapas: lectio (lectura) – meditatio (meditación)
– oratio (oración) y contemplatio (contemplación,
morar con Dios).
Este método
ilustra bien que la lectura de la Biblia es una conversación entre Dios y el
hombre (Dios se dirige a nosotros, en la oración le damos una respuesta) y que,
en última instancia, es un don de Dios que se nos permita habitar en su
presencia.
La mejor manera de leer la Biblia
La Biblia no es un periódico. Se resiste a una
lectura superficial. Por lo tanto, se aplican los mismos principios que para la
oración. En primer lugar, necesitamos recogernos y estar quietos. A ello puede
ayudarnos una oración (una novena, una decena del rosario), pero sobre todo una
breve petición para que el Espíritu Santo nos inspire la lectura de la Palabra
de Dios, como lo hizo en su día a través de los escritores que la redactaron.
Leemos los
textos lenta y atentamente. Después de cada lectura, meditamos. Estas
preguntas, o preguntas parecidas, pueden ayudarnos a hacerlo: ¿Cuál es el
sentido de este texto? ¿Qué es lo que entiendo? ¿Qué no entiendo? ¿Qué intenta
decirme Dios a través de él? ¿Qué puedo hacer? Los textos bíblicos deben leerse
varias veces.
No se trata de leer tantos textos como sea
posible, sino de profundizar realmente en lo que leemos. Un diario puede
ayudarnos a ello, anotando lo que nos ha dejado tal o cual texto. Debemos
repetir las partes importantes (frases, líneas, pasajes cortos) hasta que nos
las sepamos de memoria. Así quedarán escritas en nuestro corazón y nos seguirán
a lo largo de la vida.
Una sugerencia
es empezar con un Evangelio, quizá san Mateo.
Los textos nos son familiares porque los encontramos regularmente en la Misa,
pero como allí solo escuchamos un fragmento, por ello, es muy interesante
conocer el contexto más amplio.
Luego vamos al
principio de la Biblia y nos fijamos en Génesis 1 y
2, que describen los acontecimientos más importantes de la historia de la
salvación en el Antiguo Testamento: la creación del mundo, la vida de nuestros
primeros padres, la revelación de Dios en la zarza ardiente, el éxodo de los
israelitas de Egipto, los acontecimientos del Sinaí, los Diez Mandamientos,
etc.
Si meditáramos
en un solo salmo (el Libro de los Salmos) cada
día, recorreríamos todos los salmos en medio año. Seguramente que esto también
configuraría nuestra oración personal. Durante el Adviento podríamos leer el
Libro de Isaías.
Los escritores del Nuevo Testamento se refieren una y otra vez a este libro,
que contiene textos maravillosos sobre la salvación de Dios.
Luego podemos
pasar a otro Evangelio, quizá san Lucas, y
a los Hechos.
Estos dos escritos deben leerse como uno solo, porque se complementan al haber
sido compuestos por el mismo escritor. Quien quiera retomar los escritos de san
Pablo debería empezar por la primera carta a los Corintios. Es muy interesante
porque nos muestra el pensamiento del apóstol sobre temas interesantes: la
cruz, la Eucaristía,
la resurrección,
etc.
Pero el corazón
de los escritos de San Pablo es sin duda la Carta a los Romanos, en la que
resume la esencia del Evangelio que predicaba. Ha desempeñado un papel central
en la historia de la teología. Luego podemos fijarnos en los escritos de Juan:
el Evangelio y la primera carta de San Juan.
Que la lectura
de la Sagrada Escritura sea de mucho provecho espiritual para todos.
Klaus
Einspieler
Fuente: Aleteia
