En un encuentro con familias, un monje benedictino respondió a varias preguntas. Sus respuestas pueden ser inspiración para la vida de cualquier católico
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Anna Nass - Shutterstock |
Hace
unos días tuve la oportunidad de compartir el «día de las familias» con una
parroquia. Este día ponía el punto y seguido a varios encuentros sobre
matrimonio, familia, educación… propuestos a lo largo del curso.
Además
de un día de convivencia y disfrute en el campo, tuvimos la ocasión de charlar
con un joven (30 años) monje benedictino, que respondió a todas las preguntas
que le planteamos. Especialmente interesantes fueron las de los más pequeños
(¿puedes salir del monasterio? ¿tienes novia? ¿te puedes ir de vacaciones? ¿te
pueden hacer jefe/abad?), que nos ayudaron a todos a comprender mejor la vida
de los monjes.
Pero
también hicieron preguntas más de fondo: ¿cómo supiste que querías ser monje y
no cura como nuestro párroco? ¿no te hartas de estar aquí? ¿cómo saber lo que
Dios quiere de ti? Mientras le escuchaba responder a los niños, empecé a tomar
notas: lo que fray Miguel exponía sobre su vida me estaba dando pistas para la
mía y para la de cualquier católico fuera del monasterio:
- «la vocación hay que
discernirla consigo mismo y con alguien que te ayude. No es mejor una
vocación que otra: lo importante es tener el corazón muy limpio, para
escuchar y seguir la voluntad de Dios; y que te ayuden a escuchar». Y es
que el acompañamiento espiritual es una ayuda valiosísima en el
camino, que no debemos desaprovechar.
- «yo quería dedicarme muy
especialmente a la oración. La vida en el monasterio es sencilla y fácil
desde el punto de vista del horario: te ayuda a vivir retirado para tener
la atención puesta en Dios». Al seguir la vocación a la que uno es
llamado, lo mejor es procurar que las circunstancias de la
propia vida te ayuden a seguir esa vocación. Por eso el monje se
aísla voluntariamente («El mundo no es que sea malo, pero no te ofrece
tranquilidad sino el trajín de las cosas»), porque su forma de vida,
horario y lugar favorece poder centrarse en la relación con Dios. Es un
buen consejo para cualquiera de nosotros: procurar que las circunstancias
de nuestra vida, en la medida que podamos elegirlas, nos ayuden a vivir
nuestra vocación. Manteniendo ese corazón limpio para elegir lo
que favorece vivirlo y evitar lo que nos puede distraer o alejar de lo
importante.
- Puede haber tentaciones
disfrazadas de algo bueno: «a mí me gusta estudiar latín y griego y llego
hasta donde llego en el monasterio. Hay un punto en el que podría ir más
allá, pero para desarrollarlo tendría que salir del monasterio. Ahí hay
que pensar ¿he venido al monasterio a cultivar la afición del latín o a
otra cosa? Y mantener el corazón limpio». ¡Qué buena reflexión! También en
la vida matrimonial, p.ej., se pueden dar momentos en los que puedo poner
por delante la profesión, los amigos o cualquier otra cosa que, en sí
misma, es buena. Pero conviene discernir: ¿esto me ayuda a vivir mejor mi
matrimonio, mi familia? ¿O me aleja de ellos?
- ¿Cuándo rezas? «Tenemos 7
momentos de oración en común toda la comunidad. El resto del día
trabajamos o estudiamos. Pero no hay que entender la oración solamente
como estar en la capilla; esto es necesario porque, si no lo haces,
dejarás de rezar. Pero, además de buscar momentos especiales, todo lo que
haces se convierte en oración si lo haces con amor y unificado». Qué
valioso entender así cada día, cuando a los que vivimos nuestra vocación
matrimonial y familiar muchas veces nos parece que no tenemos nada que
poder ofrecer al Señor: al contrario, vivir en la presencia de Dios amando
a las personas que te ha dado, es amarle a Él.
- «La vida también se puede
volver repetitiva y uno se plantea ¿qué sentido tiene? En esos momentos,
hay que volverse hacia el amor de Dios, seguir adelante y que la gracia te
sorprenda. Y hacer las cosas con amor» – ¿Quién no ha tenido
momentos de crisis y dudas en su vida? Es normal en todas las vocaciones,
no hay que asustarse; en los momentos de oscuridad, seguir adelante en lo
que se eligió en presencia de Dios, y pedir la gracia de volver al amor
primero.
- ¿Y cuando hay un gran
bajón y te desmoralizas? «La vida es un combate con tus debilidades; y
necesitas compañía. Alguien que te escuche, te anime, te ayude a
clarificar si te has hecho un problema grande de algo que realmente no lo
es o necesitas otro tipo de ayuda; y confiar en la gracia. Yo tengo a los
monjes con más experiencia, que me ayudan, y al abad que es un padre». De
nuevo, la importancia del acompañamiento en la vida y la vocación de cada
uno: para que nos alienten, sostengan y ayuden a caminar, que es más fácil
en compañía que en soledad.
Espero
que os sirva lo que me llevé de este encuentro con el monje que, a pesar de su
juventud, destilaba sabiduría.
María Álvarez de
las Asturias
Fuente: Aleteia