Abrazando plenamente su humanidad, Jesús fue enseñado a rezar por sus padres, así como a través de las oraciones que escuchaba en la sinagoga y en el Templo
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Dennis Jarvis | Flickr CC by SA 2.0 |
De la niñez de Jesús conocemos poco, la Sagrada
Escritura es muy parca al respecto, por eso nos extrañamos cuando conocemos
aspectos que pareciera obvio que el Niño supiera.
Por ejemplo, aunque Jesús es plenamente divino,
también es plenamente humano, y eso significó que tuvo que «aprender» una serie
de cosas después de su nacimiento.
Puede parecer extraño pensar que el Creador del
mundo tuvo que aprender a caminar, pero eso es exactamente lo que ocurrió hace
más de dos mil años.
No solo tuvo que aprender a andar, sino también
a rezar.
¿Qué dice el Catecismo?
El Catecismo de la Iglesia Católica subraya
este punto en su sección sobre la oración:
«El Hijo de Dios que se hizo Hijo de la Virgen
también aprendió a rezar según su corazón humano. Aprende las fórmulas de
oración de su madre, que guardaba en su corazón y meditaba todas las «grandes
cosas» hechas por el Todopoderoso. Aprende a rezar con las palabras y los
ritmos de la oración de su pueblo, en la sinagoga de Nazaret y en el Templo de
Jerusalén».
CEC 2599
María y José tuvieron que instruir a Jesús para
rezar de pequeño, enseñándole las palabras que debía decir y qué postura debía
tener.
Su oración era más profunda
Sin embargo, su oración era más profunda que la
de los demás, porque Él es al mismo tiempo Dios:
«Pero su oración brota de una fuente por lo
demás secreta, como da a entender a los doce años: ‘Tengo que estar en casa de
mi Padre’. Aquí comienza a revelarse la novedad de la oración en la plenitud de
los tiempos: su oración filial, que el Padre espera de sus hijos, va a ser
vivida finalmente por el Hijo único en su humanidad, con y para los hombres».
CEC 2599
Jesús caminó por esta tierra para mostrarnos el
camino hacia el Padre y aprendió a rezar para que también nosotros nos
esforcemos por seguir sus huellas.
Necesitamos aprender a rezar, y nuestro maestro
y guía por excelencia es Jesucristo.
Philip
Kosloski
Fuente: Aleteia