Uno sólo es vuestro Padre
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Dominio público |
I. Sólo hay
un Maestro y un Doctor, Cristo. La enseñanza de la Iglesia es la de Cristo, los
maestros lo son en la medida en que son imagen del Maestro. Y un solo Padre, el
celestial (Mateo 23, 1-12) del que se deriva toda paternidad en el cielo y en
la tierra. Dios tiene la plenitud de la paternidad, y de ella participaron
nuestros padres al darnos la vida, y también han participado los que de alguna
manera nos han engendrado a la vida de la fe. San Pablo escribe a los primeros
cristianos de Corinto como a hijos queridísimos… porque yo os engendré en
Cristo Jesús por medio del Evangelio. Por consiguiente, os suplico: sed
imitadores míos. Y aquellos cristianos sabían que, al emular a San Pablo, se
convertían en imitadores de Cristo. En el Apóstol veían reflejado el espíritu
del Maestro y el cuidado amoroso de Dios sobre ellos. Al Papa le llamamos con
toda propiedad “Padre común de todos los cristianos” (1 Cor 4, 14-16). Cuando
honramos a nuestros padres, que nos dieron la vida, y a quienes nos engendraron
en la fe, damos mucha gloria a Dios, pues en ellos se refleja la paternidad
divina.
II. De esa
paternidad espiritual participamos los cristianos sobre aquellos a quienes
hemos ayudado –a veces con dolor y fatiga- a encontrar a Cristo en su vida. La
paternidad es más plena cuanto mayor es la entrega a esta tarea. Esta
paternidad espiritual es una porción importante del premio que Dios da en esta
vida a quienes le siguen, por vocación divina, en una entrega plena. La Virgen
Santa María ejerce su maternidad sobre los cristianos y sobre todos los hombres
(CONC. VAT. II, Const. Lumen gentium). De Ella aprendemos a tener una alma
grande para aquellos que continuamente tratamos de llevar a su Hijo, y que en
cierto modo hemos engendrado en la fe. “Si nos identificamos con María, si
imitamos sus virtudes, podremos lograr que Cristo nazca, por la gracia, en el
alma de muchos que se identificarán con Él por la acción del Espíritu Santo. Si
imitamos a María, de alguna manera participaremos en su maternidad espiritual”
(SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ, Amigos de Dios).
III. El amor por quienes hemos acercado a Dios no es una simple amistad, “sino el amor de caridad, el mismo amor con el que les ama el Hijo encarnado. Es por esto, y sólo por esto, por lo que el Hijo nos lo ha dado a cada uno de nosotros, para que podamos darlo a los demás. El amor hacia nuestros hermanos genera en nosotros el mismo deseo que genera el del Hijo: el de su santificación y salvación” (B. PERQUIN, Abba, Padre). San José nos enseña cómo ha de ser ese desvelo por los demás es su trato con Jesús, a mirar con amor siempre creciente a quienes Dios Ha puesto en nuestro camino.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.