¿Es la bendición de gargantas solo una devoción piadosa que no tiene un efecto real y duradero?
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Muchos católicos asisten a Misa el 3 de febrero para recibir una
bendición especial de gargantas en honor a san Blas,
obispo y mártir.
El sacerdote o diácono reza la siguiente oración mientras sostiene
un par de velas junto a la garganta de una persona:
Por intercesión de san Blas, obispo y mártir, que Dios os
libre de toda enfermedad de la garganta y de toda otra enfermedad.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
La bendición invoca el poder de Dios para liberar al individuo de toda
enfermedad de la garganta y de toda otra dolencia.
Sin embargo, ¿por qué tantas personas reciben la bendición, pero nunca son
sanadas?
La bendición de gargantas, ¿una devoción piadosa sin efecto?
Como con todo tipo de milagro, uno de los requisitos principales
es una fe honesta y sincera en Dios. Este
tipo de fe en Dios confía enteramente en Él y en su poder para sanarnos.
El Catecismo
de la Iglesia Católica explica este requisito al hablar de los
muchos milagros de Jesús.
Los signos
obrados por Jesús testimonian que el Padre le ha enviado. Invitan a creer en
Jesús. Concede
lo que le piden a los que acuden a él con fe.
CIC 548
Esto significa que necesitamos examinar seriamente nuestra propia
fe en Dios.
¿Creemos verdaderamente que Dios
puede sanarnos?
A menudo, nuestras propias oraciones por sanación tienen un matiz
de duda junto
con ellas. Sabemos intelectualmente que Dios puede sanarnos, pero no
creemos que realmente lo vaya a hacer.
Nuestra fe aún no ha dado el salto de la cabeza al corazón.
Además de una fe humilde en el poder salvador de Dios, una curación
milagrosa debe estar dentro de la voluntad de Dios para
nosotros.
Es posible que nos acerquemos a Dios a través del sufrimiento.
Jesús sanó a un grupo de leprosos en el Evangelio, pero solo uno
regresó para expresar su gratitud.
La curación no garantiza una relación
más profunda con Dios.
Cada vez que nos acercamos a Dios en busca de sanación, debemos
hacerlo con fe, confiando en que Él nos conoce mejor que nosotros mismos.
Philip Kosloski
Fuente: Aleteia