El padre Byles, sacerdote católico, prefirió permanecer con los que iban a morir
![]() |
YouTube |
El Titanic no sólo albergaba a ricos, sino a un futuro santo. Esto
será así si sigue adelante la campaña para beatificar al padre Byles, el
sacerdote inglés que viajaba en el buque; y que cuando este empezó a hundirse
se negó dos veces a ser rescatado para poder seguir estando con la gente. Rezó
y estuvo con las víctimas hasta el final.
En el hundimiento del Titanic fallecieron 1.500 personas. El padre
estaba en este barco porque iba a Nueva York a la boda de su
hermano William.
En el barco había mayoritariamente cristianos (protestantes y
católicos) y judíos; y el padre Byles prefirió asistirles espiritualmente –se le
recuerda rezando el Rosario- a ser salvado.
Es otro sacerdote inglés, el padre Graham Smith, de Saint Helen,
en Chipping Ongar, condado inglés de Essex, quién está detrás de la petición
para que Byles suba a los altares.
Por ahora, el padre Smith pide a los fieles que invoquen al
padre y en el caso que ocurra un milagro, se incoaría la causa de
beatificación.
Decisión heroica
Era el 15 de abril de 1912. Mientras el
«inhundible» Titanic se hundía, el padre Thomas Byles renunciaba
no una, sino las dos oportunidades de embarcar en un bote salvavidas que
se le ofrecieron.
Prefirió quedarse a bordo, conforme los relatos de algunos
pasajeros, para escuchar confesiones; y ofrecer amparo
espiritual a quienes no tenían oportunidad de escapar
del naufragio.
El sacerdote británico de 42 años era hijo de un pastor
congregacionalista, y se convirtió al catolicismo en Oxford.
Se había ordenado en Roma diez años
antes y viajaba para celebrar el matrimonio de su
hermano en Nueva York.
Testimonios
Una página web http://www.fatherbyles.com/, recoge
la vida del padre Byles, así como sus escritos y los textos de su última misa,
celebrada el día del hundimiento, el segundo domingo de Pascua
del año 1912.
La homilía es particularmente estremecedora:
diserta sobre necesidad de un rescate espiritual mediante la oración y los
sacramentos en caso de que se produzca un naufragio (físico o espiritual). Al
cabo de pocas horas, el Titanic se hundió.
Uno de los testigos de su muerte es el de Agnes McCoy,
pasajera de tercera clase y superviviente del naufragio.
Ella declaró que el padre Byles permaneció a bordo para
escuchar confesiones, rezar con los pasajeros y darles su
bendición en los minutos finales.
Otra pasajera de tercera clase, Helen
Mary Mocklare, afirma:
«Nos echaron
de nuestros asientos… Vimos al padre Byles ante nosotros, llegando por el
pasillo con la mano levantada.
Le conocíamos
porque él nos
había visitado algunas veces a bordo y celebrado la misa para nosotros
justamente esa mañana.
‘Tengan calma’,
pedía, y después seguía en la tercera clase dando la absolución y
bendiciendo…
Algunos entraban en pánico y era
entonces cuando el sacerdote volvía a levantar su mano y todos se
calmaban de nuevo. Los pasajeros estaban completamente
sorprendidos con el autodominio absoluto del
padre».
Helen también afirma que un marinero «avisó al sacerdote sobre
el peligro y le suplicó que embarcase en un bote«, pero
el padre rehusó dos veces.
«El
padre Byles podía haberse salvado, pero no quería dejar el barco mientras
quedase un pasajero. Y las súplicas del marinero no fueron escuchadas.
Después de que yo subí al bote salvavidas, que era el último en partir, y nos íbamos apartando del Titanic, yo aún conseguía oír con claridad la voz del sacerdote y las respuestas a sus oraciones».
Miriam Díez Bosch
Fuente: Aleteia