Cristóbal será beato el 18 de noviembre. Farmacéutico de Cazalla, rebosaba caridad y bondad. Aún se conserva la carta de despedida que escribió a su esposa antes de ser fusilado
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Dominio público |
Junto
a más de un centenar de vecinos, Cristóbal esperaba pacientemente el final de
sus días, entre rezos, oraciones y el cuidado de quienes enfermaban en la
cárcel por su condición de farmacéutico. El martirio que sufrió este fiel
cristiano onubense le permitirá ser beatificado este sábado, 18 de noviembre, en
la Catedral de Sevilla junto a otros 19
sacerdotes y laicos víctimas del odio a la fe en la España de los años treinta.
Cristóbal Pérez nació en Alájar (Huelva) el 9 de diciembre de
1887. Nació en el seno de una familia formada. Ignacio Pérez Carabantes y
Carmen Pascual fueron sus padres. Fruto de su amor nacieron sus cinco hijos.
Su
infancia transcurrió en Granada, donde obtuvo el título de Bachiller y se
licenció en Derecho, y luego se trasladó a Albacete, donde estuvo en el
noviciado de los jesuitas durante un año, pero lo abandonó al caer enfermo.
En 1921 llegó a Cazalla de la Sierra para hacerse cargo de la
farmacia que hasta ese momento había regentado su hermano Cástulo. Dos años más tarde
obtuvo la licenciatura de Farmacia. El 17 de marzo de 1924, con 36 años,
contrajo matrimonio con Purificación Rodrigo Gómez, de 32 años. Tuvieron un
hijo, Cristóbal que murió a las pocas horas.
Su labor caritativa como farmacéutico le hizo ser conocido
como el 'padre de los pobres'
Cristóbal
también se comprometió con la política de su pueblo, siendo concejal del Ayuntamiento de Cazalla de
la Sierra durante la dictadura de Primo de Rivera desde el 6 de
abril de 1924. No obstante, apenas ejerció dos meses esta responsabilidad
pública, ya que presentó su renuncia el 8 de junio por el desacuerdo en el modo
de proceder caciquil de la autoridad militar del Partido Judicial.
Pero si por algo es
recordado Cristóbal Pérez en Cazalla de la Sierra es por sus profundas creencias religiosas y la
caridad que rebosó desde su farmacia. Ejerció un verdadero
apostolado en favor de los más necesitados. Tanto es así que le llamaban 'padre de los pobres',
lo que le granjeó cierta enemistad con otros profesionales farmacéuticos de la
zona, ya que proporcionaba gratis las medicinas a aquellos que no podían asumir
su coste.
En
la semblanza que se hace del futuro beato se puede leer lo siguiente: “Abogado
y farmacéutico. Tengo que detener la pluma para pensar antes con detenimiento,
la frase que a este hombre singular le corresponde, porque mi interés en
presentarlo, quisiera fuera en relación a la excelsitud de su continua caridad
e imponderables cualidades. Es opinión genérica que los farmacéuticos ganen y
hacen buen negocio en la expedición de sus artículos, pero esta manera de
enjuiciar no encajaba en nuestro inolvidable y bondadísimo D. Cristóbal, porque
no llegaba el que fuese a su establecimiento, que si anteponía sus lamentos y
privaciones, no se llevase gratuitamente la medicina o el
específico, y por ventura le refería, dada la situación social del paro, su
precario estado económico, iba doblemente socorrido con el
dinero que constantemente vertían sus caritativas manos”.
Cristóbal
es detenido tras la sublevación militar: su celda es conocida como 'La Clínica'
Cuando
estalla la Guerra Civil Española con la sublevación
militar del 18 de julio de 1936, su viuda declaró que fue detenido en su
domicilio un día más tarde por un grupo de hombres, siendo conducido a la
cárcel de Cazalla donde estuvo detenido hasta el 5 de agosto, cuando fue
fusilado.
La celda en la que estuvo preso Cristóbal fue conocida como 'La
Clínica', ya
que desde ahí continuaba con su atención farmacéutica, ahora con los presos:
“Sufría uno de los presos lipotimias que le hacían perder el sentido durante
bastante tiempo, y hubo verdaderas complicaciones para que se pudiera conseguir
de los rojos la asistencia necesaria del servicio médico, si bien dado el
desprendimiento del antes citado D. Cristóbal Pérez Pascual, este nos proveía
de los medicamentos más indispensables, ya que paulatinamente fue
aprovisionándose y constituyendo en su celda un buen repuesto botiquín”, se
recoge en los textos que reflejados en el libro 'Mártires de la persecución religiosa en la archidiócesis
de Sevilla'.
El
tiempo también lo aprovechaba para rezar el Rosario y compartir con el resto de
presidiarios sus vivencias religiosas. Al poco de ingresar en la cárcel, el 22
de julio, Cristóbal
escribió a su esposa pidiendo que se encomendase al Señor en la creencia cierta
de que se acercaba su fin.
Sobre las 15h del 5 de agosto de 1936, se consumó su final.
Por JOSÉ MELERO CAMPOS
Fuente:
ECCLESIA