"¿Por qué no salimos todos corriendo hacia la estantería para abrir esa Biblia olvidada que solo sirve de adorno en el salón?" María Luisa Sánchez Vinader ha escrito un libro, Palabra de Dios, solo para animarnos a ello.
Foto: Juan Castillo / Cathopic. Dominio público |
Sánchez
Vinader (n. 1960) es licenciada en Ciencias de la Educación, diplomada en Teología Bíblica por la
Universidad de Navarra y maestra en el ámbito de la Educación Especial. Quien
advierte como mensaje fundamental: "La lectura de los textos sagrados
encierra un peligro, puede
cambiar la vida... La Palabra de Dios es poderosa y eficaz". Y
"siempre es dulce, por dura que parezca... porque solo el Señor puede
colmar las ansias de felicidad del hombre".
Para
ello hay que leerla bien, y la forma "más segura y correcta" es la lectio divina,
a la que dedica la autora una parte central del libro. (Otros capítulos
relevantes son los que dedica a "las páginas oscuras de la Biblia" o
a la indulgencia plenaria con que la Iglesia recompensa su lectura.)
Los
antecedentes de la lectio divina se
remontan al siglo VI, pero se sistematizó a partir del siglo XII, con la figura
de Guigo II (1114-1193),
noveno prior de la Gran Cartuja, quien la detalló en su obra La
escalera de los monjes.
¿Cómo
hacerla, en la práctica? Esto es un resumen de lo que propone la autora llevar
a cabo en seis pasos,
desde el principio de la Biblia hasta el final, todos los días un rato, aunque
sean solo unos versículos.
1. Invocatio (invocación)
Hay
que invocar la presencia del Espíritu
Santo, su acción y su poder.
a)
María Luisa propone la oración del cardenal Jean Verder (1864-1940), en la que hay un párrafo
muy importante porque, señala la autora, "solo existe una interpretación
correcta de las Sagradas Escrituras, y esta es en el marco de la senda trazada por nuestra
Iglesia". Por eso hay que pedirle al Espíritu Santo, en palabras del
purpurado: "Líbrame del espíritu de soberbia a fin de que yo siga fielmente las enseñanzas
de la que nos diste como Maestra infalible de la verdad".
b)
Esa invocación puede ser musical:
se sabe que los salmos del Antiguo Testamento eran cantados y en la Biblia hay
innumerables alusiones a cánticos y a himnos.
2. Lectio (lectura)
No
tiene que ser larga, bastan unos pocos versículos. Pero:
a)
debe ser atenta;
b)
es conveniente repetir la
lectura varias veces para ir captando matices.
3. Meditatio (meditación)
Es
aquí donde está el esfuerzo, porque hay que buscar el significado.
a)
Es útil consultar las propias notas de
la edición de la Biblia que usemos. María Luisa recomienda particularmente, por
la riqueza de su aparato crítico, la Biblia de la Universidad de Navarra, disponible
en e-book.
b)
Ayuda utilizar la imaginación para
ponernos en situación de los hechos o consideraciones leídos, según el estilo
de San Ignacio de Loyola.
c)
Si la imaginación nos falla, existe un recurso: las visiones de algunos
místicos, en particular las de la beata Ana Catalina Emmerick (1774-1824). Para el Nuevo
Testamento, podemos citar La amarga Pasión de Cristo o La vida oculta de la Virgen María.
4. Oratio (oración)
Es
el momento de alabar y bendecir a Dios y pedirle
que nos ayude a cumplir lo
que hemos leído.
5. Contemplatio (contemplación)
a)
También en esto Sánchez Vinader recomienda la contemplación ignaciana, que encontramos en
sus Ejercicios Espirituales.
b)
Es más fácil conseguirla después de haber comulgado o en presencia del Santísimo, porque se trata de abandonarse ante la presencia
de Dios: "Durante la meditación, yo hago mío al Señor; en la
contemplación, Él me hace suya".
C. L.
Fuente: ReL