El
simbolismo de este acto recuerda la unidad de la Iglesia y la conexión
espiritual entre cada celebración
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Es un ritual
silencioso. Fácilmente se pasa por alto ya que sucede muy rápido. Si bien es
una acción muy breve, el simbolismo que hay detrás de ella es profundo.
Según Nikolaus
Gihr en el libro El Santo Sacrificio de la Misa,
la acción de colocar una pequeña partícula de la hostia en el cáliz tiene
antiguas raíces.
Concretamente
viene de la Iglesia Primitiva y una costumbre que pretendía significar
la unidad con el Papa y el obispo local.
La
participación en el mismo Santo Sacrificio se consideraba signo y prenda de la
Comunión eclesiástica.
Para probarla y
mantenerla, los Papas y los obispos enviaban a otros obispos, o también a los
sacerdotes, partes de las Hostias Consagradas, que los receptores depositaban
en el cáliz y consumían …
Esta costumbre
existió en Roma hasta aproximadamente el siglo IX.
Allí el Papa los domingos y festivos enviaba a aquellos sacerdotes que
tenían a cargo el servicio Divino en las iglesias de la ciudad, la Eucaristía
como símbolo de comunión con la Cabeza eclesiástica, y como signo de que
estaban facultados para celebrar.
Signo de unidad
Era un signo
visible y concreto de que estaban unidos al Papa y a los obispos cada vez que
celebraban la Misa.
Además, otro
aspecto de este ritual fue el de significar la unidad de la celebración de la
Misa, que es una representación del único sacrificio de Jesús en la
cruz.
Los católicos
creen que Jesús no es sacrificado una y otra vez en cada Misa. La Eucaristía es
en cambio una participación mística en el único sacrificio que ocurrió en el
Monte Calvario.
Anteriormente,
el uso era algo diferente. Como las Hostias eran mucho más grandes, una de
estas tres partes se subdividía en varias partículas y se usaba de manera
diferente.
Se distribuía a
los presentes, o se enviaba a los ausentes, o se colocaba en el cáliz en la
próxima celebración del sacrificio…
Una partícula
previamente consagrada era preservada y unida a la Preciosa Sangre en el
siguiente Sacrificio, para representar, con toda probabilidad, la continua
sucesión del Sacrificio, así como la unidad de los últimos con esa celebración.
Por esta razón, los historiadores creen que durante algunos siglos hubo dos
partículas en el cáliz, una del Papa/obispo y otra de una celebración anterior.
El simbolismo
de este acto también apunta a la unidad del cuerpo y la sangre de Jesús
en la hostia.
Porque tanto la
hostia como el vino consagrado contienen toda la presencia de Jesús: cuerpo,
sangre, alma y divinidad.
Es un
recordatorio de que cada acción del sacerdote en la Misa tiene sus raíces en
casi 2.000 años de historia y tradición.
Y es muy deliberado:
está destinado a enseñarnos muchas verdades espirituales profundas.
Philip
Kosloski
Fuente:
Aleteia